Se cumplen cien años de la muerte de Albert Camus, practicamente el mismo día que Twiiter sale a bolsa y al que le sobraron 46 caracteres para informar en un tuit del precio con el que sus acciones debutarían en la subasta de la Wall Street. Los usuarios de Twitter apenas pasan unos 12 minutos al día en la red social: mucho menos del tiempo que pasan millones de personas delante del televisor. Si la Televisión fue un invento fabuloso que se acabó convirtiendo en una caja tonta, Twitter al igual que Facebook es una caja tonta que se quiere vender como fabulosa.
Ahora que se sabe que la Generalitat de Catalunya espia a los principales activistas en Twitter se podrían realizar absurdas comparaciones sobre el precio de nuestros mensajes activistas: cuando escribes un tweet contra la represión policial, al mismo tiempo, estás haciendo ganar a los accionistas de Twitter unos cuantos dolares. Ahora que también sabemos que el CNI vende a la NSA norteamericana nuestros datos a kilo (60 millones de metadatos en un año) podriamos calcular cuantos millones de kilos perdemos de libertad e intimidad cada día y evidentemente lo podemos escribir en Twitter. o en Facebook. El mundo occidental es tan pequeño (global) que la policia y los activistas utilizan las mismas “armas”, o quizás sea al revés, el activismo se ha confudido y utiliza la informática e Internet en forma de fin y no como una herramienta para un fin.
Las palabras que Camus pronunció en 1957, podrían trasladarse perfectamente a nuestros días: “Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea quizá sea aún más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida, en la que se mezclan las revoluciones frustradas, las técnicas enloquecidas, los dioses muertos y las ideologías extenuadas; cuando poderes mediocres pueden destruirlo todo, pero ya no saben convencer; cuando la inteligencia se ha rebajado hasta convertirse en criada del odio y la opresión, esta generación ha tenido, en sí misma y alrededor de sí misma, que restaurar, a partir de sus negaciones, un poco de lo que hace digno el vivir y el morir”.