Alimentación vegana y el impacto ecológico: pros y contras

Por Francisco Nebot Edo

Estos días se ha acabado la Cumbre del Clima COP 25 en el IFEMA de Madrid y el resultado ha sido bastante desastroso. No se han llegado a consensos entre los países participantes, en aspectos que se debían de tratar de unificar criterios como el comercio de emisiones. Aunque  sí es verdad que las intenciones siempre son buenas, se ha quedado en un fallido banco de pruebas para decisiones que no han contentado a casi nadie, entre otros, los científicos y grupos de ecologistas y activistas medioambientales.

Y es que ciertamente nuestra vapuleada Tierra se está convirtiendo en un planeta con problemas importantes. A principios de los últimos siglos, los principales problemas para la humanidad eran las guerras mundiales, las guerras civiles en varios países o las cuestiones geopolíticas como el colonialismo. Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa quería reconstruirse y este fue el comienzo del crecimiento de grandes fábricas en toda Europa. Este aumento sin control de la economía mundial causó daños irreversibles al medio ambiente. De hecho, el efecto invernadero es causado por las emisiones de las fábricas que utilizan la energía a partir de fuentes de combustible de origen fósil, además del sobre abuso en los desplazamientos de vehículos de uso unipersonal. Por otro lado, la ganadería extensiva en los países del primer mundo podría ser la segunda fuente de emisiones de gases de efecto invernadero. Y es que el metano, procedente de las deposiciones y gases emitidos por el ganado,  tiene una capacidad de crear el efecto invernadero mucho mayor que el dióxido de carbono.

Existen grupos de activistas que defienden a capa y espada a todos los animales de dos, cuatro y más patas o tentáculos, los llamados animalistas. Ya hablé de ello en un post anterior y es un tema controvertido, que ha puesto en serios problemas de tradiciones “ancestrates” (lease tauromaquia) en todo el territorio nacional. Pero, no trataré de esto, en etas líneas sino de aquel grupo de personas llamadas veganas que no comen absolutamente nada de carne. Desde hace muchos años, este grupo no comía la carne porque amaban a los animales y sentían absoluta devoción por ellos. No querían contribuir con el consumo al sufrimiento de cualquier ser vivo no sésil, es decir con movimiento. De todos modos, con toda esta emergencia climática que estamos sufriendo en lo últimos años, enarbolan otra arma de destrucción masiva. Saben que el consumo excesivo de carne es un daño indirecto al planeta. Por lo tanto su principal fuente de nutrición son las verduras, frutas y legumbres principalmente.

Las empresas han encontrado un camino de oro en toda esta nueva proliferación de consumidores puristas de vegetales. Hoy en día, podemos ver en los supermercados que existen cada vez más en las cámaras frigoríficas toda una serie de productos procesados que están hechos de vegetales como tofu, legumbres y verduras, etc. Estos productos tienen la apariencia de hamburguesas, rodajas de pescado, filetes de carne, etc. De hecho, son imitaciones casi perfectas. Pero, la pregunta importante es: ¿los clientes que van al supermercado quieren compra una carne o comida con la apariencia de una carne pero que no tiene un solo gramo de ella? Es un dilema que puede chocar, pero tiene su lado un poco paradójico. Pero los problemas de consumir algo con apariencia de carne pero que no es carne, no desaparecen aquí. Hay más problemas ocultos.

La inmensa mayoría de veces, los productos mencionados anteriormente, están cubiertos en un recipiente elaborado con materiales artificiales. Las “hamburguesas veganas”, como la de la  fotografía que acompaña este post, en la cámaras se encuentran envasadas en una bandeja de poliespan, recubiertas de plástico de film y con la etiqueta de papel (muchas veces no reciclado) elaborada con tintas también contaminantes. Qué despropósito ecológico es este podemos llegar a plantearnos.

Paralelamente, tenemos que considerar la huella de carbono del viaje desde países lejanos donde los agricultores cultivaron soja o tofu. Muchas veces el viaje es por mar, lo que encarece el producto y el impacto ecológico no es el mismo que para los productos de consumo locales. En definitiva, la evaluación final es que los clientes que comen este tipo de platos fabricados hacen que no sean todo lo ecológicamente sostenibles que ellos pretendían.

Además, tenemos que considerar otra variable no mencionada hasta ahora, el agua. La agricultura, según la FAO, es la que mayores recursos hídricos invierten. Por supuesto la ganadería extensiva también cuenta con una huella hídrica alta, alimentación de animales, el consumo y la limpieza de granjas, etc. pero el cómputo siempre es menor. Por lo tanto puede no ser para un mundo con desigualdades hídricas un buen sistema desequilibrar la balanza hacia el mayor consumo de vegetales.

Pero si los problemas medioambientales pueden ser no todo lo bueno que quisiéramos, podemos encontrarnos con otro problema nutricional si no se tiene una supervisión de profesionales de la medicina y nutricionistas. Esto es así porque la eliminación completa de carne de aves, animales de granja y pescados, entre otros, podría acarrear un déficit de nutrientes y oligoelementos esenciales para el correcto funcionamiento de nuestro organismo. De facto, muchos veganos puristas, requieren muchas veces el consumo extra de vitaminas para contrarrestar las posibles carencias de una alimentación no del todo completa.

Porque buscamos disfrazar la alimentación. ¿Es necesario reemplazar la cocina tradicional de toda la vida, por otra que posiblemente tenga una mayor incidencia en el medio ambiente? Y puedo estar absolutamente convencido de que nada me hará cambiar un plato cocinado por mí de lentejas con verduras locales por otros que quizá no tenga tanta calidad nutricional aunque tengan el aspecto de una hamburguesa de ternera.

En mi opinión, la solución se encuentra en comer menos carne. Tenemos que hacer entre todos un esfuerzo conjunto, no solo en un cambio radical en nuestra dieta. Tras el fracaso de la cumbre madrileña, en la que los gobiernos sobre todo de aquellos países más contaminantes (EEUU y China), han puesto en primer lugar los intereses de crecimiento económico, frente a consideraciones de salvaguarda de la vida en nuestro planeta, solo nos queda hacer profundos cambios. Los países tienen que aumentar los controles de contaminación de las fábricas, invertir en energías renovables y promover la movilidad eléctrica.

Pero por encima de todo, el comportamiento individual ha de ser también tenido en cuenta y siempre debemos de ser racionales, consumir con prudencia y saber que cualquier acción siempre repercute, en mayor o menor medida, negativamente en el planeta. Recordemos la siguiente máxima que nos ha de inducir a una profunda reflexión: “no existe un plan B, porque no existe el planeta B”

[foto_fuente propia del archivo fotográfico del autor del Post]