Al don al don al don pirulero, cada cual cada cual atiende su juego

Publicado el 21 octubre 2009 por Elchapa
Dedicado a Yaye, Agus Castelli y Tote Auche...Y Alejo, el dire.
“A lo largo de su carrera cinematográfica, Quentin Tarantino ha construido a partir de lo cotidiano cosas nunca vistas antes. Su apreciación del statu quo del cine ha sido siempre la de un inventor que rebusca en una chatarrería. Sus películas arden ante nuestra mirada y hace que se nos antojen extrañas y familiares, todo a la vez. Tarantino nos devuelve al futuro. Y ahora lo vuelve a hacer con Bastardos sin gloria”
–David L. Robbins
Atención: Pueden encontrarse revelados detalles argumentales.
Hay cosas con las que no se jode, y esto lo sabemos todos. Quentin Tarantino es un antes y un después en el mundo del cine, se mire por donde se mire la cuestión. Un tipo capaz de conjugar en dos horas de película lo que se le antoje y cómo se le antoje: ha dado lugar a despliegues visuales (técnicos) y recursos de utilización de la temporalidad cinematográfica que hoy son tomados como ejemplo, muchas veces con poco éxito. Yo creo que la razón del éxito de Tarantino (y la del fracaso de los otros) tiene una justificación simple pero compleja a la vez, algo que no hay que dar por sentado. A diferencia de otros cineastas, que van desde un seguimiento patente del guión a la confianza en un actor, pasando por un pretendido dramatismo que inunda toda la puesta en escena y demás fundamentos que nunca se ven plasmados y justificados del todo, Tarantino sabe por qué está haciendo una película: por el cine.
El título del posteo hace referencia a que cada uno se dedica a lo que sabe, y punto. Tarantino fue capaz de ver un mundo que existe gracias el cine, que cobra vida en el cine, metiéndose allí mismo con el cine para que nosotros al salir del cine no podamos dejar de hablar...De cine, claro. En este aspecto, es posible que “Bastardos sin gloria” sea su mejor película; una especie de rompedora de barreras que permite localizar al cine como parte fundamental de un momento histórico importantísimo: el final de la Segunda Guerra Mundial. ¿Parodia? No lo creo. ¿Falta de respeto a la memoria? Mucho menos. Sí, y ante todo, cine; con coraje, desfachatez, pericia técnica y locura endemoniada del niño terrible que a nada le teme, además de la violencia de siempre.
Quiero llamar la atención en este aspecto. Se lo criticó siempre y mucho a Tarantino por su uso estilizado de la violencia y sus temáticas de venganza como incitadoras a ser violento. No se asusten con esto, pero si bien uno puede salir de una película con ganas de dispararle a todo el mundo (después de ver la cara desfigurada de Adolf Hitler), uno entiende las diferencias. Estamos en una sala de cine, y si un montón de cosas no fueran posibles allí, dudo que el séptimo arte hubiera existido alguna vez. El director de “Bastardos sin gloria” siempre marcó la diferencia entre la violencia en el cine y fuera de él, con mucha claridad. El que no percibe eso decididamente no puede ver cine, y menos el de Tarantino, y menos “Bastardos sin gloria”; una ficción por sobre todas las cosas.
Y seamos justos, los que la vimos, en que es una ficción con relativamente poca violencia, al menos si acabamos de salir de “Kill Bill”. Consideremos que el film se sitúa en el contexto de la Segunda Guerra, por lo que dejarla exenta de violencia es un absurdo. Lo que más puede molestar a la gente es el cómo de la utilización de la violencia; el desenfreno y baño de sangre que puede que sea marca registrada del director. “Bastardos sin gloria” sale airosa en el cómo, y es un hecho que tiene que ver con la construcción de personajes. Delicada como pocos, la escritura de Tarantino sigue a los personajes hasta las últimas consecuencias, no los abandona ni por un minuto y tampoco deja de lado su forma de ser y pensar. Un tipo como el coronel Hans Landa (un impecable, insuperable Christoph Waltz), que es capaz de -y como se ve en una magnífica escena- negociar el final de la Segunda Guerra Mundial para salvar su pellejo, y que es el mejor del mundo haciendo lo que hace, quiere hacer su trabajo de la mejor forma posible (lo que en inglés se dice “get the job done”). Es por eso que a él realmente no le interesa ver los cuerpos de miles de judíos ensangrentados en el piso, aunque sí le interesa atraparlos, a él y a los traidores (la bella Bridget von Hammersmark interpretada por Diane Kruger), matándolos si es necesario. De ahí que Tarantino (habíamos quedado que era violento, ¿no?) se ahorra el plano de los cuerpos de la familia judía y las personas que se encuentran en un sótano, muriéndose al golpe de las balas en la primera escena. Le interesa, y a mí me resulta mucho más interesante como espectador, la decisión inesperada de un personaje como Landa de dejar ir a una niña corriendo por el campo después de ‘masacre’ tal. Niña llamada Shosanna (Melanie Laurent, acertada decisión de Tarantino) que, crecida, no teme en mirarlo a la cara deseando internamente su muerte aunque el coronel le haya salvado la vida.
En cambio, un personaje como Aldo Raine (Brad Pitt, tampoco la gran cosa) que pide explícitamente a sus solados una cantidad de cien cabelleras alemanas nazis, es alguien que no repara en nada ni teme por los apodos que le atribuyen a sus hombres. Sabe que no es casualidad que a Donny Donowitz (Eli Roth) le digan “El Oso judío”, y se enorgullece de eso presentándolo como uno de los integrantes más aterradores de su ejército. Aldo matará nazis a toda costa y también su gente. Es Donny quien le desfigura la cara a Hitler y no puede dejar de dispararle; no es nadie más que él...Está en su naturaleza. Y es Aldo quien hubiera matado al sargento Wilhelm en la taberna si no lo hacía Bridget; y es Aldo quien en el penúltimo plano del film -momento crucial- realiza algo que, a pesar de las circunstancias, no puede evitar hacer, para en el último plano decir: “Creo que esta es mi obra maestra”. ¿Es este Tarantino hablándonos?
Las otras marcas registradas del director se encuentran por doquier. Por empezar, como discutíamos con Alejo, y por si no quedó claro, un guión que sólo es posible en su cabeza y con sus imágenes y que además de tener al cine como inspiración rectora (sé que lo repito, pero es tan palpable que se hace imposible obviarlo) abraza también a la siempre impagable cultura popular que, Tarantino confía (y yo creo que para los que lo entienden es así), puede salvarlo de cualquier delito del que se lo acuse..La escena de la explicación de la rata, del miedo y la analogía con la ardilla, al principio, en este aspecto es fundamental. Una conversación tan cruel y aparentemente fuera de contexto pero tan posible -e inevitable- en el universo Tarantinesco, como lo es una discusión acerca de qué significa “Like a Virgin” de Madonna o acerca de cómo le dicen a la Cuarto de Libra con Queso de McDonald’s en Europa.
Yo fui a ver la película con Yaye, Tote y Agus, y salimos diciendo que las escenas eran muy largas, pero yo en seguida dije que sino la tensión no funcionaba: que es necesario alargar las charlas (la escena de la taberna), fomentar los silencios (la primera charla de Hans Landa y Shosanna), esperar en todo sentido e incluir comedia imprevisible (todo el momento del cine cerca del final, desde que Hans la saluda a la actriz hasta que la estrangula, cortando esa tensión con el chiste de los “italianos”, creo que lo único verdaderamente gracioso de un film que no es comedia) y hasta exagerar cierto melodrama en partes inesperadas (la música cuasi romántica/dramática y todo el momento de la muerte de Shosanna y Fredrick que también tiene, cuándo no, mucho cine).
Otra cosa que resalta a lo largo del film y que no sé si se comentó mucho es el no establecimiento de jerarquías. Hay actores que se lucen, y uno que resalta (Waltz, por si quedan dudas) así como en “Pulp Fiction” resaltaba Samuel Jackson, pero todo está hecho en función de un bien superior: el cine, ¿no? Y esto a la vez le da pie a Tarantino, decíamos con Yaye, para el juego dentro de su película. En “Bastardos sin gloria” el director arma hilos argumentales que deja colgados y nunca termina, presenta personajes con enormes letreros y fantásticas historias que luego resultan ser intrascendentes (los personajes; las historias -cortas o largas- siempre dicen algo y valen la pena en Tarantino) y que por mínimos instantes despistan al espectador. Pero también lo relajan, y confirman que de alguna manera está capacitado para “jugar” porque sí, al don al don al don pirulero, pero es tan importante el juego del realizador como el del espectador de cine. Captar la selección musical (creo no equivocarme al decir que no hay ni una música original en la película), las letritas con flechas que aparecen señalando a algunos personajes que en el universo del film “no son nadie”, percibir alguna que otra referencia cinéfila, reconocerlo a Mike Myers y matarnos de la risa, no sé...Que ir al cine sea casi como ir a jugar a la pelota, hasta algún punto.
Finalmente, no creo que haya muchos directores que entiendan el cine como Quentin Tarantino, pero no porque él sabe mucho -que sí es verdad- sino por la concepción que tiene de encarar una película, teniendo siempre al cine como fin superior y poniendo todo al servicio de eso, sin importar las consecuencias (Históricas, dramáticas, actorales, técnicas)...Y por último, teniendo en claro lo que en una escena del film un viejo en la sala de cine repetía desubicadamente: “Es una fantasía, una fantasía...”.
Pero por supuesto que sí.
---Querés la nota Auche?? Y qué se yo, elegila vos! ;)