Ambientes diurnos y nocturnos
Innovadora por su clasicismo —a la manera de, pongamos por caso, las películas de Clint Eastwood—, la novela de debut de Manu López Marañón es un acercamiento intenso y concienzudo a unos espacios y momentos mil y una veces evocados. La Transición en nuestras ciudades es un entorno con infinitas posibilidades en el terreno de ficción.Alcohol de 99º abarca más de dos décadas y retrata con precisión galdosiana y calado poético cada detalle. Las gentes, las calles y los ambientes diurnos y nocturnos de Barcelona y Bilbao —con algunos escenarios internacionales— son retratados con generosidad e imaginación, alcanzando así el protagonismo en estas páginas, por encima incluso de trama y argumento.
Manu López Marañón sabe dar dimensiones y profundidad a historias que en manos de otros, nos parecerían ya vistas y oídas. Con gran habilidad y bisturí de cirujano se adentra en las vidas de un grupo de delincuentes, huyendo tanto de la condena paternalista como de la exaltación populachera tan habitual desde las películas de Eloy de la Iglesia, tan fácilmente continuada en la actualidad. Lo de Manu es un trabajo literario: seducirnos por la dosis de realidad y la capacidad de detalle que encierran esas andanzas, sin preocuparse por la calidad moral de esos comportamientos, que leemos con sorpresa y un punto de fascinación.
devolver sus perfiles a los pícaros de la Transición
Pese al tremendismo de algunas de las circunstancias y ambientes relatados, el distanciamiento y a veces el humor del autor nos acercan a los bajos fondos con familiaridad. También contribuye la creatividad de su prosa y sus metáforas. La limpieza y sencillez de su estructura da a Alcohol de 99º el empaque de un clásico: apostando por la claridad expositiva y el interés que despierta el argumento, Manu López se puede desentender de ingenierías narrativas, puntos de giro o golpes de efecto. No los necesita para sumergirnos en esas calles, en esas cárceles y reformatorios.
Queda Alcohol de 99º como una muestra inteligente, que no intelectualizada, de literatura a pie de calle, una forma de devolver sus perfiles, sus grandezas y miserias a unos personajes, los nuevos pícaros que azotaron la Transición. Para completar el plan el autor no necesita coartadas. Simplemente se sienta, evoca, repesca recuerdos en conversaciones con viejos conocidos... y se compromete a no dejarse seducir —no del todo— por los cantos de sirena de la ficción. Porque —parafraseando a Pedro Costa— la historia de una ciudad es también la historia de sus delincuentes.
Oblicuas, 2017
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David G. Panadero