Decía George Sarton (1927), el padre de la historia de la ciencia: Es extraño que una obra que consideramos tan importante y escrita por un rey pueda haberse perdido. Se refería al Libro de la perfección (Kitab al-Istikmal), la síntesis de la matemática de la época realizada por al-Mutamán ben Hud, emir de la taifa de Zaragoza entre 1081 y 1085.
Gracias a los trabajos del arabista holandés Jan Hogendijk (1986) se pudieron identificar cuatro manuscritos que han permitido recuperar buena parte de la obra del matemático más importante de la Edad Media en Occidente.
Al-Mutamán fue hijo del emir al-Muktadir, el constructor del Palacio de la Aljafería y también matemático. El ambiente de la corte era propicio y el futuro rey manejó la más alta matemática del momento: Euclides,Arquímedes, Apolonio, Teodosio, Menéalo, Nicómaco de Gerasa, Ptolomeo, Eutocio, los Banu Musa, Thabit ibn Qurra, Ibn Sinan, y Alhacén.
La matemática árabe ya era consciente de haber superado la herencia griega y al- Matamán no se limitó a un corta y pega: reescribe, reordena y redemuestra las más seiscientas proposiciones que se han recuperado. El siglo XI fue el gran siglo matemático de al-Andalus.
Zaragoza tuvo el detalle de dedicarle un conjunto escultórico a su sabio emir, que fue encargado al escultor Sergio Abrain (1995). El monumento se encuentra abandonado y anónimo en el Parque del Barrio Almozara, junto a la Aljafería.
Ni una indicación, ninguna referencia, que recuerde al matemático: el homenaje se ha transformado en afrenta. Los símbolos matemáticos que aparecen son las equis de los corazones de los juveniles amores de torpes grafitistas.
Se muestra el lamentable estado y la maqueta del escultor.