Gayus en la cárcel. Está rascándose la cabeza como preguntándose: "¿Cómo he podido terminar aquí? ¿A quién se me olvidó sobornar?" Cuando el Presidente Yudhoyono llegó al poder, descubrió que al menos había un tema en el que Indonesia era una superpotencia y podía dar sopas con honda a los demás países. Por desgracia, ese tema era la corrupción. Entre los 159 países examinados por Transparencia Internacional, Indonesia ocupa el lugar 138 y saca una puntuación de 2,2 (una puntuación de 10 significa cero corrupción y una de 0, que hay que pagar sobornos hasta para respirar). Países como Afghanistán, Albania, Iraq y Camerún resultan ser prodigios de transparencia comparados con Indonesia. Yudhoyono hizo de la lucha contra la corrupción uno de sus estandartes y todo habría quedado muy bien si no se hubiese cruzado en su camino Gayus Tambunan.
Gayus Tambunan es un oficial del fisco que él solito lo menos ha hecho que Indonesia cayese quince puestos en el baremo de Transparencia Internacional. Su trabajo teórico, por el que cobraba 1.300 $ mensuales, consistía en tramitar las reclamaciones de las empresas que discrepaban de los cálculos que había hecho el fisco sobre la cantidad que tenían que tributar. Su trabajo real, por el que cobró en torno a 2.700.000 $, consistía en ayudar a esas mismas empresas a evadir impuestos. Se calcula que Gayus hizo perder al estado como 700 millones $ de impuestos que hubiera debido cubrir. Da miedo imaginarse lo que serían las finanzas del Ayuntamiento de Madrid si se formase un tándem Ruíz Gallardón/ Gayus, el uno gastando y el otro evitando que hubiese ingresos.
Gayus fue detenido hace un año y en este tiempo ha demostrado que no sólo sabe aceptar sobornos; también sabe darlos. Hace poco se supo que salió de estrangis de la cárcel varias decenas de veces. Y más que hubiera salido, sino no le hubieran pillado asistiendo a un torneo de tenis en Bali disfrazado con una peluca. También se descubrió que había conseguido un pasaporte falso con el cual salió del país en al menos tres ocasiones, a Singapur, Kuala Lumpur y Macao para descansar y apostar un poco. Lo mismo estaba tratando de recabar fondos para hacer frente a la multa que se olía que le iba a caer.
El fiscal pidió una pena de 20 años, pero la jueza fue clemente,- no se sabe si por bondad natural o por haber recibido algún estímulo de Gayus- y le condenó a sólo 7 años y una multa de 30.000 $. Puede que al juzgarle tan benévolamente la jueza tuviera en cuenta el esfuerzo de contrición hecho por Gayus: se ofreció como asesor especial para la lucha contra la corrupción y prometió que podía limpiar Indonesia en dos años. Experiencia en el tema no le falta.