Al minuto siguiente

Por Aceituno

Cada día que pasa es una pequeña victoria: ese es el punto de vista que me convendría tener y, sin embargo, no es el que tengo. No puedo considerar como una victoria el haber vivido un día más porque estaría entrando en el terreno del pesimismo a ultranza y no me lo puedo permitir. Aún no. Si vivo un día más es porque lo normal es que la gente viva un día más, no porque le haya ganado una batalla a nadie. ¿A que ninguno de vosotros se extraña cuando amanece y ve que está vivo? Pues eso.

Me niego a pertenecer desde ahora a los que están desahuciados. Aunque mi enfermedad no tenga cura, todavía pienso que es posible vivir con ella muchos años más. No digo que vayan a inventar un remedio en ese tiempo, pero, al menos, sí existen tratamientos como para que demos guerra. Sobre todo teniendo en cuenta que los escáners van bien y no se detecta un imparable avance del tumor.

Así que nada de andar ganando batallas que no hemos luchado. Lo importante es ganar las que sí hemos luchado, esas son las que dan ánimos y fuerza, las que permiten seguir adelante con optimismo y valentía y las que convierten un día simple y aburrido en uno victorioso y cálido. Por ejemplo el fotonauta. Este blog es un claro ejemplo de una batalla librada todos los días que me cuesta esfuerzo, trabajo y sacrificio pero que después resulta de lo más gratificante cuando veo que cientos de personas entran cada día por aquí a leer un rato y ver unas cuantas fotografías. Esto sí que es una batalla ganada. Por cierto, cada vez son más los seguidores externos a wordpress que se aproximan al blog, así que nuevamente un saludo cariñoso y muy especial para todos ellos. Pero no quiero desviarme del tema. Hablo de batallas y de guerras, algo inocente y pacifista, casi naif, como la vida misma.

Y es que mi vida se ha convertido en un campo de batalla casi permanente. Por las mañanas no hay problema porque me encuentro bien y parece que se instala una tregua eterna, pero por las tardes, después de comer… eso es otra cosa, ahí sí que estalla la más dura de las batallas y duele y me siento mal y la quimioterapia dice aquí estoy yo y no tengo más remedio que apretarme los machos y salir a plantar cara con las pocas armas que tengo. Todos los días es lo mismo. Luego, sobre las 10 de la noche, otra vez vuelvo a estar tranquilo y sereno hasta que llega la hora de irse a dormir. Estas batallas son las que considero fundamentales, las que marcan la diferencia entre estar mal o regular. Como, por ejemplo, la batalla diaria por evitar el llanto y la pesadumbre, por intentar sonreír y llevar una vida digna y lo más alegre posible. Esa es otra pelea importantísima de la que, normalmente, salgo victorioso siempre.

En estas condiciones podríamos pensar que al final va a ser verdad que cada nuevo día es una batalla ganada, pero insisto en que no lo quiero ver así. Cada nuevo día es un nuevo día. Ni más ni menos. Las batallas son las otras, las que libro dentro de cada día para poder llegar a la hora siguiente, al minuto siguiente, a la batalla siguiente.

Por cierto, las fotografías de hoy son el techo de una parada de autobús vista desde abajo y esa especie de gusanillos son las ramas de un árbol caídas sobre la marquesina A veces la vida tiene imágenes increíbles que suelen pasar desapercibidas y que luego, con un poco de saturación en los colores, nos regalan pequeños rincones donde perdernos unos segundos. Otra batalla ganada a la realidad.