Alemania era uno de esos destinos que no entraban activamente en mi lista de sitios por visitar. No es que me negara a ir, pero no sentía una atracción lo suficientemente grande como para dar el paso sin más. Siempre había por delante algún destino que me llamase más la atención, sin necesidad de salir de Europa.
¿Cómo surgió la inspiración viajera? Muy fácil, con las palabras mágicas: “Tengo un amigo que vive en ….. y nos ha invitado a visitarle“. Pues no me digas más y ve reservando fechas, que ¡para allá vamos! Y así fue como al fin, la Semana Santa pasada, finalmente pusimos pie en tierras teutonas por primera vez. (¡El aeropuerto de Frankfurt no cuenta, por muchas escalas que hubiéramos hecho en él!)
¡Nos recibieron con una espectacular cena de comida turca casera y cerveza alemana!
Y es ahora cuando me veo obligada a daros este consejo: no vayáis a Alemania. En serio, no vayáis.
No vayáis porque Alemania os encandilará con su magia de pueblos de cuento, bosques oscuros y profundos, castillos de príncipes, suaves laderas de viñedos, sus cervezas de mil tipos, y sí, también con su gente. Y el hechizo se os quedará encima para siempre si a esto le sumamos un nivel de vida impresionante, una infraestructuras que dan hasta ganas de pagar impuestos y una cultura de respeto hacia la naturaleza y el medio-ambiente que te hacen pensar que aún hay esperanza para este planeta.
Así que ya estáis avisados. Cuidado con Alemania que enamora.
Nuestra visita se dividió en dos partes, teniendo siempre como base de operaciones la ciudad de Stuttgart, donde nos acogieron nuestros magníficos anfitriones .
En una primera parte (4 días), alquilamos un coche y recorrimos la archifamosa Ruta Romántica parando en el camino del norte hacia Würzburg en Heidelberg y Schwäbisch Hall e incorporando en el camino hacia el sur la ciudad de Ulm (aunque estas se encuentran fuera de la ruta romántica propiamente dicha) hasta llegar a Füssen, en los Alpes. Por el camino nos enamoramos con la belleza de Rothenburg, Dinkelsbühl o Nördlingen.
En la segunda parte del viaje, hicimos dos escapadas de 1 día desde Stuttgart, acompañados ya de nuestro anfitrión que nos llevó a conocer ciudades lugares super interesantes por la región de Baden-Württemberg y la Selva Negra.
El primer día, a pesar de la constante llovizna y el frío, disfrutamos de una excursión a la cascada de Bad Urach, unos deliciosos paseos por las ciudades de Tübingen y Esslingen, y una visita al impresionante castillo de Lichtenstein.
Bad Urach wasserfall
Schloss Lichtenstein
Tübingen
El segundo día, para compensar por el mal tiempo de la jornada anterior, hizo un día espectacular, con el cielo limpio y el sol brillante, para permitirnos disfrutar en todo su esplendor de la Selva Negra, donde visitamos el Baumwipfelpfad de Bad Wildbad una impresionante estructura en forma de cono en la que un sendero asciende en espiral para dar una impresionante vista de la Selva Negra. Después de un agradable paseo, una cerveza y un currywurst en pleno bosque continuamos hasta Baden-baden para contemplar su esplendor bajo los últimos rayos de sol, antes de regresar de nuevo a Stuttgart.
La felicidad existe: cerveza de trigo + Selva Negra
El coche para los primeros 4 días lo alquilamos en Stuttgart con Europcar: un Skoda Octavia por 20€/día incluyendo un seguro extra de lunas y ruedas. Así que como veis es relativamente barato alquilar coche en Alemania, pues sin ningún extra el coche sale por menos de 20€ al día.
Alemania es un país super cómodo para conducirlo, todo bien señalizado, y con zonas de descanso cada pocos kilómetros, muchas de ellas con baños públicos gratuitos. Además, si en un área de descanso no hay baño, las señales de la salida te indican a cuanto está el baño más próximo, ¡y eso es algo que se agradece!
El tema de la velocidad ilimitada en autovía causa un poco de respeto al principio, pero al final te das cuenta de que la velocidad es relativa, y que la sensación de conducir a 170km/h mientras los demás te pasan a 230km/h es la misma que ir a 110 en España y que te pasen a 130 o 140km/h. Además la tensión de la velocidad te hace ir muy atento, y una vez que te acostumbras a la dinámica de dejar salir al que se cambia de carril, aunque lo haga bruscamente y que el carril derecho es básicamente para camiones, la conducción se hace bastante cómoda.
Eso sí, hay que estar atentos a los tramos que sí tienen limitación de velocidad, pues las multas son bastante altas en esos tramos.
En resumen, si tenéis 7 u 8 días para escapar, y no le tenéis miedo al hechizo encandilador que Alemania tiene sobre el viajero, no lo dudéis. Conseguid un billete al aeropuerto del sur que sea más barato, alquilad un coche y preparaos para disfrutar de la belleza de las regiones de Baviera y Baden-Württemberg mientras veis pasar bosques, castillos, ciudades medievales, y sabiendo que al final del camino siempre os esperará una enorme jarra de cerveza alemana (o dos
¿Habéis visitado el sur de Alemania en coche? ¿Cuáles fueron vuestras paradas favoritas?