En primer lugar, quiero pedir disculpas a nuestra numerosa concurrencia por el absentismo laboral del sábado. Ineludibles compromisos familiares.
Al lío. El Mundial no está siendo gran cosa, así que hoy hablaremos de los árbitros. Por lo general, el nivel de los colegiados en el evento sudafricano está siendo nefasto. En el Brasil-Costa de Marfil del domingo, Luis Fabiano hizo el 2-0 tras controlar dos veces con la mano. Ríete tú de lo de lo de Henry en la repesca entre Francia e Irlanda. El trencilla, un tal Lannoy -francés, curiosamente-, pasó por alto dos entradas criminales de los marfileños -Elano acabó lesionado por un tremendo plantillazo en la tibia-, y acabó expulsando a Kaká, que firmó un partido medio decente, por un par de nimiedades.
Unas horitas antes, Italia salvó el pescuezo gracias a Carlos Batres, colegiado guatemalteco (nivelazo) que señaló penalti por un infame piscinazo de De Rossi. Hubo contacto, pero el fútbol es un deporte de contacto. Y si eso roce hace que un tiarrón como De Rossi se vaya al suelo, el italiano debería someterse ya a un chequeo completo. Anemia galopante, quizá.
En fin, arbitrajes nefastos en el día en que Brasil selló su pase a octavos e Italia volvió a sobrevivir pese a tener la marca de la soga en el cuello.
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