Una de las conclusiones a la que
llegas después de meterte en canción con Luis Guzmán, es el amor y la
admiración que profesa a su padre. Te das cuenta, asimismo, que no es necesario
tener cien años ni ser un ídolo de masas, para ganarte la admiración y el
cariño de tu gente. Que no necesitas nacer ni vivir necesariamente en los
lugares que te cautivaron y a los que de algún modo has dedicado una buena
parte de tu vida.Que no lo haces por recibir
plácemes del mundo, que lo haces por amor, por devoción folklórica, poque algo
te grita dentro.Su padre, Antonio Guzman Ricis,
autor del Himno de Palencia, excelente compositor y director, nacido en
Barcarrota (Badajoz) murio a los 48 años, como muchos insignes artistas de la
Edad Media, cuando la esperanza de vida no iba más alla de los 50 años, pero
dejando tras ellos una estela imborrable; en este caso concreto, 240 obras
compuestas.Y un trabajo de recopilación que
vale un mundo, tan preciado ahora, cuando todo
aquello desaparece o queda relegado por otras historias.Entre nosotros, en muchas
ocasiones, ha salido a relucir esta adversidad y distanciamiento con el que te
deleitan algunos paisanos, pensando, tal vez, en los dineros que ganas por
hacer lo que haces, como haciéndote ver que aquella dedicación tuya no tiene
mérito ni tendrá recompensa. En algo tienen razón: No sólo no cobras ni un céntimo sino que, además,
no te llueve un premio por ningún sitio en reconocimiento, que sirva también de
incentivo para seguir cuando flaquean las fuerzas.Pero son aficiones éstas a las
que te entregas afanoso, porque algo te lo marca, sin que sepas explicarlo bien
ni acierten a entenderlo los demás. Y
tienes que proseguir aunque tiemblen las manos y el corazón de quienes lo
atesoran, aunque como humano te lamentes de tanto olvido o veas inane acaso
tanto esfuerzo.Y si, estamos de acuerdo, no tendrá la rentabilidad visual de esos
programas televisivos que se dedican a tender su ropa y se tiran guiñapos y se
hacen daño por la audiencia, ni el suculento dinero que los hace transformarse
en guiñapos. Tú intuyes que, además de las buenas sensaciones que te aporta, dejas un legado impagable a las generaciones venideras.De la sección "La madeja"