Aliados – La duda razonable

Publicado el 25 noviembre 2016 por Maresssss @cineyear

Robert Zemeckis, responsable de auténticos clásicos como Regreso al Futuro, Tras el corazón verde o Forrest Gump -que le valió el Oscar a Mejor Película y Mejor Director-, dirige Aliados, una película que reviste cierta controversia, en su apuesta por el clasicismo cinematográfico en pleno dos mil dieciséis. Dos protagonistas de primera línea, Brad Pitt y Marion Cotillard, encabezan el reparto de este drama romántico situado en plena Segunda Guerra Mundial, en la que el juego de los espías, las misiones secretas y los acentos extranjeros fingidos son pan de cada día, omnipresentes cual esvástica colgante.

Desde el mismísimo primer plano de la primera secuencia, la intención es clara. O se trata de una equivocación, o se trata de una apuesta muy concreta. Tanto el estilo narrativo -pautado y dirigido al son del acción-reacción convencional, de la pausa dramática y del dibujo estereotípico del personaje y el contexto- como el aspecto plástico de la fotografía, cuidadosamente planteado y de afinadísima precisión, dan como resultado una obra sujeta a los cánones visuales, estéticos y narrativos del cine de otro tiempo. Una delicia a la vista, y un auténtico disfrute para todo aquél que se regocije con el cine que no corre, sino que pasea elegantemente y sin nerviosismo, contoneándose, seduciendo sin prisa y sin esconder intenciones.

Aliados no busca ni el frenesí de la acción contemporánea, ni la espectacularidad formal, ni el naturalismo crudo y rasgado de los horrores reales de una guerra. Su atrevimiento es tal que, en determinadas secuencias, cierta atmósfera onírica podrá incluso hacernos dudar acerca de si se nos intenta contar un suceso real en la historia, o se trata más bien de una plasmación simbólica de lo que debiera estar sucediendo. No se debe a nada de eso: sencillamente la película no busca satisfacer nuestras necesidades hiperrealistas, busca ser ese cine que no olvida que es cine, que te lo recuerda cada vez que sus puestas en escena o sus composiciones visuales son lo suficiente preciosistas y perfectas como para susurrarte: "soy cine". A lo que no se puede más que responder: "Lo sé. Por eso me gustas tanto."

La escena es siempre necesaria y satisfactoria; el guión, de Steven Knight, es completo y exacto, y la consumación general es -como no podría ser de otra manera- eficaz, limpia y redonda.

Quizá, y a pesar de que la historia contiene suficiente potencia como para sostenerse sin problema alguno a lo largo de las dos horas de metraje, su mayor punto débil resida en que, dadas las piezas claves que apuntan al desenlace, se echa de menos algo más de grandeza emocional. La épica queda algo coja, aún cuando la épica no se busque especialmente. El instante, en ocasiones, roza la caricatura, y un atisbo de comedia sobrevuela, timidísima pero perceptiblemente, algunos momentos clave, tal vez no por un asunto interpretativo sino por carencia de gravedad dramática.

En cualquier caso, Aliados no es sólo una obra correctísima, sino que es un salvavidas para el cinéfilo que, inundado de frenética actualidad estilística, ansía de vez en cuando volver a las mieles del pasado. Una forma de entender las grandes películas que cada vez se ve con menor frecuencia y que no se sabe hasta qué punto tiene a su público esperando.

Sólo hace falta sembrar la duda y esperar a que se extienda: confiar en el poderoso don de la interrogación, que hace sospechar a cualquiera y nos coloca en esa delicada línea entre lo que creemos... y lo que queremos creer.