Alemania: Heidelberg y Schwäbisch Hall. Dos preciosas ciudades de Baden-Wurtemberg que no te puedes perder

Por Elcalderodenimue @CalderodeNimue

La región de Baden-Württemberg, situada al sur-oeste del país, lo tiene todo.

La Selva Negra, los valles del Rin, el Danubio y el río Neckar, el Lago Constaza son solo algunos puntos fuertes de los atractivos naturales de esta región. Pero también cuenta con interesantes destinos turísticos urbanos, tanto de ciudades como Heidelberg, que cuenta con la universidad más antigua de Alemania, como de pueblos medievales de cuento, como Schwäbish Hall, uno de los lugares con más encanto de este estado.

Para recorrer esta región nos dejamos guiar por las sugerencias de nuestros queridos anfitriones, que pusieron Heidelberg arriba en la lista y sobre todo por los consejos que amable y desinteresadamente nos dio Flavia de Flavia Around the World que nos llevaron a poner Schwäbish Hall en la ruta aunque supusiera un desvío y no poder llegar a Frankfurt, que había sido nuestra primera idea. No nos arrepentimos, pues nuestras dos primeras visitas en Alemania nos enamoraron.

Qué ver en Heidelberg

Partiendo desde Stuttgart, la capital del estado de Baden-Württemberg, son apenas 125km hasta la preciosa ciudad de Heidelberg. Es una ciudad con mucho ambiente universitario, y no es de extrañar porque de hecho es hogar de la universidad más antigua de Alemania.

La preciosa Altstadt (casco antiguo) barroca ya merece la pena una visita y es donde se concentra la vida callejera de la ciudad. En el centro de la plaza está la fuente de Hércules donde, en la Edad Media se encadenaba a los ladrones en una picota como castigo por sus crímenes.

En la misma plaza encontramos la Heiliggeistkirche, la iglesia del Espíritu Santo, qué en el siglo XV servía tanto para protestantes como para católicos, aunque actualmente es de culto exclusivamente protestante. Llama la atención que todo al rededor se multiplican los bajos y locales de tiendas de recuerdos que nacen directamente de las paredes del templo.

Se puede subir al campanario para ver la ciudad desde lo alto, pero las vistas verdaderamente bonitas de Heidelberg son las que se disfrutan desde los jardines del Schloss Heidelberg, el castillo que domina la ciudad.

Las imponentes ruinas se contemplan desde el casco antiguo y ejercen su atracción sobre el viajero que se ve impulsado a subir las empinadas cuestas que lo llevarán hasta la cima.

Una vez allí, podemos pagar los 7,5€ de entrada para ver el castillo (nosotros no lo hicimos), o simplemente pasear por los extensos jardines y contemplar las imponentes vistas de la ciudad, la iglesia del Espíritu Santo y el río Neckar.

También hay varios paseos que hacer a través de los densos bosques que rodean la ciudad (viéndolos, se entiende que la ciudad se fundara como lugar de culto celta), como el “camino de los Filósofos”, al otro lado del río y que atraviesa torres, ruinas, y hasta un anfiteatro de la época nazi.

El tema del aparcamiento está complicado. Al menos nosotros no encontramos un sitio donde aparcar sin tener que pagar y que estuviera medianamente cerca del centro. Cómo disponíamos de poco tiempo, decidimos no perder más tiempo dando vueltas buscando y pagar luego los 3 o 4€ del aparcamiento.

Qué ver en Schwäbisch Hall

Esta encantadora ciudad, no es tan conocida como su vecina Heidelberg (110km), pero no me puedo creer que la edición de la Lonely Planet de “Lo Mejor de Alemania”, ni la mencionara aunque fuera de pasada.

Como ya hemos comentado, fuimos por recomendación de la autora del blog Flavia Around the World, y es uno de los pueblos más bonitos que hemos visto en esta región.

Como llegamos ya algo tarde al pueblo, nos encontramos la oficina de turismo cerrada, pero al rededor de todo el Altstadt se encuentran mapas que destacan los puntos más interesantes.

De todas formas, es que es un pueblo donde TODO es bonito, cada casa, cada esquina, parece sacada de una novela de la saga de la Dragon Lance o de alguna obra de Tolkien. Yo para mi estaba en Bree. Sus casas típicas de colores preciosos con entramados de madera, sus calles adoquinadas o las vistas desde los puentes que cruzan el serpenteante río Kocher, son algunos de los detalles que hacen de Schwäbisch Hall un pueblo de postal.

Hay algunos puntos concretos que visitar en la ciudad, como el teatro Haller Globe, de estilo vanguardista, algunos museos y galerías de arte. Pero la verdadera atracción de Schwäbish Hall es el pueblo en sí mismo.

Pasear con calma, sin rumbo, girando en cada recodo que nos llame la atención hasta llegar por casualidad a la Markplatz, lugar donde se concentran los edificios de mayor interés histórico.

Allí podremos admirar la fachada barroca del Rathaus (ayuntamiento) y la iglesia de St. Michael del s. XII y que en horario de visita te permite subir al campanario y contemplar toda la ciudad a vista de pájaro. Por desgracia, estaba ya cerrada cuando llegamos nosotros.

Todas las casas y edificaciones que rodean la Markplatz y la Atlstadt en general son preciosas, y no podréis levantar el dedo del disparador de la cámara.

Cuando nos quedamos sin luz y el frío comenzó a apretar, buscamos un lugar donde comernos un döner, nos montamos de nuevo en el coche y continuamos hasta Würzburg, donde pasaríamos la noche y desde donde comenzaríamos la ruta romántica.

¿Conocéis estas ciudades? ¿Qué fue lo que más os gustó de ellas?