Al carajo las lealtades!

Por Violetaosorior

A raíz de una conversación con mi gran amiga, me quedé dándole vueltas al tema de las lealtades, ese oscuro “tu me debes algo a mi”.
Vamos desentrañando, cada vez creo menos en ciertos valores que promulga esta sociedad, esos que se supone sostienen y regulan al ser humano, lo protegen de su espíritu violento, a saber: la obediencia, la uniformidad, la tolerancia (que no, lo siento no es sinónimo de respeto, es sinónimo de “te soporto” yo que soy taaaan generoso y bueno te soporto) y la lealtad, solo como ejemplos. Todo estos valores que avalan y legitiman la existencia de jerarquías, dualidades, divisiones, verticalidad y yoismos… y por ende de discriminación, violencia, sumisión y abuso.
Y que por cierto son útiles a la hora de criar en la medida que mantienen bajo control y en orden a ese pequeño crío que viene a poner todo patas para arriba. Son útiles en tanto no tienes que involucrarte demasiado con ese otro porque estás muy ocupado moldeándolo (por su bien, faltaba más) y que además puedes darte el lujo de intervenirlo… dicho sea de paso cuando intervienes te metes lo justo para no despeinarte cuando interactúas te involucras hasta los ovarios! La interacción transforma, la intervención controla!
Pero volviendo al tema de las lealtades, a esas de: “yo le debo tanto que le pago con mi vida”. Estoy empezando a creer que se sustentan desde la creencia que el amor es un servicio, un bien por el que hay que pagar. Con lo cual si alguien me hace un favor, no media el amor, media la lealtad lo que se traduce en el desembolso más tarde o más temprano de algún tipo de pago. Nos enseñaron que el amor no es incondicional ni “bienintencionado”, nos enseñaron que el amor tiene precio (pórtate bien y verás que feliz que se pone mami) y nos pone en deuda.
Nos enseñaron que es la vida del niño la que está supeditada a los deseos y necesidades de sus padres, que es el niño quien debe acomodarse, acoplarse, seguir el paso… y así vamos creciendo y repitiendo. Una sonrisa, un gesto de amor, exige de nosotros un pago, nuestra lealtad, aunque ofrecerla signifique decidir en contra de nuestro impulso vital, de nuestros sueños.
Cuantas veces vemos a un niño (al nuestro mucha veces no, porque nuestra sombra lo impide) replegar su deseo de correr, saltar, descubrir el mundo, decir lo que siente, por lealtad a sus padres, porque hacerlo sería ir en contra de los deseos de sus padres, de sus expectativas, su mundo adulto, porque cuestionar su autoridad y sus verdades (la mayor de las deslealtades), sería destrozar su autoestima, el personaje tan celosamente creado… que niño va a ser desleal a ese precio?
Por lealtad los niños asumimos las cargas de nuestros padres, sus miedos, angustias, sueños frustrados. Por lealtad no vamos hasta donde podemos sino un poco más acá para que papá, mamá y maestros no se sientan superados. Por lealtad mantenemos viejos roles, creencias, prácticas que nos van chicas, que nos incomodan pero como crecimos aprendiendo que cuestionarlas es lo mismo que decir “ya no te amo” somos incapaces de hacerlas trizas. Por lealtad nos convertimos en el modelo de ser humano que se espera de nosotros (competitivo, eficiente, productivo). Por lealtad cambiamos a mamá y papá por la tele, un objeto de transición, un amiguito imaginario y así llenamos vacío sin ponerlos en aprietos. Por lealtad negamos nuestra hambre de contacto y calor y así nos aseguramos el “amor”. Por lealtad aceptamos etiquetas, juicios, encasillamientos para que nuestros padres y maestros no tengan que aceptar sus limitaciones y carencias y así poner en  nosotros el problema. Y lo más triste, por lealtad muchas veces repetimos la historia con nuestros hijos porque no hacerlo sería decirles a papá y mamá: yo necesitaba amor y primó su vacío.
No me gusta la palabra lealtad, me suena a contrato, a prisión y presión. Y además invierte el orden de los factores afectando drásticamente el producto, nos pone a nosotros los adultos, los poderosos por encima de los niños. Y yo me pregunto ¿si se supone que nosotros somos los fuertes, los adultos responsables, lo que llevamos varios años viviendo, no seríamos en todo caso, nosotros quienes deberíamos ser leales con ellos, comprometidos con sus vidas, sus necesidades, su felicidad?
Quien no se ha detenido a observar a un bebé, a un niño podrá seguir creyendo que somos violentos, egoístas y malos por naturaleza, que es necesaria la obediencia para canalizar todos eso impulsos agresivos; la uniformidad para poder mantenernos organizados y dentro de los límites de la cordura; la tolerancia para perdonar nuestros deslices y soportar las pequeñas aberraciones que nos quedan y la lealtad para poder darnos de cuando vez sabiendo que ese acto tiene su pago!... Yo no!
Tal vez te intereseSiembras papas, crecen papasLa locura todo lo curaLa voz de la experiencia