Al pan pan y al vino......me voy

Por Releante

 Hola a todos. Cierto como la vida misma, se dice, que cuando comienza la andadura del ser humano en esta vida, venimos con un pan debajo del brazo, símbolo de las riquezas (no solo materiales) y buena fortuna que trae un hijo. El pan forma parte de nuestras vidas desde siempre. Nuestra cultura está arraigada a la cultura del pan, solo hay que ver el refranero, fiel medidor de la importancia de algo en nuestro pueblo. "A buen hambre, no hay pan duro", "A falta de pan, buena son tortas", "A pan ajeno, navaja propia", "Agua de Mayo, pan para todo el año", "Con pan y vino, se anda el camino", "Dame pan, y dime tonto", "Si quieres que te siga el can, dale pan", "Quien hambre tiene, en pan piensa", "Pan, vino y carne, crían buena carne", "pan ganado, sabe a gloria", "No solo de pan vive el hombre", "No hay nada peor, que un pobre harto de pan", "ni mesa sin pan, ni ejército sin capitán", "Los duelos con pan, son menos".... y así podríamos seguir sin parar. Cultura de pan. Y claro, al que le gusta el pan, panadero se cree. Y como a todos nos gusta el pan, expertos en la materia nos mostramos. Aún recuerdo en mente y olfato, como mis abuelos hacían pan en su horno de leña. Un gran horno de piedra que tenían fuera de la casa. Era un acontecimiento en la aldea. Vecinos venían a cocer su pan, o a calentar un pota inmensa de cocido, cualquier escusa era buena para juntarse al rededor del calor que desprendía de forma acogedora aquel viejo horno panadero. Se amasaba, se cocía y se guardaba en enormes huchas de pan. Ese pan duraba semanas en perfecto estado de consumo, todo natural, muy natural. Pero los tiempos cambian, y ahora, casi nadie amasa. Yo lo reconozco, hice mis primeros pinitos como panadero hace poco, en horno eléctrico, el de casa. La primera hornada salió bien, dentro de las posibilidades, la segunda fue un auténtico fracaso, el exceso de sal hacía imposible echárselo a la boca, pero es lo que hay. ¿Y por que me animé a hacer esta prueba?. Evidentemente ayuda el estar de baja, si no, el tiempo sería inexistente para estas cosas, así que aprovecho este tiempo para la cocina, panadería, bollería y pastelería y algo de cocina tradicional casera. Al carecer de tiempo, hay que volver al pan de siempre, al del súper, y es ahí dónde me vino a la cabeza este post. Los españoles somos muy de pan, y somo grandes expertos, o por lo menos nos lo creemos. Por eso, esa manía de sobar, toquetear, remover todas las piezas de pan del expositor. Ahí están, son un matrimonio, él, que desea lo mejor para su amada esposa, no dudará en entregarse en cuerpo y alma, en la captura de la mejor barra de pan del comercio. Cual viejo cazador rodea a su presa, sin miramientos. A través de sus manos prensibles e hipersensibladas al tacto panístico, sin dudarlo comienza el manoseo de barras... esta!!!, la aprieta esperando el sonido del crujido frescor del pan recién descongelado y solo se atisba el pequeño lamento del papel que lo envuelve rompiéndose entre sus uñas, pero él no ceja en su empeño. Poseedor de unas células capaces de medir la intensidad de miga y de ojos del bollete, no duda en seguir estrujando cada una que caen entre sus garras, va, vuelve, va otra vez, sigue, no para, dale más.... Desde la lejanía observo un trozo de expositor virgen a la mano del hombre panero, y mi cabeza solo desea que el especimen no se de cuenta de tal vergel. Intentas acercarte, pero el hombre, curtido en mil cacerías, no permite el acceso de otros depredadores, y ya solo te queda el esperar, cual hiena carroñera, a que abandone el lugar, y poder apoderarte de algún trozo en buenas condiciones. Ya se ha apoderado de todo el expositor, ya no hay tierra dónde la mano del hombre no haya posado su dactilar huella. En pocos minutos, el desolador paisaje de panes removidos, un tipo con otro tipo, panes por el suelo, otros que acaban en el expositor de los bizcochos y croissants.... pero abandona el lugar, pieza en mano, orgulloso de su hazaña, la mujer, todavía más orgullosa de lo bien que lo hace su amado esposo y... y... y.... lo que faltaba, cuando me aproximaba a lanzar mi ataque, cual águila imperial, sobre un currusco que asomaba y parecía intacto, aquel hombre, que apenas acertaba a poner un pié delante del otro para andar, y haciendo un escorzo, con derrapaje de zapatillas de correr incluido, vuelve sobre sus pasos para hacer un último cambio, y dejarme sin mi pieza en buen estado. No se si fué la primera que tocó, o si nunca la había tocado, o si la había tocado mas de 100 veces, ni lo sé ni lo sabré nunca, lo único cierto es, que o cojo pan sobado, o espero a una nueva horneada de pan descongelado, o vuelvo a la aldea a calentar el viejo horno de piedra de mis abuelos, porque lo que está claro, es que estamos en un país de expertos panaderos, y que de esto, no me libro, más claro agua, y al pan pan, y al vino...me voy. Un abrazo