La sesión fotográfica estaba programada para el 2 de diciembre, pero el tiempo era inclemente; también teníamos algunos problemas con los aparejos, por lo que decidimos dejarlo para el día siguiente. Desgraciadamente, aunque el tiempo había mejorado a la mañana siguiente, el tirador aún no había llegado y no estaba en su lugar a la hora del lanzamiento. Hubo una ráfaga de viento repentina, el calabrote de acero se rompió, y Algie se soltó, ascendiendo a los cielos a unos sesenta metros por segundo, mucho más rápido de lo que puedo hacerlo el helicóptero de la policía para interceptarlo. No se trataba de un montaje deliberado y todos éramos bien conscientes de que aparte de perder una maqueta muy cara podíamos provocar un grave desastre de aviación. Se convocó a los abogados, se pensó en planes de emergencia y se propusieron chivos expiatorios.
Uno de mis recuerdos favoritos de todo el incidente es la reunión con nuestro abogado Bernard Sheridan, al que Linda Stanbury, nuestra asistente personal entonces, le adoctrinó en las cuestiones del papeleo de la gira; cuando Sheridan se enteró de la noticia de que el cerdo se estaba dirigiendo hacia Alemania refunfuñó: “Pero si no tiene pasaporte…”.
Afortunadamente, el cerdo descendió espontáneamente, y lo recuperó un granjero de Kent sin haber causado ningún daño. Hubo una anécdota de un piloto de una compañía aérea que detectó un cerdo errante al ir a aterrizar en Heathrow, pero tuvo miedo de contarlo por si acaso los controladores de vuelo pensaban que había estado bebiendo. Desgraciadamente, me temo que esto es tan sólo una leyenda. La terrible verdad es que la imagen del cerdo fue añadida en la portada final más tarde, ya que la mejor imagen de la central eléctrica, en un ambiente de nubosidad variable, se había tomado en un día de reconocimiento anterior, cuando Algie estaba ausente.
(Extracto del excelente libro Inside Out: A Personal History of Pink Floyd, de Nick Mason).