Albarracín es para muchos de lo que lo visitan el pueblo más bonito de España, aunque a los que lo fundaron sobre un risco, rodeado de barrancos y hoces fluviales, debió de parecerles también el más incómodo, pero vamos, no más incómodos que podrían ser Cuenca o Toledo, por ejemplo.
Albarracín es un pueblo fronterizo entre Castilla, Aragón y Valencia, donde recibió varias influencias. Más vertical que horizontal, una amalgama de calles imposibles, cuestas empedradas, estrechos callejones, casas que guardan una coherencia cromática donde el visitante encuentra una arquitectura tradicional serrana, casonas y palacios medievales, grandes balconadas de vieja maderas, portones, herrajes, rejas forjadas, aldabones, hostales rurales, restaurantes y tiendas para turistas sin estridencias, sin llegar a molestar, nada agresivo, todo en su justa medida.
El recinto amurallado debió de ser construído por albañiles escaladores, unas murallas que van retorciéndose por los altos de la sierra pelada.
El paseante de turno merodeará por la pequeña Plaza Mayor, se asomará al mirador sobre la hoz del río Guadalaviar y admirará la bella Albarracín con sus tejados y sus veletas. Deseará subir a lo más alto del pueblo para seguir observando el enrevesado entramado de callejuelas...Resoplará, tomará aire y dirá para sus adentros que es posible de que sea el pueblo más bonito de España.
A unos 5 Km. en plena Sierra de Albarracín, tras un pequeño paseo, por un bello sendero entre pinos y berruecos, en un asombroso paraje, hay cuevas con pinturas prehistóricas que representan escenas de caza y bóvidos paciendo, las llamadas cuevas del Navazo, del Callejón de Plau y de la Losilla.
En definitiva, una visita, muy recomendada, eso sí, pónganse buen calzado y déjense llevar por su generosa gastronomía.
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir con TwitterCompartir con Facebook