“Sólo quiero aprovechar la coincidencia para admirarla.”
(Jorge Franco)
Voy a contarte una verdad. Porque para eso están las verdades; para contarlas, revolverlas, recortarlas, estirarlas, abandonarlas, esconderlas o evitarlas. Al fin y al cabo, verdades nos sobran siempre a todos.
Voy a contarte una verdad como quien cuenta una historia. Una obviedad de esas en las que asientas con la cabeza mientras leas y que no recuerdes en el primer tropezón que des después de leer. Dame un momento para divagar sin perder la esperanza de que, quién sabe, en alguna parte de este embrollo de letras nos guiñemos un ojo.
Déjame contarte que, sin saber yo ni más ni menos, la vida es así.
– Así, ¿cómo?
– Pues así. – (Y al decir eso hay que encogerse de hombros).
Conste que con esto no estoy admitiendo que dejes al devenir venir a su ritmo campando a sus anchas ni que parpadees siempre a la misma velocidad. Simplemente, cuando ordenes sueños, suelos, techos, metas, salidas, entradas, valores, escalas y alrededores, deja un hueco entre ellos.
Porque aunque nunca te haya pasado puede que ese día que llevas preparando tanto te salga un grano. Puede que se nuble o que ocurra todo lo contrario. Puede que enfermes en las vacaciones o que ese año que no tienes planes sea un planazo.
Y puede ser también, que aunque los índices de idoneidad digan que te sobran 10,3 kilogramos, una mañana te levantes en bragas y no veas un cuerpo ideal, pero sonrías y reconozcas que el que llevas no está tan destartalado.
Puede que en una de las curvas de la espiral reconozcas que cerrar la puerta no tiene nada que ver con dejar de esperar o no detrás, que tampoco depende de bajar o subir las persianas, y puede que en ese mismo instante tiembles al reconocer que hay adioses que no significan nada o recuerdes cómo sonó aquel portazo.
Y quizás tengas la suerte de cruzarte con ese momento en el que ves como mira el mundo y dejes de luchar porque te vea. Puede que alguien rete la fama del lunes y te sonría.
De siempres y nuncas está casi todo dicho; y sobre los por, para, según, sin y durante que los acompañan más o menos lo mismo. Así que esta parte nos la saltamos.
Que los puntos finales, seguidos y suspensivos suban, bajen y se meneen a mitad de renglón forma parte del baile. Verás que hay promesas que se hacen viejas cada noche y otras que se hacen más mayores cada mañana sin cumplir.
Habrá un momento que para sufrir la cama vacía te sobre más de la mitad de una de noventa y otras veces entenderás todo lo que le cabe al rinconcito del sofá si nos colocamos bien.
Cualquier día reconoces que el humor de la mañana no depende de dormir con el hombre de tu vida ni de pies izquierdos o derechos. Y ojalá conozcas muchos de esos de enfriarse el café porque remoloneas más en soñar despierta que dormida. Y ya puestos por qué no, búscale todos los sentidos a eso de la pierna suelta.
De un martes de agosto a un domingo de octubre en un pestañeo fugaz y ralentizado. En algún momento te pasará el tiempo por encima sin escucharte decirle que sabes hacer dos cosas a la vez.
De lo que quieres ser, de lo que ha de pasar, de lo que tenemos que hacer y unas cuantas casualidades de por medio.
No te preocupes y no te sorprendas. Aunque te sepas el orden de la lista de reproducción al dedillo, en cualquier momento salta tu canción y acierta el aleatorio.
Y es que la vida es así.
– Así, ¿cómo?
– Pues así. – (Recuerda que hay que encogerse de hombros).
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