Si eres un lector habitual de este cuaderno de bitácora o de mis libros, supongo que sabes que es difícil, casi misión imposible, encontrarse con mis libros en las librerías. Si eres uno de estos lectores, sabes también que mi nombre y los de mis poemarios suelen aparecer de pascua en ramos en los suplementos culturales. Sabes también que tampoco mi nombre aparece frecuentemente en los carteles de los festivales más prestigiosos de poesía, hablo de esos festivales en que te pagan una buena cantidad por escucharte recitar, digamos de 300 euros para arriba; pero tampoco suele aparecer en el de los festivales poéticos con pocos recursos, de los que te pagan el billete de bus y la comida. También conoces mis problemas de salud. Salud física y económica. Es lo bueno, imagino, o lo malo, de leer a un escritor autobiográfico a ultranza. Lo que no sabes, y créeme si te digo que es bastante, son todas y cada una de las putadas que me han hecho en los veinte años que llevo dedicado a tiempo completo a la escritura. Lo sabrás. Guardo registro escrito de todas y cada una de ellas. Pues bien, lo creas o no, todavía existe gente a la que todo esto no le parece suficiente, me desean todavía más males. No les parece bastante. No. Quieren más. Mi cabeza. La mano con la que escribo. Yo qué sé. Y uno de estos días atrás han dado un paso más en esa dirección. Uno de estos días atrás,
alguien, usuario o usuaria, ha borrado mi página de la Wikipedia. Hace unas semanas observé que a un amigo poeta y a mí nos habían cambiado los títulos de algunos de nuestros libros registrados en dichas páginas de la Wiki. Avisé a mi amigo. Subsanamos el problema. Hace unos, no sé, quince días, entré otra vez. Vi un anuncio o aviso. Este artículo carece de relevancia o interés. Será borrado en el plazo de un mes. Resulta que alguien había borrado todos los enlaces y referencias bibliográficas de mi artículo. De ahí el aviso de desahucio. Como ando fatal de tiempo, lo que hice fue restituir algunos de los enlaces, a ver si eso retrasaba el cierre. Uno de estos días atrás, ya digo, volví a entrar y la página había sido borrada por una usuaria. Tras el alias de este o esta usuaria, entre paréntesis, el motivo: Violación de los derechos de autor, luego seguía algo indescifrable, y luego el título del libro del que supuestamente se habían violado los derechos. Un libro de relatos en el que yo participo con un relato, por lo que es impensable que yo viole mis propios derechos de autor. En resumen:
se ha dado un paso más, otro más, hacia el silenciamiento de mi persona y de mi obra literaria. Qué será lo próximo, pensé. ¿Intentarán bloquear mi cuenta de Twitter? ¿Intentarán suprimir este cuaderno de bitácora? ¿Irán a las librerías y bibliotecas y tacharán mi nombre del índice de las antologías en las que se me incluye y arrancarán las páginas con mis poemas? Y con los escasos ejemplares de mis libros que aún se pueden encontrar por ahí: ¿Cuál será su destino? ¿El fuego? ¿Harán hogueras con ellos? Si es así, al menos, digo yo, que dejen calentarse en ellas a la gente sin hogar... ¿Exagero? ¿Tú crees? Sea como sea, y como ya tengo los huevos pelados de enfrentarme a estas bajezas o, como decíamos en la cárcel cuando un funcionario te sacaba un parte por cualquier chorrada y te jodía un permiso de salida, venganzas pobres, he de confesar que ahora busco el lado positivo en hechos como este, en apariencia, negativo. Dicho de otro modo: Desde entonces, cada mañana, me levanto media hora más temprano para aprender a manejar la Wikipedia. Cuando lo consiga, me suscribiré a ella y crearé mi própia página, con mis propias manos, y la haré más chula, con mi foto (hay gente a la que también le jode mi pelo). Esto es lo que han conseguido. Ampliar mis conocimientos. Eso y un poema que me sugirió todo esto y que irá en mi próximo libro. Así que, joder, ahora que lo pienso, casi tendré que darle, darles, las gracias a estos miserables. Tiene cojones, ¿que no?.
Lo que me jode de todo esto es el escaso talento de estos miserables. No me prestan atención. Y mira que se lo digo. A estas alturas de la película ya deberían saber, pienso yo, que se están enfrentando a un hombre, no solo eso: se están enfrentando a un hombre que no tiene nada, o muy poco, que perder (ellos, sí), y que, además, cuenta con todo el tiempo del mundo para rehacer sus fechorías y limpiar sus malas babas. Está claro que yo no soy Mozart (no tengo oído para la música) pero lo que se dice Salieris los hay a punta pala. Para todos ellos, de mi parte, que lo disfruten, este poema:
ALARGANDO LA PALABRA MORIRSE
apuñalarle de frente o por la espalda.
dispararle, envenenarle, estrangularle
con una cuerda, con un cable o con tus propias
manos.
diferentes maneras de matar a un hombre.
pero si lo que deseas es que ese hombre sufra,
pero que sufra de verdad, que sufra como tú,
entonces déjalo, deja
que se muera, que se muera
de viejo.
David González en Sembrando hogueras (Bartleby Editores, 2001).