Alcalá del Júcar, el pintoresco balcón que mira a su río

Por @asturiasvalenci Marian Ramos @asturiasvalenci
Impresiona Alcalá del Júcar cuando vamos nos vamos acercando y va a apareciendo poco a poco como un balcón asomado a su río. 




Vamos a recorrer uno de los pintorescos pueblos de Albacete con blancas casas incrustadas en la montaña vigiladas por un castillo en lo más alto; un entrañable puente de piedra, paso obligado del Camino de Santiago y un sencillo recorrido ribereño que nos va a ofrecer el canto del río Júcar. En su interior, en ese entramado irregular de sus calles, unas cuevas que nos permiten atravesar la montaña y aparecer en el otro lado del la hoz.



Y acostumbrado a discurrir entre estrechas paredes calizas, el Júcar quiso dibujar un gran meandro para que la capacidad del hombre y su ingenio se adaptara en esta naturaleza tan complicada. Una villa vigilante de caminos fronterizos entre Castilla y Levante que fue aduana y sufridora de graves conflictos bélicos.

Pero hoy se muestra tranquila, soleada y dedicada al turismo rural ya que, tanto sus cuevas como las posibilidades de realizar actividades en la naturaleza, resultan atractivo suficiente para perderse por estos rincones.


Alcalá del Júcar también se encontraba en el itinerario de aquellos gancheros que se jugaban la vida cada vez que trasladaban las maderadas en los ríos. Un transporte a través del cauce fluvial que ayudó a superar muchos de los caminos que eran prácticamente intransitables. Troncos que eran llevados a los astilleros levantinos. Mientras paseamos por el cauce del río y miramos hacia el pueblo da la impresión de que sus casas se van desperezando en pendiente hacia el castillo. Muchas de sus fachadas miran a los dos lados de la hoz. Montaña perforada como si se tratara de una gran esponja.



Un paseo ribereño al que podemos dar descanso si nos apetece en su playa natural sin perder de vista esa pequeña isleta y su puente de piedra. Aunque también podemos sentarnos en la hierba para relajar nuestra mirada con el suave traqueteo del agua y su golpeteo en los pilares del puente. Un puente que se convirtió en aduana entre los siglos XIV y XV al ser paso obligado del Camino Real de Castilla y que tuvo que ser restaurado en diferentes ocasiones debido a la fiereza del Júcar.


Puente que sirve para que el peregrino del Camino de Santiago siga en ascensión hasta Las Eras y Casas Ibáñez. La Ruta de la Lana fue muy utilizada entre los siglos XVI y XVII por ganaderos y comerciantes que desde Alicante llegaban a la capital comercial, Burgos. Desde aquí la ruta enlazaba con el camino francés.


Atravesamos el puente y una pendiente bastante pronunciada nos recibe. De esta forma, Alcalá del Júcar se nos muestra como es: de trazado medieval apenas sin remodelar; de calles muy empinadas, cortas y obedeciendo a la pendiente de la montaña.

La iglesia es el primer monumento que vemos en el interior del pueblo. Un edificio religioso que tardó dos siglos en finalizar y que mezcla diferentes estilos arquitectónicos.


Vamos a entrar en dos cuevas: el Diablo y Garandén. Interesante conocer que el itinerario incluye una consumición, las dos cuevas y la entrada al museo del cine.




Varias fotos nos llaman la atención…Avanzamos por un largo pasadizo en semipenumbra. Con las paredes excavadas en la roca. Hace una temperatura agradable. Dicen que se mantiene todo el año así: cálida durante el invierno y fresca en el verano. Oímos música de fondo. Unas agujeros excavados en la roca nos dejan ver que al otro lado hay una discoteca muy peculiar. Llegamos a la cueva ya con luz natural porque está orientada hacia la hoz. De hecho, un mirador nos ofrece un paisaje de vértigo sobre el barranco y el río.




Esta es la cueva del Diablo. Arriba se encuentra Garandén. Las dos fueron explotadas por un almanseño. Un hombre de carácter muy abierto, novillero, poeta y coleccionista que cuando conoció Alcalá del Júcar percibió que existía un potencial turístico en torno a las cuevas. Se encargó de ampliarlas y acondicionarlas para que las pudiéramos visitar, tomar una copa o disfrutar en la discoteca.



Hay un montón de objetos diferentes entre mesillas y estanterías con fotos muy antiguas, billetes, monedas, poesías, aperos de labranza que van decorando la cueva. Las cuevas del Diablo fueron excavadas en plena montaña a principios del siglo XIX para dedicarlas como alacena y palomar.


Para llegar a la cueva de Garandén nos hace falta una linterna que alumbre el pasadizo que se encuentra totalmente a oscuras. Subimos por una escalera con  tramos de altura.Ascender a esta cueva es retroceder a la época en la que era utilizada como control de aduana hace 750 años.



Aquí, los guardianes de Garandén, se escondían en el pasadizo de 170 metros de longitud para evitar que nadie pasara sin pagar el tributo correspondiente. Esta es mucho más pequeña y también tiene un mirador pero está enrejado y no nos permite ver más que el paisaje que tenemos frente a nosotros. Nos queda la visita al museo del cine. Un lugar un poco peculiar donde, además de lo propio de una sala de cine, proyector, gallinero, barra de bar y asientos, vemos un toro y un avestruz disecados…


Seguimos callejeando y ascendiendo hasta el castillo y su torreón con torrecillas circulares en sus esquinas. Tiene horario de visitas.


Desde aquí vistas increíbles hacia el pueblo, el cauce del río y las cuevas que existen en la montaña al otro lado de la hoz. Y entre las piedras del castillo surge una leyenda de una muchacha llamada Zoraida.Una princesa cristiana de la que se prendó el moro Garandén quien apresó y encerró en el castillo con la intención de que renegara de su religión para desposarse con ella. Dicen que Zulema prefirió saltar al vacío y despeñarse.



Alcalá del Júcar es uno de los pueblos pintorescos de Albacete. Una villa que fue declarada Conjunto Histórico Artístico en el año 1982 y premiada por Philips a la Mejor Iluminación Artística (1986) detrás de la Torre Eiffel y la Gran Mezquita de Estambul. 
Y como nos hemos quedado con la inquietud de conocer más rincones de esta bella provincia lo hacemos gracias a Miguel en Ruta