Al final del trayecto: China. Fin del transiberiano.

Por Bertusvicus

Todo lo que comienza tiene un final y nuestro viaje del transiberiano acabó en Pekín, Beijing. China era el tercer y último país de nuestra aventura. El sentimiento era como quien lee un libro, y sabe que se está acercando al final, pero no quiere creer que se va a acabar a pesar de poder contar ya el número de páginas restantes.

Nuestro viaje en China comenzaba en Erenhot o Erlian o Eeren, dependiendo del idioma que quieras usar. Llegamos temprano por la mañana, el cruce de fronteras fue bastante rápido, si tenemos en cuenta el número de pasajeros que había en el tren. Nuestro primer objetivo era conseguir nuestro medio de transporte para llegar a Beijing o hacer una parada en Datong, famoso por sus cuevas. En la estación de tren nos indicaron que todos los trenes estaban llenos para los dos destinos, pero como nos habían indicado en Ulan Batoor y habíamos leído en la guía de lonely planet, teníamos la posibilidad de ir en autobús.Esta última opción eliminaba la posibilidad de ir a Datong, pero nos daba un día más para ir a disfrutar en la capital.

Nuestro hostal

La estación de autobús está situada bastante cerca de la estación de tren, 5 min andando, una vez que has superado todos los taxistas que quieren llevarte a donde sea, incluso a Beijing. Como pudimos nos hicimos entender para comprar los billetes. Por suerte los números son iguales en Mandarín, y compramos los siguientes billetes disponibles, los cuales nos dejaba con varias horas para poder conocer Erlian.

Erlian es una ciudad situada en la provincia llamada Mongolia Interior, en China. Esta parte aún pertenece al desierto del Gobi, así que las temperaturas a medio día se hacían bastante insufribles, hasta el punto que nos tuvimos que refugiar en un centro comercial, después de caminar solo 20 min. Con la pena de no poder ver un poco la ciudad, ni el parque arqueológico de dinosaurios, por lo cual es conocida la ciudad, sin incurrir en el riesgo de sufrir un golpe de calor. Después de un par de horas en el centro comercial observando a la gente como se comportaban; había recepcionistas durmiendo en sillas, o encima del mostrador, otra gente comiendo su propia comida dentro del centro comercial, y en general gente observando a estos dos extranjeros que estaban “perdidos” en su centro comercial. Eso si a diferencia de lo que pasaba en la calle donde mucha gente trataba de vendernos algo o ofrecernos algún servicio, allí nadie nos agobiaba para que le compráramos nada. Después de experimentar este mundo de contraste comenzamos nuestro peregrinaje de vuelta por el “desierto” hacia la estación de autobús y a recoger nuestro equipaje que por suerte habíamos tenido la sensatez de dejarlo en la estación de autobuses en un taquilla.

El último metro, que más o menos es igual al primero, el segundo y a todos de lunes a domingo

Durante nuestra espera encontramos a una pareja de franceses que se dirigían también a Beijing. Era imposible no encontrarlos, al ser los únicos occidentales en la zona. Se puede observar que a diferencia del tren el transporte por medios “más locales” es algo poco común entre turistas occidentales. En el autobús que salía antes había también otra pareja de occidentales, pero poco más. El autobús salió a la hora, era un autobús cama, ya que íbamos a viajar de noche. Lo que nos sorprendió es que teníamos que quitarnos los zapatos para entrar dentro del autobús. Otra sorpresilla fue que tampoco teníamos sitio para dejar nuestro equipaje de mano, y el tamaño de las camas, para mi gusto un poco pequeñas, aunque la gente local no tenían mucho problemas. El trayecto fue ameno y sin mayores contratiempos, con una parada para cenar en un restaurante de un “pueblo”. Si tenemos en cuenta el tamaño de las ciudades en china, todo aquello que esté por debajo de 300.000 habitantes es considerado ciudades pequeñas o pueblos…

A las 6 de la mañana llegamos a Beijing, el autobús nos dejó en una zona de edificios, estábamos esperando llegar a una estación de autobuses, pero no tuvimos mayores problemas en encontrar un metro “cercano”, 20 min. caminando, gracias a algunas aplicaciones de móviles que teníamos instaladas. Una cosa que te das cuenta cuando llegas a Beijing, es que las distancias cobran otra dimensión, para llegar a cualquier lado tienes que andar un buen trecho, o si no como pronto aprendimos lo mejor es usar el metro.

El metro de la ciudad es muy moderno, la mayoría de las lineas tienen menos de 10 años y siguen en ampliación, y es muy barato, cuesta entorno a los 20 céntimos de euro, sin importar el número de paradas. En lugar de usar couchsurfing en China, decidimos irnos a un hostal para disfrutar los últimos días de tranquilidad los dos solos en una habitación. En este caso por la cercanía al centro, precio, comentarios en internet y su localización en uno de los huttongs. Nos decantamos por Pekin downtown backpackers, sin lugar a dudas una elección de la cual no nos arrepentimos. Muy buen servicio, una terraza en el techo para relajarse, desayunos geniales, wifi, posibilidad de organizar viajes, gestionar billetes de tren, zonas de relax y una pequeña biblioteca con información sobre la ciudad. Una buena elección para alojarse en Beijing.

Como habíamos llegado temprano nuestra habitación no estaba preparada, así que nos decidimos ir a dar una vuelta, en dirección a la ciudad prohibida. De nuevo, sin aprender de nuestra experiencia anterior caminando hacia la parada de metro, pensábamos que la ciudad perdida estaba cerca de nuestro hostal, para términos chinos estaba, para nosotros después de una hora y media caminando, pues no tanto. Finalmente y después de hacer un alto en una pastelería para comprar algo de desayuno, llegamos a nuestro destino. Las colas eran bastante grandes, aunque también existía el “efecto borrego” (seguir a otras personas), ya que pronto descubrimos que había más taquillas donde no había cola, cosa que nos debió ahorrar una media hora o más de esperar por las entradas.

Plaza ciudad prohibida

Otra de las cosas que te das cuenta estando en Beijing, es que hay mucho turismo nacional, siendo la mayoría de los turistas de China, en muchas de las atracciones principales, si no en todas. La ciudad prohibida tiene unas dimensiones en armonía con la ciudad, enormes. Todo el complejo es bastante grande y se puede pasar fácilmente medio día un día, si entras dentro de los edificios o te pierdes por todos los rincones de la misma. El problema de la misma como todos los monumentos turísticos de masas, es eso, que están llenos de gentes y al final pierdes la esencia de lo que pudo ser este palacio en los tiempos que los emperadores gobernaban.

Lo bueno que tiene Beijing es que puedes combinar historia con arquitectura moderna, así que decidimos esa misma noche a ver una de las partes más moderna y recientes de la historia de China, el pabellón de los juegos olímpicos. Con sus famosos estadios, el “nido de pájaro” y el “cubo de agua”, si algún momento es el mejor para ir a visitarlo es por la noche cuando los estadios están iluminados mostrando todo su esplendor. A la vuelta y aprovechando que nuestra parada de metro pasaba por la plaza de Tianamen, nos bajamos para verla por la noche. Dicha plaza desde las revueltas que se llevaron a cabo se cierra al público durante la noche, aunque eso no quita que no puedas realizar un paseo por los alrededores entre edificios clásicos, de época comunista y de más reciente época “capitalista”.

Beijing está lleno de parques que realmente merecen la pena visitar, es curioso ver como los antiguos habitantes de esta región apreciaban el contacto con la naturaleza como algo básico de su vida y que los nuevos habitantes la estén contaminando de forma tan rápida. Dos de los parque que tuvimos la suerte de visitar y que realmente merecen la pena ver son: el parque de de bambú, y el templo del cielo. El primero es un parque dedicado al bambú con diferentes especies de bambú un conjunto de lagos entre ellos y la verdad un lugar donde relajarse y evitar el turismo de masas. Fue uno de los pocos lugares donde no encontramos turistas occidentales, incluso alguna gente quería que nos sacáramos alguna fotos con ellos, nuestro pequeño momento de fama :) El segundo el templo del cielo es un conjunto paisajístico cultural con diversos templos, en los cuales los emperadores ofrecían sus oraciones para tener cosechas prosperas para su pueblo. Este parque es muy visitado por los locales, los cuales vienen allí para hacer diferentes tipos de artes marciales, jugar, hablar, cantar. Es sorprendente, desde un punto de vista occidental, ver a personas muy mayores haciendo tanto ejercicio físico, que a más de un joven occidental le hubiera gustado igualarse en su nivel. Al igual que la ciudad prohibida este parque estaba lleno de turistas, en sus tres edificios principales, aunque una vez escapas de estos te sumerges en la tranquilidad del parque y la vida cotidiana de las personas.

Parque de bambu

He mencionado que visitamos dos parques, aunque en realidad fueron tres, aunque este último en sí más que un parque podría ser una reserva natural por las dimensiones: el palacio de verano. Dicho palacio, no es sólo un palacio, si no una de las áreas más verdes que dispone Beijing, dispone de uno de los lagos más grandes de la ciudad, posee su propia colina, donde se asienta el palacio, varias zonas de recreo, templos, canales… Nos pasamos un día entero sin parar, y sin apenas entrar en los sitios, haciendo sólo una parada para comer, y lo peor es que nos faltaron cosas para ver. Aún así merece la pena ver el palacio de verano y si hubiéramos tenido otro día más para ver, hubiéramos ido al antiguo palacio de verano, que está al lado y el cual fue destruido por las tropas francesas e inglesas, durante la revolución boxer. Lo comentado con anterioridad, la escala de las cosas en China no tienen comparación, con la escala que se hace en Europa.

Algo que nos pareció interesante son los mercadillos de comida, los huttongs y los mercados al aire libre. Estos tres sitios realmente merecen una visita. En los mercadillos de comida, se ofrece todo tipo de comida que te puedas imaginar; serpientes (estaban deliciosas), gusanos, estrellas de mar, caballitos de mar, escorpiones… y la lista continua. Un lugar donde explorar nuevas fuentes de proteínas para tu cuerpo. En los huttongs, que viene a significar callejones, son callejuelas que poco a poco se han ido convirtiendo en ejes de encuentros para las personas. En ellos puedes encontrar diferentes, bares, restaurantes, puestos de comidas, por la noche se convierten en una de las zonas más animadas de la ciudad, habiendo varios dispersados por toda la ciudad. En los mercados al aire libre, realmente puedes comprar de todo, no deja de ser el típico mercadillo, sólo que con productos locales :)

La verdad Beijing, es tan grande que aun a pesar de haber estado una semana en la ciudad, nos faltaron días, para ver más so disfrutar propiamente de todo con tranquilidad. Así que no será raro que en el futuro andemos de vuelta por la región.

Lugar de adoración del emperador para pedir mejores cosechas

Detalle del paseo de madera cubierto en el templo del cielo

Pájaros enjaulados a lo largo de los paseos del templo del cielo

Templo del cielo

Puente parque de bambu

Parque de bambu

Dentro de la ciudad prohibida

Ciudad Prohibida

Su periódico señor. Detalle de una de las estaciones de metro

Palacio de verano

Palacio de verano con su colina, templo y palacio

Seguimos en el palacio de verano cuatro horas más tarde. Al fondo se puede apreciar el templo y el palacio

Seguimos en el palacio de verano seis horas más tarde

Palacio de la opera

Edificio de la TV

Nido de pájaro. Estadio olímpico

Cubo de agua, piscina olímpica

Nada mejor que perderse en un restaurante local, para experimentar comida local. ¿Alguien me lo traduce?

Comida

Mas comida

Aun más comida

Huttongs y puestos de comida callejeros

Huttongs

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