Algo en nosotros está preparado para acoger lo misterioso

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia

“Ni la ley moral, ni la idea de Dios, ni religión alguna le han llegado al hombre del exterior, como caídas del cielo; al contrario, el hombre, desde su origen, lleva todo esto en sí, y es por ello por lo que extrayéndolo de sí mismo, lo recrea siempre de nuevo” (Carl G. Jung[1]).

●●●●●●●●

“El hombre es, tenga de ello ganas o no, un ser constitutivamente forzado a buscar una instancia superior” (Ortega y Gasset[2]).

●●●●●●●●

“Aparte de señalarnos el cielo todos esos cambios útiles —climas, horas, días, años, milenios—, útiles pero triviales, nos señala, por lo visto, con su nocturna presencia patética, donde tiemblan las estrellas, no se sabe por qué estremecidas, la existencia gigante del Universo, de sus leyes, de sus profundidades y la ausente presencia de alguien, de algún Ser prepotente que lo ha calculado, creado, ordenado, aderezado” (Ortega y Gasset[3]).

●●●●●●●●

Además de nuestra parte racional, que sigue fielmente los senderos que abren los silogismos y los pensamientos utilitarios, hay otra parte de lo que somos que está preparada para activarse en presencia de lo misterioso. Esta parte permanece en estado de latencia hasta que es avivada por distintas emociones: el asombro, el sobrecogimiento, el arrobamiento, a veces el pavor o algo que invita a postrarse. El que, sin embargo, se queda en esa otra percepción, la que, por ejemplo, encaja en las leyes que tiene previstas la ciencia, mantiene ignorada o desatendida esa parte de lo que somos que busca tener algo ante lo que sentirse sobrepasado.



[1] Carl G. Jung: “Los complejos y el inconsciente”, Madrid, Alianza, 1970, p. 307.

[2] Ortega y Gasset: “La rebelión de las masas”, O. C. Tº 4, p. 117.

[3] Ortega y Gasset: “El hombre y la gente”, O. C. Tº 7, p. 123.