"Ventas, rentas, saldos, hipotekas..." sonaba en la radio del taxi mientras atravesaba la ciudad. Era aproximadamente mediodía y hacía muchísimo kalor, a pesar de mis grandes lentes oskuros, las calles tenían ese brillo especial de los días soleados, lo odié. Abrí mi bolso, rebuské un cigarrillo y lo encendí, succione su humo negro y despejé mi mente de dudas.
Bajé a unas cuadras del puerto, no kería llegar primero, aproveché en kaminar y rekonocer el área, después de todo, este no era mi territorio y si la situación se ponía peluda, debía tener aunke sea una noción de komo eskapar.
Kuando llegué ya estaba Renée, llevaba unos pantalones marrones y una camisa de seda, esa ke le había regalado la ex novia de la ke aún conservaba una foto, sentí una inesperada ráfaga de celos, mis mejillas se sonrojaron por un momento, pero la sangre fría y mi determinación a estas alturas del partido le devolvieron a mi rostro su tez blanka y expresión dura.
A penas puse un pie en el muelle, un carro oskuro y de lunas polarizadas se acerkó a nosotros, de el, se bajó un hombrecito de uniforme negro, gentilmente abrió la puerta y nos sugirió ke subamos. Adentro estaban nuestro “kontakto”, komo siempre llevaba lentes negrísimos ke no permitían ver sus ojos y el bigote muy bien rekortado, se le veía nervioso y me kontagió instantáneamente, komo un virus tropical. A su lado, iba una mujer a kien había visto algunas veces en el “Club Egipcio” iba vestida de manera llamativa, la había visto en diferentes ocasiones sentada en las rodillas del viejo verde-adinerado de turno, sentía un poko de pena y asko hacía ella. Hablaban entre ellos muy bajo y al oído, ella parecía reklamarle algo ke el respondió kon evasivas “no sé, no sé, no sé, no sé…”
Había también una tercera persona, no veía muy bien su rostro, iba sentado en el asiento de adelante y no pareció inmutarse kon nuestra presencia.
El paseo habrá demorado unos 20 minutos, era una pekeña localidad cruzando el puente principal de la ciudad. Parecía desolado y poko seguro, traté de simular mi pániko con el último cigarrillo de la cajetilla. Rebuské las cerillas, también era la última, pensé ke irónicamente la vida me estaba tratando de decir ke era el último cigarrillo, la última cerilla, el último día de mi vida…
Lo encendí, y el fuego kemó rápidamente el papel, el tabaco, la nicotina, el alkitrán… El desconocido volteó raudo y veloz descargó un solo balazo através del cerebro de Renée. La fulana empezó a gritar, mientras ke el “kontakto” se puso verde y vomitó en sus zapatos. Yo bañada en sangre y materia gris, me dediké a disfrutar de akel último cigarrillo y mirar fijamente al desconocido.
Vámonos, me dijo. Tengo ke hablarte de unas
perlas ensangrentadas.