Pasión por la Ciencia
Alan Turing nació el 23 de junio de 1912 en Londres, en una familia de clase media-alta. Fue el segundo hijo de Julius y Sara Turing, que se habían conocido en la India. Tenía un hermano mayor, John, con quien compartió niñez en Inglaterra, marcados por la rígida educación de su clase y la ausencia de sus padres, que se quedaron en la India hasta la jubilación de su padre, en 1926. A pesar de que algunas personas de su familia tuvieron una relación con el mundo científico, la historia de Alan Turing es la de una mente autónoma y libre. La ciencia era una pasión para él, ya mostrada en sus tempranos experimentos de química.
Estatua de Alan Turing en Bletchley Park. Foto: MariaJoCabrera (c), con autorización.
En 1928, en Sherborne School, conoció a otro chico muy inteligente, Christopher Morcom, con quien Alan compartió un periodo crucial de amistad intelectual, hasta que Morcom murió repentinamente en 1930. Turing vivió una larga crisis, en la que se interesó por la cuestión de cómo la mente humana, y la mente de Christopher en particular, estaba encarnada en la materia. Esto le hizo acercarse a la física y a la teoría de mecánica cuántica, buscando una respuesta al problema tradicional entre mente y materia. En 1931 ingresó en el King’s College, en Cambridge, para él un entorno potenciador del pensamiento más libre. Parece que la lectura, en 1932, del trabajo de von Neumann sobre las fundamentaciones lógicas de la mecánica cuántica fue la iniciación al cuestionamiento intelectual riguroso. En ese momento, también, su homosexualidad se convirtió en parte de su identidad.
Progreso en Lógica Matemática
Tras conseguir una licenciatura distinguida en 1934 seguida por una beca en el King’s College en 1935 y el Smith’s Prize en 1936 por su trabajo en teoría de la probabilidad, Turing parecía tener asegurada una carrera exitosa en matemática pura. Sin embargo, su mente privilegiada le condujo en una dirección muy diferente. En 1933 Turing ya se había introducido en la nueva área de lógica matemática, proclamada por Bertrand Russell como la fundamentación de la matemática. En aquel entonces, había muchas cuestiones sobre la posibilidad de capturar la verdad matemática con formalismos. En particular, en 1931 Gödel había probado la incompletitud de las matemáticas, con su famoso teorema, mostrando la existencia de proposiciones verdaderas sobre números que no podían demostrarse en ninguna teoría lógica formal.
En 1935, Turing supo que la cuestión de la decidibilidad, el Entscheidungsproblem, era todavía un problema abierto: ¿podía existir un método bien definido o proceso por qué decidir si una aserción matemática cualquiera era demostrable? Turing da una respuesta negativa al proporcionar una definición de ‘método definido’, un algoritmo, en lenguaje moderno. Analizó cuáles eran las características de un proceso metódico, cómo realizar aquel proceso ‘mecánicamente’, y expresó todo esto en términos de una máquina teórica capaz de hacer operaciones elementales, definidas, con símbolos, en una cinta de papel. La contribución definitiva de Turing fue establecer la correspondencia entre las operaciones lógicas, la acción de la mente humana y una máquina que podía tomar una forma física real.
M. Antonia Huertas es doctora en Matemáticas por la Universidad de Barcelona (UB). Licenciada en Matemáticas por la Universidad de Barcelona y en Humanidades por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Es profesora del Departamento de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC. Su trabajo de investigación se centra en Lógica y en e-Learning.
Esta entrada se publicó originalmente en inglés en el blog de los 15 años de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC.