Felizmente existen personas sencillas, lugares sencillos, recetas sencillas, testimonios sencillos. No siempre lo sencillo resulta ser sinónimo de fácil, corriente, u obvio. No siempre lo sencillo es evidente. Amo lo sencillo.
Felizmente existen personas complejas, lugares, recetas e imágenes complejas que no siempre son difíciles, rebuscadas o engorrosas. Adoro lo complejo. Sucede que a veces es conveniente lo sencillo, y otras no.
Además no para todo el mundo lo complejo es lo mismo. Un ejemplo sencillo: para mí, el concepto de “fuera de juego” en el fútbol es complejísimo. Para mi hijo de 7 años es sencillamente evidente.
L’Ardèche es uno de esos lugares sencillos, cuajados de bellos lugares y maravillosos paisajes. Un rincón del país vecino (¡mecachis, de nuevo éstos galos!) poco conocido, dónde disfrutar de pausados paseos por el campo, largas tardes de verano, y maravillosos productos de la tierra en forma de deliciosos platos.
Este verano, ya acabado, me encantó salir, cámara en cuello, de “safari fotográfico” con mi hijo “el virginiano”, y mi hijo “el del fútbol”, mientras mi hijo “el hippy”, fabricaba ordenadores.
Disfruté, como siempre, del queso blanco con nata y azúcar moreno, de la crema de castañas (insuperable en l’Ardèche), y de los mejores vinos, quesos y verduras de Francia (Aquellos que en mis años adolescentes me hacían recordar a los camiones españoles, pero ahora tengo hijos “gatachos” y pelillos a la mar)
La receta siguiente es uno de los platos más reconfortantes, sencillos, y maravillosamente cremosos que conozco. Pocos y buenos ingredientes, mucha paciencia, y un precioso día de otoño para disfrutarlo.
Espero que mi suegro este más que contento, después de este sencillo homenaje a su tierra, a su casa.
¿Qué dónde está l’Ardèche? En el título.
GRATIN DAUPHINOIS
Ajo
Patatas
Nata líquida
Queso gruyère
Sal
Pimienta
Nuez moscada
Aclaración: no hay ningún error. No faltan las cantidades. Esta es una de esas recetas que siguen el bonito método “a ojo de buen cubero”.
1.- Precalentamos el horno a 170 grados centígrados.
2.- Frotamos una fuente de horno con un diente de ajo partido por la mitad (paso fundamental que no conviene saltarse, porque le da un toque de “sé perfectamente lo que estoy haciendo”)
3.- Pelamos las patatas, las lavamos y las partimos en rodajas finas (si disponemos de una mandolina, ahora es el momento perfecto para amortizarla). En cuanto a la cantidad de patatas: las suficientes rodajas para rellenar la fuente hasta arriba. (En mi caso he utilizado 7 patatas grandes).
4.- Disponemos una capa de rodajas de patata en la fuente, salpimentamos y echamos un toque de nuez moscada rallada ¡un toque, no media nuez!.
5.- Siguiente capa: lo mismo que la anterior, más una capa de queso gruyère rallado.
6.- Siguiente capa: igual que la primera.
7.- Siguiente capa: igual que la segunda.
.
.
.
8.- Terminamos de rellenar la fuente hasta arriba con este entretenido método de las capas, finalizando con una capa más gruesa de queso rallado. Echamos nata líquida hasta que cubra casi todas las patatas (vale, yo utilicé unos 450 ml).
9.- Horneamos hasta que las patatas queden tiernas, suaves, cremosas... (Más o menos 1 hora y 15 min.)
Voilà!!
Imprimir la receta: Gratin dauphinois
“Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos” (“El Principito” Capítulo III)