Algo viejo y algo nuevo

Publicado el 03 julio 2011 por Evagp1972
                           A Lina M.
   Fotografía de Eva Gutiérrez Pardina (CC BY 3.0)
Mi abuela paterna me regaló este colgante. Veréis que en su interior se oculta la fotografía de su entonces prometido, vestido con el uniforme que llevó durante el servicio militar. El cometido del rosario era proteger con su contacto al abuelo (él tenía entonces diecinueve años), y  parece que el invento funcionó, aunque sólo por un tiempo. Las pilas del dispositivo de protección divina fallaron más adelante, y un ataque al corazón, quizás un accidente vascular (hace tantos años, quién sabe) se llevó a mi abuelo a la tumba de repente, convirtiendo a mi padre en huérfano a sus nueve años.  Del abuelo me quedaron unas pocas fotografías donde recordar su estampa de galán de cine. Ahora me doy cuenta de que nunca le pregunté a la abuela cómo se conocieron, cuándo empezaron a hablarse... 
Sí conozco la historia de mis abuelos maternos, cuando en medio de la guerra civil él cruzaba las líneas enemigas de noche, montado en una bicicleta, sólo para pasar unas horas hablando con ella en la verja de su habitación. Y cómo después regresaba a su puesto, de nuevo arriesgando la vida, hasta la siguiente puesta de sol...
El margen de libertad de estos amantes era infinitamente más limitado que el nuestro,  pero algun@s encontraron formas de vivir - a su modo- una relación que poco tenía que ver con el estereotipo clásico de castidad a prueba de bomba  hasta la inevitable unión matrimonial por la Iglesia. Por aquel entonces ,como  todavía hoy, la mayoría de relaciones seguían el esquema tradicional heterosexual y "a dos", pero algunas parejas se atrevíeron a ser más valientes respecto de  un concepto fundamental, básico en el mito del amor romántico: el de la posesión del otro. Historias como la de Juani y Eugenio, por ejemplo. Él fue condenado a muerte por su activismo político y, mientras esperaba el cumplimiento de su condena, (tenía veinticuatro años) escribió a su compañera una larga carta de amor que años más tarde fue transcrita y publicada por Lumen bajo el título Querido Eugenio (2003):
Tanto tú como yo teníamos un concepto muy claro del amor entre comunistas. Siempre te consideré en condiciones de igualdad de derechos y actitudes; te respeté como debía tu personalidad humana y comunista. Comprendí que tu entrega a mi cariño era libre, natural, sencilla y llena de valor por no estar limitada por ningún interés, convencionalismo o prejuicio. Era una entrega, pura, sana, completa. Jamás tuve celos en serio. Estaba convencido de tus virtudes morales y sabía que el día que un nuevo cariño nacido en ti se cruzase entre nuestros corazones, tú no me engañarías, no procederías de una manera vulgar, sino que serías lo suficientemente responsable y moral para plantearme lo que hubiera. De otra parte, como yo lo hubiese hecho así, no podía comprender que conmigo se portasen de otra manera. (pp.52-53)
(...)En tu vida próxima encontrarás muchos buenos compañeros. No renuncies a la posibilidad de que renazca en ti una nueva pasión que llene tu vida como llenó la mía. Y si esto ocurre, sólo os deseo que seas tan dichosa como lo fuiste conmigo. No te pido que me olvides. Demasiado sé que eso no es posible, pero lo que sí quiero es que no te revuelques en el dolor que va a romper tu corazón, que no te aferres de una manera voluptuosa a los recuerdos para matarte poco a poco. Eso no sería digno de ti ni de mí tampoco. Ten en cuenta tu juventud, la prometedora esperanza de una próxima vida, mejor, más alegre; entrégate, pues, a la vida, y sé tan dichosa como te deseo.  (p.58)
Fue ella quien organizó, sin él sospecharlo, su primer encuentro sexual. en la casa de un amigo común. Sesenta años después, Juani lo recuerda con estas palabras: 
La casa estaba fría pero yo no lo notaba y, a las nueve en punto, al oír el timbre, me sobresalté, fui hacia la puerta como un zombi. Nos besamos y, sin poder articular palabra, te cogí de la mano y entramos en la habitación de Luis. Sin preguntarme nada, tu inteligencia te lo dijo. Estaba tan envarada que no me atrevía a hacer nada. Fuiste tú con mimo exquisito quien poco a poco me dejaste como vine al mundo. "¡Eres como te imaginaba, mi vida!" (...) Al fin sentimos las sábanas limpias y enseguida que se unieron nuestros cuerpos todo el ambiente se convirtió en tibio, caliente y apasionado. Si hubiéramos estado en el pico más alto y frío de la tierra, tampoco habríamos sentido ni el aire, ni el granizo. Nosotros éramos el mundo.
Mucho ha cambiado desde estos tímidos avances -en su época, revolucionarios- para desmantelar el mito romántico. Vivimos rodeados de manifiestos queer, relaciones abiertas de dos, de tres, de una pluralidad infinita de posibilidades o, para decirlo en palabras de la transqueer Lille Skvat:
Como considero que hay miles de géneros, tal vez millones, y también que potencialmente me siento atraída por personas de todos los géneros, hablar de mi bisexualidad es un absurdo. En principio podría ser polisexual si muchos géneros me atrajeran y otros no. Pero tampoco es así. Yo creo que todos los géneros me atraen. Y por tanto me identifico a mí misma como pansexual, que es lo que otros llaman omnisexual. 
Y, sin embargo, el mito parece no haber perdido más que un ápice de su fuerza.  La imagen de mi abuelo pedaleando precariamente y a oscuras en campo enemigo por oler los cabellos de mi abuela sigue tocándome con fuerza el corazón. También la historia de Juani y Eugenio, y su carta de amor a las puertas de la muerte. Queremos  romper todo límite, sí, pero al mismo tiempo continuamos deseando que alguien, alguna vez, nos haga  volar sobre la cubierta de Titanic.  Quizá porque estamos en un momento de colisión entre dos formas opuestas de entender el cuerpo, el deseo y lo que se ha venido llamando amor. Tal vez no se trate tanto de acabar con el mito romántico, sino más bien de eliminar sus defectos (posesión, roles establecidos, genitalidad, obligatoriedad de lo reproductivo, homo/bi/transfobia...) y obligarlo a estirar sus límiteshasta  que englobe lo que actualmente se sitúa en sus márgenes. Para poder volar no sólo sobre el puente del Titanic, sino también sobre un sofá muy pequeño o un edredón en Dinamarca, por ejemplo. Unir lo viejo y lo nuevo, y crear algo distinto que, para variar, no pretenda imponerse como la única opción posible. Sintiendo con toda la intensidad, pero también desde toda la libertad.