España no es Alcatraz. La fuga es aquí es fácil, una invitación a la aventura, solo hay que romper los barrotes mentales y, para no reconocer la incompetencia, los alcaides la tapan bajo el eufemismo de “movilidad exterior”. Así lo hizo la ministra de Desempleo en su día, Fátima Báñez, que debe llevar su cartera del ministerio llena de escapularios y postales de vírgenes desconsoladas e incomprendidas, atrapadas bajo un cierre de click que logran salir del ostracismo gracias a la marioneta Báñez.
La aventura de ser joven, o maduro, o viejo pasa por sobrevivir. Si para ello hay que irse, pues se va, sin lamentos del padre. Nos prometieron, de palabra que se ha llevado el viento, que la vida era una inversión de la que cada día se sacaba rédito. El problema, como con las preferentes, fue no leerse ni entender la letra pequeña. A algunos, cada vez más, les está saliendo muy cara la aventura y les sale a pagar. Y si en Italia lloran la partida del hijo hacia otras tierras, aquí el vicesecretario de Estudios y Programa del PP, el oxímoron Esteban González Pons, dice ahora que salir a trabajar a la Unión Europea “no es trabajar en el extranjero”. Italia pide perdón a los suyos, a los exiliados forzosos, pero aquí nadie se siente culpable del estropicio, nadie asume la responsabilidad, algo difícil cuando el problema de fondo es la falta de conciencia. La aventura también es quedarse y, de seguir así, trabajar en España sí va a ser como salir al extranjero, concretamente a Bangladesh.