Una cosa fue el diseño del problema y otra bien distinta, la implementación. Tengamos en cuenta que mientras esbozaban el mapa alemán, el Ejército Rojo corría a la desesperada, sin reparar en costes humanos (no sólo de los propios, sino ajenos: el Ejército Rojo se quedó de brazos cruzados mientras las SS aplastaban el levantamiento de Varsovia), hacia la toma de Berlín. El tío Joe tenía mucho interés en dar una gran victoria moral a un país que se llevó la peor parte de la guerra, además, existía mucho interés en obtener los incipientes desarrollos nazis de La Bomba (Beevor 2006). Otro factor que apuraba a la horda bolchevique fue el dejar bien claro que tras la guerra, con un Imperio Británico hecho pedazos y unos EE.UU. muy lejos, Europa les pertenecía.
Así, el territorio ganado por los rojos, pasó a ser la parcela personal de Stalin. Con la excusa de las reparaciones de guerra, fábricas alemanas fueron empaquetadas y enviadas al este. La mayoría no volvería a producir ni un tornillo. Los territorios alemanes al este del Oder fueron repartidos entre la URSS y Polonia. Hubo más de diez millones de refugiados que se unieron a los que aún tuvieron la oportunidad de escapar de la zona soviética de ocupación. Los alemanes probaron de su propia medicina.
El caso es que los aliados querían que Alemania se recuperase lo suficiente como para poder comenzar a pagar reparaciones de guerra. Para ello, el Consejo de Control de las tres potencias ocupantes y Francia, planificó la nueva Alemania como un todo. Pero la planificación a los pocos meses se fue a tomar gárgaras.
Mientras la URSS enviaba a cientos de miles de prisioneros de guerra (alemanes, polacos, ucranianos...) a industrializar el inmenso este ruso sin hacer mucho ruido, al mismo tiempo trataba de ganar la batalla de la propaganda. Una de las primeras cosas que hicieron los rusos en Berlín fue poner a funcionar el tranvía
Una cosa es que el tranvía funcione y otra muy distinta dejar que los alemanes se suban.
Como contraejemplo, los yanquis se dedicaron a proporcionar alimentos y medicinas al mismo tiempo que llevaban a cabo un ambicioso programa de desnazificación y purgas (sólo en su zona, recogieron doce millones de Fragebogen, que me recuerdan vagamente al cuestionario que tienes que rellenar cada vez que vas a EE.UU.). Los americanos sabían que tenían que contar con los alemanes antinazis para reconstruir Alemania. A los rusos eso no les preocupó demasiado: podía darse el caso de ascender en la Alemania nazi y luego ser un gran prócer de la futura RDA. Los commies eran prácticos y las leyes estaban para servir a sus intereses y no al revés.Que hicieran eso mientras Inglaterra seguía con la cartilla de racionamiento, no les sentó muy bien a los occidentales. El 3 de mayo de 1946, los americanos dejaron de enviar víveres a la zona bajo control soviético. Es sorprendente que tardaran un año en darse cuenta de que uno no se puede fiar de los comunistas.
Mucho se ha hablado en occidente del origen de la guerra fría desde el punto de vista occidental. Desde el punto de vista ruso, la incapacidad de sacar más provecho económico de su conquista, debió de sentarles como un tiro. Si a eso le unimos que convertir su zona de ocupación en una inmensa cárcel -no podían políticamente hacer otra cosa- mientras la zona occidental se abría, resultó en una visible diferencia de prosperidad, no nos extrañe que se pusieran a la defensiva.
Winning.
Parte de la tímida recuperación económica de la Alemania occidental, se debió a que los americanos decidieron no hacerle mucho caso a lo acordado en Postdam. En general, nadie le hacía caso a Postdam, pero al menos mantenían las apariencias. Los yanquis decidieron esta vez ser más prácticos: una Alemania arruinada jamás pagaría ninguna reparación de guerra, y no sólo eso, sino que no podría constituirse en un colchón frente al despiadado comunismo que iba ganando sorprendentemente elecciones en países donde había unidades del Ejército Rojo. Elecciones que ganaban, democracia que caía, claro. Aún hoy hay quien se queja de que se manipularan las elecciones italianas de aquella época. Y a punto estuvo el mundo libre de perder Austria también. Pero esa es otra historia.Como decía, los americanos pasaron de Postdam y dejaron que los alemanes tuvieran elecciones más o menos libres. Se encargaron de que hubiera un fuerte partido de centro izquierda con solera y un gran partido de centro derecha que alejara posiciones extremas. A continuación, y bajo supervisión, dejaron que en el plano económico, los alemanes pudieran gobernarse a sí mismos. La zona británica imitó el modelo y se abrieron las fronteras entre las dos zonas.
James F. Byrnes, a la sazón ministro de exteriores americano, pronunció un discurso importante en septiembre del 46. Venía a cambiar la política americana hacia Alemania. Ese fue el fin definitivo de la Europa de Postdam y un cambio de táctica de 180º: primero, dejar que los alemanes reconstruyan Alemania, después, las reparaciones. Claro, esta política chocaba frontalmente con la soviética que consistía en explotar de forma imperialista su cacho de Alemania. A Byrnes le sucede el general Marshall. El viejo soldado nos salió con un plan.
La zona occidental alemana recibió ayudas del Plan Marshall. El caso es que 1947 había puesto de manifiesto las carencias de Alemania. Tras más de dos años de ocupación, y una vez que los aliados occidentales pusieron las cosas en común, se dieron cuenta de hasta qué punto Alemania estaba destrozada no sólo por la guerra, sino porque no había ningún indicio de recuperación fiable más allá de la ayuda externa. Aquí conviene hacernos una pregunta: ¿por qué se perdieron esos dos años?
Reichstag, 1946.
Para sustituir al marco del Reich en 1945, los aliados establecieron una moneda emitida por el Consejo de Control. Los americanos fijaron su tipo de cambio con el dólar y dejaron unas cuantas placas a los ruskis (Dill 1961). Claro, las máquinas de los rusos empezaron a echar humo. El valor de esa moneda pronto cayó tanto que en la calle la gente usaba cigarrillos como nueva moneda. El problema de la moneda era un impedimento crucial para la recuperación.Así, los aliados occidentales establecen una nueva moneda con un nuevo tipo de cambio respecto a los viejos marcos del Reich. Los pocos ahorradores se verían perjudicados, pero la inmensa mayoría de alemanes vieron cómo los precios se estabilizaban. Un alemán en 1948, necesitaba prácticamente de todo. El dinero del Plan Marshall contribuye a poner los pilares de un nuevo tejido industrial que contribuiría de forma palpable a satisfacer el nuevo consumo alemán.
Pero el nuevo marco no podía ser un instrumento independiente para la recuperación. Siguiendo la nueva política americana, los alemanes deberían de poder dirigir su economía. Por ello reunieron a representantes de EE.UU., Reino Unido y Francia en Londres para sentar las bases de una nueva Alemania independiente en la zona occidental. A los soviéticos les pareció fatal que no les invitaran y decidieron cortar las comunicaciones terrestres con Berlín Occidental. Comenzaba la Guerra Fría.
Viendo lo del Puente Aéreo, los rusos tenían que intuir que tarde o temprano iban a perder.
¡Ay, qué sería de Alemania si nadie les echara una mano! ¡Y qué sería de nosotros sin Rossellini para recordárselo!