-Un músico escribe una canción, la registra, la hace famosa y entonces, cada vez que ésta se reproduzca, cobrará unos derechos por utilizar su propiedad intelectual -nos explicó Elena durante el café de hace unas tardes. No tiene nada que ver con la propiedad intelectual de los científicos.
-¿No? -preguntó Beatriz.
-No. Cuando un científico escribe un artículo y decide enviarlo a una revista para publicación y ésta lo acepta se olvida de sus derechos autor, que le quedan cedidos a la revista en cuestión.
-Pero cuando, como lector, quieres un artículo científico tienes qué pagarlo. De ese dinero, ¿nada recibe el autor?
-No, nada. Incluso en algunas revistas, el autor debe pagar cifras de hasta tres ceros.
La situación es injusta. Tanto el músico como el científico quieren que sus trabajos sean reconocidos. El músico recibe una parte de los derechos de autor por el uso de su propiedad intelectual; el científico no recibe nada al haber cedido sus derechos. Ni siquiera una copia gratuíta de la revista donde ha publicado su manuscrito.
-Y los músicos encima se quejan -apostilló Elena.
Jamás me he planteado recibir dinero por una de mis publicaciones; me contento con que algún día le puedan servir a alguien. Pero tampoco me había comparado nunca con un músico. Es verdad que mis artículos no están en revistas de factor de impacto, pero, en el caso de Elena, que ha tenido que pasar jornadas de noche a noche de laboratorio de lunes a sábado, y además ir a alimentar a los cientos de peces cebra que componen su experimento todos los domingos a lo largo de cuatro años, la situación parece más injusta.
El resultado es este excelente artículo en Current Biology acerca de la orientación de la división celular en el tejido neural embrionario, mil veces más valioso y mil veces menos conocido que cualquier canción de la radio.
Hay cosas que parece que aún no cambian: seguimos tratando a la científicos a pedradas, sin reconocer lo que valen.
Foto: El Poliwhirl de Elena mira los peces cebra a través del cristal de su acuario.