La encuesta de otoño de 2011, realizada por el instituto CAPDEA de la Universidad de Granada, revela con toda claridad que nada menos que el 60.6 por ciento de los andaluces cree que la democracia es negativa, lo que representa un verdadero problema para la alienada e incompetente clase política española, culpable al cien por cien de ese sentimiento de desprecio creciente al sistema.
Aunque Andalucía, después de tres décadas ininterrumpidas de dominio socialista, sea, probablemente, la región española que ha vivido una democracia más sucia y corrupta, los resultados andaluces son extrapolables a toda España, con muy ligeras variantes, según creen los expertos, entre otras razones porque las encuestas realizadas en otros territorios vienen ofreciendo resultados similares, aunque nunca han sido abiertamente publicados, quizás porque los políticos temen que la opinión pública culpe, con toda razón, a la clase gobernante del enorme fracaso del sistema.
Las causas del desprestigio de la democracia y del rechazo ciudadano a ese sistema son, según la encuesta granadina, la desconfianza hacia la economía, el desprestigio de la clase política y el suspenso generalizado que el ciudadano da a todas las instituciones públicas.
Los resultados, recientemente publicados, no constituyen sorpresa alguna para los expertos y para los sociólogos, que, aunque nunca lo hayan revelado a la opinión pública, llevan mucho tiempo detectando en los sondeos, sobre todo en los estudios cualitativos, ese sentimiento creciente de rechazo, no sólo a los políticos sino también al sistema. Lo único nuevo es que ya empieza a reconocerse públicamente el drama, ante la imposibilidad de seguir ocultándolo.
La directora del Estudio General de Opinión Pública de Andalucía (EGOPA) del Instituto CAPDEA de la Universidad de Granada, Carmen Ortega, afirma con razón que el dato más preocupante del sondeo es que "por primera vez, los andaluces no suspenden sólo a los partidos y a las instituciones, sino también a la democracia".
La afirmación contiene dos errores básicos: ni es la primera vez que eso sucede, ni los ciudadanos suspenden a la democracia, sencillamente porque en España no hay democracia sino una sucia partitocracia que encubre una práctica dictadura de partidos políticos y de políticos profesionales fuera de todo control y freno.