"Al final del túnel" nos cuenta la historia de Joaquín, un parapléjico que vive sólo en una casa bastante grande, en cuyo sótano se dedica a hacer apaños de electrónica. Un día recibe la visita de Berta y su hija pequeña, quienes le alquilan una habitación y se instalan en la casa. Casi por casualidad, Joaquín escuchará ruidos en la pared del sótano, y pronto se enterará de que una banda de ladrones prepara un atraco a un banco aledaño. Esta premisa ofrece cierto interés, ya que esconde bastantes posibilidades para crear un thriller atmosférico y lleno de tensión. Pero el director Rodrigo Grande no consigue este propósito en ningún momento. Vale que la película aguanta bastante bien su primera mitad, pero a medida que todo se va desvelando, el invento se desmorona irremediablemente, llegando al final a cotas casi de vergüenza ajena. Una vez más, nos han vendido la moto.
Lo más grave viene dado por unos cuantos detalles y giros de guión que echan por tierra cualquier intento de que la película resulte creíble. La culpa hay que echársela al propio Rodrigo Grande, ya que él mismo es el firmante de un guión que se guarda un puñado de ases en la manga de manera tramposa y rastrera. Y es que una vez más se nos intenta hacer comulgar con varios deus ex machina que arruinan la coherencia de la trama, con la aparición tramposa de elementos cuando a la película le conviene. Rodrigo Grande se ahorra la justificación de algunos actos y algunas situaciones, incurriendo en una falta de respeto al espectador. Tarjeta roja.
En cuanto al elenco, la dupla protagonista no está del todo mal. Leonardo Sbaraglia y Clara Lago (posiblemente esta será la única vez en que la actriz sea más alta que su partenaire) no son los culpables del hundimiento de la función, aunque desde el inicio nos preguntamos el porqué del innecesario acento argentino de la actriz española. Y más cuando dentro de la banda de ladrones hay un personaje español. La otra cosa que quiero destacar es la aparición de un Federico Luppi octogenario e irreconocible, al que da penita ver. Lamentablemente, da la sensación de que esta puede ser una de sus últimas apariciones en pantalla.
Dos apuntes finales. Lógicamente, cada uno ha de vender su producto de la mejor manera posible, pero no puedo evitar quedarme boquiabierto al leer tonterías supinas como que el director se basó en relatos de Edgar Allan Poe para crear la atmósfera de la película. Y otra cosa: tenéis mi permiso para abofetear con la mano abierta a todo el que vuelva a comparar esta película con La ventana indiscreta o cualquier otra de Hitchcock. Inadmisible.
Mi nota: 2