Afianzando la rutinaEl baño forma parte de nuestro ritual vespertino. Es el primer paso para empezar a bajar el ritmo en el largo camino hasta la cama. Es lo que yo le llamo un punto de inflexión. A partir de ese momento, los niños ya saben que se acabaron los juguetes y empieza la relajación. Al hacerlo cada día, creo que les ayuda a cimentar la rutina y les da seguridad. Pareceré exagerada, pero es como si sólo leyéramos los cuentos de ir a dormir un día sí y al otro no. Creo que no lo entenderían.
Diversión y relaxEl baño es un momento relativamente corto, que si no terminan como besuguitos arrugados. El tiempo justo para jugar un poquito con sus muñaquetes acuáticos a la vez que se van relajando. Me encanta verlos con su toalla de capucha puesta y con la mirada fija en el más allá. Se les acaban las pilas de golpe.
Tampoco hace falta frotar y frotarSupongo que nuestra amiga dermatóloga se refería a dar un baño de puesta a punto. Pero no hace falta rascar sus cuerpecitos con piedra pómez ni limpiarlos con un estropajo. Un poco de agua calentita y un poquito de jabón neutro en una esponja suave no creo que les haga mucho daño.
Cada familia es un mundoComo siempre digo, en cada casa se tienen sus propias rutinas y habrá madres que les vaya mejor bañar a sus hijos días alternos. Pues también me parece perfecto. Mientras no se pasen meses sin ver el agua a lo bruto medieval, seguro que están igual de limpios y sanos. Del mismo modo que las reglas y rutinas también se pueden romper en situaciones excepcionales. Y no pasa nada.