Afredo Conde, fotografiado por Xesús Fariñas
(Lecturas en voz alta). Desde su reveladora Memoria de Noa (1982) y, sobre todo, desde El Grifón(Xa vai o griffón no vento, 1984), que le puso en órbita en el panorama literario nacional, la escritura de mi tocayo Alfredo Conde ocupa un lugar imprescindible. Ahora publica nueva novela y habla en este artículo con la libertad y la sabiduría de los años, y con su habitual y sagaz retranca, de esta «broma infinita» que es vivir. Merece la pena hacer el pequeño esfuerzo de leerlo en gallego, que —como ocurre con todas las lenguas— hay matices, sugerencias y “alcances” no fácilmente trasladables.