Las perreras de la Cartuja y Movera, en Zaragoza, recogen cada año casi 4.000 perros, cifra que ha aumentado con la crisis. Varios colectivos, además, alertan de que muchos de estos canes son abandonados por cazadores. En el caso de Movera, de los 1.500 perros recogidos, más del 70% han sido dejados por no valer para la caza.
Según datos ofrecidos por la coordinadora del proyecto Anima Naturalis de Zaragoza y voluntaria en esta perrera, Sonia Salvador, cada año se recogen 1.500 canes en estas instalaciones y de ellos, siete de cada diez son razas cazadoras. “Son perros que ya no les sirvan para la caza y los abandonan”, lamenta Salvador, que explica que los cazadores o bien los sueltan en el campo o bien los llevan a los ayuntamientos para que avisen a la perrera.
El problema, según afirma, es que “esto se repite todos los años, sobre todo en cuanto acaba la temporada” de caza, época en la que “es brutal” la cantidad de galgos, podencos o pointers que se quedan sin dueño. “Este año, en el plazo de un mes y medio, recogimos hasta 25 galgos”, insiste la voluntaria.
Para frenar los abandonos, piden endurecer las multas, “que son ridículas”, y que se desarrolle la Ley de Protección Animal de Aragón, norma que data de 2003 pero que dicen que está sin reglamentar y que “es papel mojado” a la hora de los juicios por abandono o maltrato animal.
También demandan colaboración a las administraciones y proponen que los ayuntamientos desarrollen campañas de sensibilización y de esterilización, “ya que muchas veces los abandonos se producen tras camadas no deseadas”. Además, abogan por controlar la venta particular de estos animales “para que no nazcan tantos perros que luego no tienen hogar”.
4.000 perros abandonados en Zaragoza
Y es que, sólo en las dos perreras de Zaragoza, la de Movera y la de la Cartuja, son 4.000 los perros que se recogen cada año, una cifra que sigue aumentando sobre todo por la crisis. De estos canes, Salvador lamenta que únicamente “se salva” el 30%, porcentaje que logra ser adoptado o que es recogido por alguna protectora que les busca un hogar. El 70% restante son sacrificados.
Salvador recalca que muchos de los que se llevan a las protectoras, “que están saturadas”, se perpetúan en estas instalaciones porque nunca son adoptados, pese a que son canes sanos y jóvenes. “Hay perritos que han entrado con meses en una protectora, ahora tienen catorce años y siguen ahí”, lamenta. La falta de medios, socios y voluntarios son otras de las quejas de las protectoras que, en la mayoría de las veces, siguen adelante por el altruismo y las donaciones.