El liberalismo, ese que prefiere que el dinero lo tengan los ciudadanos en lugar del gobierno, muere todavía un poco más en esta España que se ha quedado sin derecha política, lo que dará pie a más frustración ciudadana y, probablemente, al nacimiento de una derecha populista que va a representar la tumba del PP.
España es ya el único país de Europa que carece de un partido fuerte de derecha y que ha enterrado casi por completo todas las tradiciones liberales, que son el sustento básico de la democracia. España avanza un poco más hacia el pasado, el esperpento y la paradoja, siendo gobernada por un partido como el PP, que es de izquierda pero al que votan las derechas, que es socialdemócrata pero al que votan los ciudadanos que se dicen liberales.
Al subir los impuestos sin adelgazar el obeso Estado español ni apretar el cinturón a las administraciones, cada día más gastosas y despilfarradoras, el PP ha cometido demasiados errores e imbecilidades al mismo tiempo: ignora la voluntad de las mayorías, ya cansadas de ser aplastadas por los impuestos, hostiga al tejido empresarial, que es el único que produce empleo y riqueza en este país de políticos, funcionarios y amigos del poder dedicados a ordeñar el Estado, se acerca al PSOE, ningunea a Ciudadanos, ayuda en su reivindicaciones a Podemos y, sobre todo, se aleja de esa corriente mundial creciente, la misma que en Estados Unidos ha coronado a Donald Trump como presidente, que refleja el desprecio ciudadanos a las políticas socialdemócratas, siempre aliadas con los intereses del stablishment poderoso y que reclama un cambio en la política que elimine una forma de gobernar mentirosa, hipócrita, ajena a la voluntad popular y condescendiente con las guerras, la corrupción, la desigualdad insultante, la caída de los valores, el desempleo, el avance de la pobreza, el deterioro de la democracia y otros males de nuestro tiempo.
La decisión del PP de incumplir de nuevo su promesa de no subir los impuestos, que le dio muchos votos, por reforzar el intervencionismo, de sostener un Estado hinchado y lleno de parásitos y de despreciar a la austeridad pública y a la lucha contra la corrupción, son apuestas que restarán alegría a la vida empresarial y al consumo ciudadano y constituye un grave error de ese partido, que va a acelerar su caída y desaparición, el crecimiento, a corto plazo, de Ciudadanos, de VOX y de cualquier opción política que abogue por una política más liberal, menos autoritaria, más cercana a los procesos históricos en marcha, menos arrogante y menos engañosa.
La ruta emprendida por el PP demuestra tres cosas: que, al carecer de ideología, es capaz de pactar con la izquierda o con quien sea, si con ello consigue mantenerse en el poder, que persiste en marginar e ignorar a los ciudadanos y que es un partido-estafa que se declara de derecha pero que practica política socialdemócratas cada día más acentuadas.
La subida de impuestos, que conlleva la renuncia a la austeridad en el sector público, que seguirá disfrutando de sus ostentosos e injustos privilegios y lujos en un país atormentado por los coletazos de la crisis, el desempleo, los recortes y los impuestos abusivos, va a incrementar el cabreo ciudadano, la indignación y el rechazo a una clase política que está tan lejos de su ciudadanía que carece cada día más de la legitimidad real necesaria para gobernar.
Es probable que las encuestas reflejen pronto un importante incremento en el ya escandaloso rechazo de los ciudadanos hacia su clase política, un rechazo que genera desilusión, indignación y divorcio entre administradores y administrados, todo un cáncer letal para la democracia y el verdadero progreso de los pueblos.
La subida de impuestos tendrá efectos en la vida ciudadana, aunque el manipulador Montoro y el gobierno lo nieguen, porque reducirá el ritmo de creación de empleo, bajará el consumo, que era el principal motor del crecimiento, subirá precios y elevará el descontento ciudadano, que es el mayor freno para la economía.
Francisco Rubiales