Año: 2016
Editorial: Navona
Género: Novela corta
Valoración: Pasable
El regreso es una novela corta que narra las vivencias de N. A. Fabris, un exiliado argentino que precisamente regresa a Buenos Aires después de treinta años con el objeto de asistir a la boda de su ahijado. Una vez en su país de origen, se irá encontrando sucesivamente, y uno por uno, con las amistades más cercanas de su etapa previa al exilio. A través de esos encuentros irá rememorando los detalles de aquella convulsa época. En dicho contexto, se desarrollará toda una reflexión acerca de la dimensión ontológica del tiempo, el sentido de la vida y de la muerte, el valor de la amistad y las consecuencias sociopolíticas y humanas de la dictadura argentina.
Quizás tópicos demasiado ambiciosos para condensarlos en apenas cien páginas. Da la impresión de que El regreso apunta muy alto, pero que, a la hora de engarzar ideas tan profundas en el hilo narrativo, pierde fuelle, culminando en un texto que cumple pero que no termina de convencer, ni alcanza la profundidad que se le presupondría.
Es decir, la novela es ágil y se lee con facilidad, hasta cierto punto mantiene la tensión y anima al lector a seguir leyendo. Además, está escrita con corrección y con mimo, y si bien no abunda en complejas construcciones o en el uso de recursos estilísticos, sí mantiene una línea de estilo homogénea y coherente, pulcra, limpia y elegante, que se basta y se sobra para mantener al lector inmerso en la lectura. Por otro lado, los diálogos son naturales y convincentes, están bien construidos y contribuyen de manera lógica al desarrollo de los acontecimientos.
Sin embargo, la obra adolece de ciertos fallos, básicamente en lo referente a la construcción de personajes y al desarrollo mismo de la narración. Respecto a lo primero, ni el protagonista, ni los personajes corales llegan a cobrar la suficiente vida como para tocar al lector, hacerle padecer, entristecerse o alegrarse con ellos, o al menos, creerse las vivencias que cuentan. Y ello porque ni siquiera los propios personajes llegan a creerse del todo lo que están diciendo. Centrándome especialmente en Fabris, el protagonista (puesto que el resto de personajes operan como mero complemento al proceso que vive el principal), parece que su estado anímico se mantiene uniforme durante toda la narración, con independencia de lo que le vaya sucediendo. Da la impresión de que Fabris observa todo lo que le acontece a través de un velo, una cortina o una venda en los ojos, mostrándose incapaz de conmoverse y manteniéndose idéntico a si mismo desde la primera hasta la última página.
Respecto a lo segundo, el desarrollo narrativo, acontece la siguiente paradoja: El regreso es a la vez previsible e inverosímil. Es previsible porque permite al lector anticiparse en todo momento a lo que va a ocurrir a continuación. A modo de ejemplo, y tratando de no descubrir demasiado la trama, hay un personaje, Marta, del que el protagonista se tuvo que despedir al huir al extranjero, y del que ha seguido profundamente enamorado a lo largo de los años. Pues bien, resulta demasiado evidente, desde que el protagonista se encuentra con la primera de sus amigas, que ese otro encuentro, el encuentro con su amor de juventud, tarde o temprano va a acontecer. Ocurre del mismo modo con los sucesivos encuentros con la totalidad de sus antiguas amistades. El final mismo de la novela, que pretende introducir un giro dramático en la narración y sorprender al lector, es enteramente previsible, además de tratarse de un recurso que ha sido ya empleado hasta la saciedad en libros, películas o series de televisión.
Y pese a todo, la novela es inverosímil. No sólo por la impasibilidad del protagonista ante el desarrollo de los hechos, sino también por la manera en que los hechos se desarrollan. Al margen del traslado desde el aeropuerto a la ciudad, y de las últimas páginas de la novela, toda la obra transcurre en una misma calle, calle en la que sin solución de continuidad se van produciendo los diversos encuentros y las conversaciones que el protagonista tiene con el resto de personajes. En una ciudad como Buenos Aires, una de las más pobladas del mundo, resulta muy poco creíble que uno pueda encontrarse (en una misma mañana) con tantísimos conocidos, además uno detrás de otro. Es cierto que todo ello se explica al final de la novela, a modo de Deux ex machina, pero una obra debe ser verosímil de principio a fin. Esta problemática, en mi opinión, se podría haber resuelto de dos maneras, o bien dotando al personaje de más matices y permitiéndole al menos sorprenderse con lo que le iba pasando, o bien dotando al espacio ficticio de la narración de mayor rango de acción, y estableciendo cauces físicos entre unos encuentros y otros.
No obstante, conviene resaltar la dificultad del proyecto que se propone Manguel. Como decía al principio, el trasfondo filosófico de El regreso es sumamente ambicioso, pretendiendo abarcar temas tan complejos como el carácter del tiempo, la política o las relaciones humanas. Y es cierto que la novela mantiene un tono homogéneo, se lee con facilidad y, pese a las dificultades mencionadas, es capaz de mantener cierta tensión narrativa y generar cierta inquietud en el lector, forzándole incluso a reflexionar sobre todos esos tópicos, especialmente si no se los había planteado antes. En mi opinión, es muy destacable la voluntad de introducir cuestiones tan importantes en una obra de ficción, y resulta necesario reconocer la dificultad intrínseca en un proyecto como este, así como el mérito que conlleva el mero planteamiento estructural de El regreso.
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