Habíamos comentado que las últimas novelas que escribió Saramago, El viaje del elefante (2008) y Caín (2009), no fueron de sus mejores obras. Pero en el caso de Alabardas, creo que es (o hubiera sido) diferente.
El portugués, como punto de partida de varias de sus obras, parece haberse hecho varias preguntas (y nosotros con él): ¿Qué pasaría si en una ciudad todos se vuelven ciegos? ¿O si todos votan en blanco? ¿O si desaparece la muerte? ¿O si aparece una persona idéntica a otra? Esta vez la pregunta es ¿Por qué nunca hay huelgas en las fábricas de armas? ¿Qué pasaría si un trabajador decide oponerse a este negocio de muerte? Y así, como Tertuliano Máximo Afonso en El hombre duplicado, que viendo la película "Quién no se amaña no se apaña" tiene una revelación o epifanía (la existencia de su doble idéntico), en Alabardas al protagonista Artur Paz Semedo le sucede algo similar mientras ve la película "Espoir" (o Sierra de Teruel en español) de André Malraux.Lamentablemente, la novela solo tiene tres capítulos, pero en ellos ya se delinea con habilidad la estructura y los personajes. Además, se aprecian muchas de sus marcas registradas, las largas frases, la fina ironía, el cuidado del lenguaje, un protagonista solitario (se había separado de su mujer Felícita que, al igual que en otras novelas del portugués es la reserva moral en la historia).Hay libros que nos apena que se acaben, este me apena que que no se acabe. Si bien hay muchos obras que quedaron incompletas, como El proceso de Kafka o Lamiel de Stendhal; esas novelas ya estaban bastante avanzadas hasta su interrupción. En el caso de Alabardas, es mucho más breve y debe ser por eso que nos deja con más ganas de saber que hubiera pasado.Nos quedará la duda si el protagonista en un acto de rebeldía, renunciaría o se opondría a los designios de su centro de trabajo, un poco en la onda del personaje de Historia del Cerco de Lisboa o de Todos los nombres.Es un libro sobre la muerte y escrito contra la muerte, en los últimos meses de vida del Premio Nobel 1998. La edición incluye un mini-diario de sus apuntes sobre la obra. Con los dibujos del Premio Nobel del año siguiente, Gunther Grass. Y sí, de haberse terminado hubiera sido mucho mejor que sus dos libros anteriores.
Hay libros que compramos porque son bonitos. Claro, también para leerlos, pero como hemos mencionado varias veces, comprar un libro no necesariamente implica leerlo. Por ejemplo Finnegans Wake, que nunca sabré para que me la compré. De cierta forma, por su particular edición, Alabardas (2014) es casi un (libro) objeto, casi un recuerdo o un testamento para su autor. Pero también algo más.