George Herbert lo dejó escrito en 1651 y más tarde lo retomó Benjamin Franklin: Por un clavo se perdió una herradura, por una herradura se perdió un caballo, por un caballo se perdió un jinete, por un jinete se perdió una batalla y por una batalla se perdió un reino.
Cuando uno mira hacia atrás en la historia sabe que hay momentos en donde se tomaron decisiones equivocadas, que parecían un simple clavo, pero hicieron que casi todo se torciera. Es verdad que cuando las cosas toman un rumbo, lo hacen por muchas razones, pero hay momentos decisivos donde la historia puede tomar una dirección u otra por decisiones mal tomadas.Es en las encrucijadas en donde un simple paso en la dirección contraria te lleva a cientos de kilómetros de donde ibas.
La bestia fascista está despertando en todo el mundo, alimentada por unos EEUU que necesitan violencia para seguir siendo hegemónicos y por unos capitales que no piensan más allá de la cuenta de resultados de los próximos tres meses. A la bestia fascista no hace falta darle argumentos, porque, por lo general, no los necesita y nada es más estúpido que darles la más mínima cobertura a sus mentiras. Obrar políticamente como si no pudieran echarse a perder cuestiones básicas en situaciones de encrucijada, es un profundo error. Esto no es una invitación a la cobardía. Muy al contrario, es una invitación al coraje. Porque el coraje sin inteligencia es insensatez inmadura, como bien escribió Graham Greene en El cónsul honorario.
En España tenemos un profundo problema social, con millones de personas en riesgo de pobreza, con desahucios diarios, con pensionistas que no llegan a fin de mes, con universidades públicas y poco competitivas con matrículas caras, con una ciencia abandonada, con una violencia contra las mujeres que es propia de la Edad Media. Y también con un conflicto territorial que solo se puede solventar con inteligencia y comprensión.
Pero ninguno de estos problemas se va a solventar en un espacio vacío y aséptico. En todos y cada uno de estos asuntos va a estar la derecha salvaje, junto con sus recién ganados de la derecha que se está asalvajando, echando gasolina al fuego. No es tan complicado lo que está pidiendo ERC. Es propio de cualquier estado federal, con realidades territoriales diferentes. Y explicamos que la España autonómica se aproxima a un Estado federal. Es normal que exista un espacio de reconocimiento entre los diferentes gobiernos (hasta que la realidad territorial se normalice: hoy no ningún territorio en Alemania se siente al margen del conjunto, algo que sí pasaba hace 20 años). Es normal que el Estado central, esto es, el Estado federal, y los estados federados tengan un diálogo permanente. Es hora de trazar un plan territorial conjunto y aceptado sobre unos mínimos comunes compartidos. Y aunque no habría que decirlo, es importante no mentirse. De la misma manera, es importante entender que la aventura independentista unilateral ya no existe, que no ha ganada en Catalunya y que aún menos tiene el apoyo del resto de España. Que esa vía está cerrada y toca explorar otras políticas. No es tan complicado.
El diálogo es una exigencia lejos del "a por ellos" que solo alimenta intransigencia y clavos y clavos perdiéndose. Clavos perdidos que nos dejan mal pertrechados, indefensos, vulnerables y maltrechos ante el embate terrible de la extrema derecha y sus armaduras mediáticas y financieras.