Alejandro Sanz: "Me llevo Alcalá conmigo"

Publicado el 06 septiembre 2010 por Enriquealcina
"¿Dónde estoy? ¡No es Washington, no es Nueva York, estoy en Alcalá!" Buscando un cuelo en el cielo, llueven estrellas del mastodóntico escenario y Alejandro Sanz, en la tierra de su madre, provoca la excitación general y se encienden todos los celulares, todos los deseos digitales. Un montón de horas antes, camino del concierto, arriba los corazones, el pueblo vive un ambientazo de categoría mientras los más ansiosos guardan kilométrica cola pegados a la pared, el bar de junto del estadio hace las américas y uno de los voluntarios de los aparcamientos habilitados para la ocasión justifica el precio, los tres euros "van para una Cofradía". En la urbe, más allá de nuestras mentes diminutas, los sablazos también duelen, como el placer. ¿Qué pensaban, que el paraíso era gratis?
Una feria, oiga, Afuera, la gente se avitualla en los chiringos, nada caros. La gente lo vive, lo bebe, y luego lo cantará y lo bailará todo, conjugará los mejores verbos. Un grandes éxitos del verano serrano. Al carajo la crisis. Y como suele ocurrir en este tipo de finales, más emoción que buen juego. Alejandro entra en el estadio a las 18,50, alaridos de pasión, "qué guapo", y una chica medio loca muestra a todos la foto, su ídolo conduciendo un pedazo de mono-volumen, ya la habrá colgado en el "caralibro" para envidia del planeta. A los cinco minutos, el artista prueba sonido y la mayoría absoluta femenina abre la sesión de karaoke desde la calle. Matones de tres al cuarto, picoletos de todas las hechuras, el cuerpo de bomberos al rescate. Apenas queda cobertura, si no hay wifi nos vamos, y Alejandro Sanz farfulla el "Cuando nadie me ve", una especie de homenaje a la TDT de las narices, la tele tartamuda, mientras entran los vips de medio lao. Hay quien dice que ha visto a Bibiana, hay quien asegura haber conocido ayer a Shakira en la playa de Zahara. Hay quien dice que Cádiz no tiene fiestas. A las ocho abren las puertas, salvo para los molestos reporteros, que entran al final, por nones, tratados sin compasión. Peor aún, conminan a los molestos fotógrafos profesionales a disparar desde la torreta central y mesa de sonido, a excesiva distancia para trabajar en condiciones. Al tiempo, los aficionados hacen fotos a tropel desde todos los costados del universo. "Si tú me lo pides no me caso", reza una pancarta. El estadio no presenta, ni por asomo, el lleno absoluto que auguran los pregoneros de localidades agotadas, si acaso un poco más de media entrada en el césped artificial, miles de personas, pero no calculen ocho mil. Misterios, enigmas de la vida alegre y divertida. Los políticos se arrejuntan y se apretujan y se arremolinan en el cielo vip, aunque esta vez parecen cómodos lejos de los flashes, de ahí que la canalla se ubique a la distancia del olvido. Cuentan que alguien ha pagado doscientos euros por una zona paraíso. Canta la telonera, Sara, la hermana de Paz Vega, con su corazón de luna llena, lolailo, alejandrado, sin comentarios. Abajo, tres euros por un vaso de cerveza, diez euros la maceta, a cara de perro. El grito en el heaven. El viento de Levante impide desplegar las pantallas de efecto 3D, tres palmos de narices, el espectáculo se resiente por esta circunstancia. Y ahí es donde Alejandro pregunta: "¿Dónde estoy?"
Peter Punk no suena mal, a lo largo del concierto algunos temas salen mal parados, pero en general se entienden hasta las letras desde el fondo del estadio, todo un lujo en este tipo de recitales al aire libre. Alejandro se confiesa de primeras al pueblo donde se crió, parte de su repertorio cobra nueva vida. "Lo que fui es lo que soy", algo así como "somos lo que comemos". Y el cantante, harto elocuente con los suyos, como si fuera la última vez, abre su corazón: "No hace falta que diga lo importante que es esta noche para mí. La mitad del público me puede ver gratis en la reunión de Navidad", bromea en torno a su amplia familia que asiste en pleno al espectáculo. "Aquí empezó todo, entre este bendito Alcalá y Algeciras", guiña a las raíces materna y paterna, no sin antes subrayar: "Igual es nuestro concierto más grande y hermoso de la historia, éste es el concierto, se lo digo de corazón. Va por ustedes". Por eso se emplea a fondo, pugnando contra las condiciones especiales del recinto, a la postre el concierto más humilde de la gira se come al más mediático, ni ni leches, pura pasión a raudales. Aunque hay quien se queda con ganas de "algo" más que no sabe explicar. La gente de la gran ciudad, que es muy exigente. Por cierto, cinco "moniatos" un bocata, el doble que los "pepitos" en zona terrenal. Será el iva del paraíso.
Alejandro alterna nuevos y viejos temas, alarga algunos de ellos quizá en exceso, y la banda se muestra poderosa, incluido su guitarrista con ínfulas rockeras. Surge "Corazón partío" a la tercera de cambio, sin anestesia, la gente entrega entonces todas sus emociones por adelantado, baila una rubia de Protección Civil y salta a la escena Manuel Carrasco, que borda el susodicho "Cuando nadie me ve", toma del frasco, la cosa se pone un poquito "españoles en el mundo", riman la brisa y la sonrisa, el cantante rinde tributo a las mujeres valientes, luego convida a David de María, ambos comparten su gusto por el estilo baladístico italiano, la quiero a morir, que tanto encandila por estos lares, ahora las riman casan atrevimiento con sentimiento, el tercer invitado especial se llama Junior, gran rapero sevillano, que parte la pana y trianiza el reggae "Mala". Alejandro canta con intensidad, con los años modula y vocaliza mejor, y quizá se sienta más embargado por la emoción que su entregado público, aunque no más que la madre que le parió, la verdadera vip de la noche.
No es lo mismo. Bandera andaluza al aire. Alejandro exclama, en lo mejor del querer: "¡Me llevo Alcalá conmigo, donde quiera que vaya!", y la gente se retuerce, oiga, un mar de brazos, un "bueno, vale", bailoteo a tutiplén, un lindo piano dominicano y más cháchara: "Estoy escribiendo una chirigota, pero no la voy a acabar", suelta Alejandro antes de ofrecer su particular homenaje a los Yesterday de Juan Carlos Aragón. "Ayer me di una vuelta por Alcalá, por la noche, y visité la Virgen de los Santos. Está bonito Alcalá, eh?" División de opiniones. "Pues yo lo veo muy bonito, ustedes sí que saben de paraísos". Y suena el paraíso, claro, sin Alicia Teclas. A veces se confunde el buen sonido con la estridencia. A las doce, los bises. Hasta las dos horas de concierto, popurrí de remate, éxtasis colectivo y fatiguita final, atasco en el paraíso, ¿no lo sabe ya? Las cosas que trae la gente de la gran ciudad. Por una vez, colapso feliz en lo alto de la gloria. A la salida, churros con chocolate y las curvas de la presunta felicidad, el cielo abierto por Paterna. Ya cantó el niño. Septiembre, Cultura, Diario de Cádiz