Revista Opinión

Alfonso Guerra y el deterioro de la política española

Publicado el 19 enero 2019 por Franky
Ahora que es viejo, Alfonso Guerra exhibe la prudencia y la lucidez que nunca tuvo cuando era joven y se atreve a criticar la deriva mortal que ha impuesto Pedro Sánchez a la política española y a su propio partido. Pero que nadie olvide al juzgarlo que él fue uno de los políticos que más contribuyeron a la podredumbre de la política española, uno de los que abrieron las puertas a la gran corrupción e impusieron un modelo destructivo y cruel de política, impulsado por aquellas frases y sentencias nauseabundas que el propio Guerra convirtió en eslóganes gritados por la amorfa y confundida masa de los descamisados: “Montesquieu ha muerto”, “A España no la va a conocer ni la madre que la parió”, "En política vale todo", "Al enemigo ni agua", "El que se mueva no sale en la foto", etc. --- Alfonso Guerra y el deterioro de la política española Junto con su paisano Felipe González, Guerra destruyó la sociedad civil española, que se había organizado para hacer frente al franquismo, acaparó todo el poder para su partido, fortaleció el modelo de la partitocracia como sustituto de la democracia, desindustrializó España y comenzó aquella nauseabunda política de corrupción, chaqueteos y pactos sucios con el nacionalismo catalán y vasco, cuyos peligrosos frutos, convertidos ya en sedición e independentismo golpista, son visibles en nuestros días.

Ahora Guerra olvida todo el mal que hizo, ni se acuerda que el de su poderoso hermano Juan fue el primer gran escándalo de corrupción en la falsa democracia española, ha dejado de mentir con cinismo y hasta predica el bien. Mas vale tarde que nunca. Se nota que ya es viejo y tiene miedo del Juicio.

En cualquier democracia seria, Alfonso Guerra, al afirmar que Montesquieu había muerto, lo que significaba que su partido tenía derecho a gobernar sobre todos los poderes del Estado, sin respeto a la democrática separación, habría sido obligado a dimitir por no alcanzar los mínimos de calidad democrática exigibles a un dirigente. Pero España nunca fue una democracia, ni nada que se le parezca porque la Constitución de 1978, que Guerra pacto con Abril Martorell entre vasos de whisky, más que sustentar una democracia sostenía una dictadura de partidos, descompensada, arbitraria y ajena a una ciudadanía que quedaba vergonzosamente marginada del poder y de toda influencia.

Alfonso Guerra es el principal símbolo viviente de la política degradada que ha imperado en España y lo es no sólo porque ayudó a crear un estilo donde los partidos y los políticos tenían todo el poder, autoritario y depredador, en el que el ciudadano estaba ausente y el poder no tenía casi límites, sino porque él mismo, como persona, estuvo siempre en los sillones y palacios del poder, disfrutando de privilegios, sin rectificar el rumbo erróneo que había impuesto, junto con Felipe Gonzalez, y demostrando que la política, en España, es una profesión suculenta más que un servicio al pueblo y al bien común.

Sus actuales críticas a Pedro Sánchez y al rumbo suicida que el presidente ha impuesto a España y a su partido son bienvenidas, pero llegan demasiado tarde, cuando el mal que él y otros sembraron ha germinado y convertido España en una cloaca.

Francisco Rubiales



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