Perdóname, Aylan. Perdóname incluso aunque ya es tarde para que puedas leer esta líneas, incluso cuando muchos dirán -a lo peor tienen razón- que son palabras que no tienen ningún sentido. Y si no puedes perdonarme tú, que al menos me perdonen tu padre y tu tía la de Canadá, y esos amigos y familiares que aún viven en Siria o en cualquier otro rincón del mundo al que llegaron en busca de refugio. Pero necesito que alguien me diga que me perdona, que me quiten de encima esta angustia que llevo encima desde el momento en que vi la imagen de tu cuerpecito tirado como un fardo en la arena, como un trasto roto que no vale nada.
Ojalá supiera escribir en árabe, para que pudieras entenderme. He pensado incluso en utilizar un programa de traducción automático, pero entonces seguramente no se entendería nada, porque esos programas traducen las palabras sueltas sin preocuparse por el sentido, y eso es justamente lo que estoy tratando de hacer, de encontrarle algún sentido a todo esto. Así que lo escribo en mi idioma, que es el español, porque yo vivo en España, y ojalá que alguien que sepa árabe lo traduzca y se lo haga llegar a los tuyos, y aunque nada podrá consolarles de un dolor tan terrible que es como que te atraviesen por la mitad, probablemente yo me sentiré un poco mejor, porque esta culpa pesa tanto que me está aplastando.
Tres años tenías, tres años, Dios mío. Eso no está bien, uno se tiene que morir más tarde, y hasta entiendo que niños de tu edad mueran por una enfermedad, o del disparo de un fusil terrible al que podamos echar la culpa, o de un accidente de coche que no se pudo evitar… No digo que me parezca bien, digo que tiene sentido, que le encuentro una lógica que sin embargo no puedo encontrar en tu cuerpo amontonado sobre la arena. Esa imagen tuya me aturde, la tengo metida y no consigo sacármela, cierro los ojos y la veo, incluso cuando miro los periódicos y desvío la mirada hacia los anuncios o las noticias en letras pequeñitas para no volver a verte, y pienso siempre en M. y O, qué quieres que te diga. Llámame egoista -tendrías razón si lo haces- pero imagino el tormento inimaginable de ver a cualquiera de mis dos hijos, tirados ahí como un montón de algas, como basura arrastrada a la orilla por la olas, y luego pienso una cosa muy rara que es que ojalá que todos los que te conocían hayan muerto ahogados también, sólo para que no tengan que ver esa foto que es como una guillotina.
¿Qué podía hacer yo, Aylan? Sólo soy una persona normal, con una familia, con unos problemas -te reirías de mí si te contara lo que yo llamo problemas- que ni siquiera soy siempre capaz de resolver. Tú dirías que soy rico, y aunque las cosas a veces son muy complejas, en el fondo tendrías razón. Y estoy seguro de que no eras ni mejor ni peor persona que yo, y quizás si tú hubieras nacido en mi país serías uno de esos niños que siempre llevan la camiseta de Messi, y ven programas en la tele que a mí me parecen horribles, o igual hasta resulta que sí que eras un niño malo que pega a los otros niños y les roba los cromos, pero es que ni siquiera has tenido la oportunidad de serlo. Ni siquiera eso, ni siquiera has podido elegir.
No siento rabia, porque la rabia es algo que a menudo tiene un receptor, y yo no tengo a nadie a quien echar la culpa de tu muerte, o al menos no en suficiente grado como para convertirme a mí en inocente. Lo que siento es una vergüenza tan grande como nunca había sentido, y aunque ayer sí que me sentí un poco enfadado con los periódicos por utilizar tu foto, luego lo que he sentido es vergüenza, una vergüenza espantosa por dedicar mis pensamientos a si deberían haberla publicado o no, cuando eso es una nimiedad comparado con el horror de que cosas así sucedan. Y uno es como es, y al final tampoco sé si soy capaz de imaginarme al monstruo que convierte tu escandalosa última foto en una estimación de número de visitas y clicks de ratón, y pienso que la gente -en principio- es buena, y que probablemente se habrá debatido mucho en las redacciones de los periódicos si usar esa foto está bien o no, antes de llevarla a las portadas, pero nada de eso tiene demasiado sentido si no hablamos antes de lo que está pasando, de por qué gente como tú y como tu familia hace lo que hace, y lo deja todo, y se embarcan en un barco de mierda o se hacinan hasta morir en un camión frigorífico con el dibujito de un pollo.
Y aquí hay gente que dice que la culpa es de los políticos, que son ellos los que mandan y los que cambian las leyes y deciden qué se puede hacer y qué no se puede hacer. Pero aun siendo verdad, eso no me basta, Aylan: tengo la conciencia doblada por la culpa como una brizna de hierba debajo de un yunque, la sensación de que seguro que hay cosas que sí se pueden hacer, y que si uso la cabeza para resolver con imaginación tantos asuntos, cómo no se me iba a ocurrir algo si la uso para resolver problemas verdaderamente importantes. Y a lo mejor ahora que estoy tan machacado voy y hago algo bueno, como cuando lo de aquel dinero para los supervivientes del terremoto en Haití, y en el fondo sé que me voy a sentir un poco mejor y que realmente, ya sólo por eso, debería hacerlo, pero también sé que se me pasará, y volveré a ahogarme en mis problemas ridículos mientras tú te quedas ahí, para siempre, ahogado en una foto en una playa. Y seguro que cuando pase el tiempo ni siquiera somos capaces de acordarnos de tu nombre, porque es un nombre raro para nosotros, pero también porque de aquí a nada estaremos a otras cosas. En tan sólo dos días estaré escribiendo un post sobre una canción, para el blog, y tú que ni siquiera sabrás lo que es un post ni un blog, te irás quedando atrás, como algo antiguo que una vez fue importante pero ahora, visto con perspectiva, a lo mejor ya no lo es tanto. ¿Cúanto tardaremos en olvidarnos de tí? ¿Cúanto hará falta para que de pronto alguien diga “¿te acuerdas, el niño ese, de la playa?” y digamos qué fuerte, o qué horror, y se quede ahí la cosa, sin más, hasta que alguien cambie de tema diciendo “hablemos de algo más alegre”, y lo haremos, cambiaremos de tema…
Pensaré qué hacer, te lo prometo. Daré dinero a una ONG o algo así, si no se me ocurre algo mejor, aunque seguro que es una cantidad mucho menor de la que realmente podría dar, porque así somos las personas, o por lo menos yo soy así: sólo me doy cuenta de que algo me sobra cuando soy capaz de darlo, y ni siquiera entonces lo hago porque me sobre, sino porque necesito acallar mi mala conciencia, y eso lo hago con dinero. Hay gente que dice: “eso no sirve para nada”, o “seguro que ese dinero ni siquiera llega a los que lo necesitan, porque hay alguien que mete la mano”. No. Sí que sirve. Y si hay alguien que se lo queda y esa ayuda no llega a su destino, allá él con su conciencia, pero no voy a excusarme en una posibilidad remota para no hacerlo. O a lo mejor (estoy escribiéndolo mientras se me ocurre) la próxima vez que me encuentre con uno de esos inmigrantes que veo debajo de mi casa, removiendo en la basura con sus ganchos, voy y le doy algo, y en mi cabeza será como si te lo hubiera podido dar a tí, que a tí ya no puedo ayudarte, pero a él sí. Le daré unas monedas, o un bocata, o al típica lata de conservas o el paquete de arroz, y el inmigrante se quedará con cara de flipado pero yo me marcharé con el corazón aliviado, que lo triste es que al final todo esto lo hago por mí, porque no puedo seguir con mi vida como si tal cosa hasta que te marches, hasta que te esfumes del todo y pueda volver a mis peleas y mis discos y mis vacaciones en Agua Amarga y mis necesito un aumento de sueldo. Y rezaré por tí, porque me sale gratis y aunque mucha gente mucho más lista que yo dice que no sirve para nada, yo creo que sí sirve, y no creo que tenga ningún mérito por ello, ni tampoco me parece que esté más equivocado que los demás. Así que me da igual si se ríen, que yo rezaré por tí y por tu familia y por la gente como tú, lo haré porque en lo más profundo de mi conciencia creo que tengo que hacerlo, y porque ni siquiera lo contemplo como una opción: lo hago porque necesito hacerlo, con todas mis fuerzas, y quizás hasta pierdo followers que son la gente que lee el blog porque dicen “mira este meapilas”, me da igual. Ya hay que ser cutre, estar pensando en la gente que leerá esto, cuando ni siquiera soy capaz de mirar tus ojos cerrados contra la arena, perdóname, perdóname otra vez. Y prometo acordarme de tí cuando haya que votar: es una cosa que hacemos los mayores de vez en cuando, para elegir a esos que te decía que mandaban. Mucha gente (estoy escribiendo “mucha gente” todo el rato, ya sé, pero prefiero seguir que andar corrigiendo) opina que no sirve para nada, y en cierta forma tienen razón, pero también te digo que si un montón de personas se ponen de acuerdo, no una, sino un buen montón, entonces sí que se puede cambiar algo, aunque sea un poquito. Y tú tienes mi palabra de que el día que toque iré ahí, a votar, y votaré sólo a un partido político que me diga que esto no va a volver a ocurrir, y si me mienten allá ellos, pero yo habré hecho lo que tenía que hacer, y también de esta forma te estaré recordando.
Tampoco tengo mucho más, creo. Este tiempo que dedico a escribir sobre tí, y que es una ridiculez, y la esperanza de que a lo mejor, tu muerte sirva para algo. Quién sabe, no tiene mucha pinta, pero quizás entre toda ese gente que manda hay alguno como yo, que no puede vivir con tu nombre clavado en el pecho como una astilla, y propone a los demás que mandan, una idea o lo que sea, para que a partir de ahora esto no vuelva a pasar y seas el último niño que se murió en el mar tratando de huir de la muerte en tierra. Lo dudo mucho, porque ya sabes cómo son las cosas, que hablamos mucho y luego no hacemos nada, pero ojalá que ocurra. Cómo nos ayudaría ahora mismo a muchos, el creer que tu muerte sirvió para algo.
Lo cierto es que hablo y hablo, pero no sé nada de tí. Ya sé que es algo imposible, que uno no puede saber nada de tantas y tantas personas en el mundo, pero si no temiera tanto el volver a encontrarme esa foto tuya, a lo mejor podía leer algo acerca de las cosas que te gustaban, lo que hacías, cómo era tu vida. Nada de eso iba a devolverte la vida, pero creo que sería una forma de reconocer que eres importante, tú y cada una de esas personas que huyen de lo que sea. A nosotros no nos llegan los nombres, Aylan, el tuyo sí porque tu foto nos ha conmocionado como un terremoto, y ahora casi eres hasta famoso, y alucinarías con todo lo que ocurriría si tus padres hubieran muerto en el naufragio pero tú te hubieras salvado: seguro que aparecía gente de todo el mundo que te mandaba dinero y juguetes y viajaban a hacerse fotos contigo, y algunos hasta igual se ofrecían para adoptarte, porque estas cosas pasan. Pero eso no ocurre cuando sí que te mueres, miramos los periódicos y la televisión con cara asustada pero al final toda esa rabia y toda vergüenza se van diluyendo, y la sacudida que sentimos en el pecho se estrella contra la desidia y las tonterías, y lo que era realmente importante que es que el clamor llegara a los de arriba, eso no ocurre, o se hacen los sordos hasta que la gente se cansa y se marcha a casa. Y como te decía antes, a nosotros no nos llegan fotos como la tuyas todos los días, no sé si por suerte o por desgracia. Es un poco raro, saber que cosas así ocurren, pero si no hay foto, es como si no pasaran. Nos llegan números, titulares en plan “Nosecuantos ahogados frente a la costa de Sicilia” o “Masacre en tal o cual sitio, más de 500.000 soldados o niños o familias muertas, o desaparecidas, o desplazadas”, o leemos que han decapitado a un periodista los mismos que quemaron vivo al piloto jordano, mira cómo del jordano sí que me acuerdo, y eso es porque vi la foto, como todo el mundo, el pobre hombre ardiendo como una antorcha delante de aquellos otros animales sin entrañas. Eso es justamente lo que te decía antes, que en este mundo sólo cuentas si tienes foto, si no tienes foto eres olvidado, o desapareces como un insecto sin que nadie sepa nunca que has existido. Y eso no es así, Aylan: tú eras importante antes de morir. Contra lo que pueda parecer, no es morirte ahogado o quemado en una jaula lo que te hace importante: tú ya eras muy importante antes de que todo esto ocurriera. Tú vida valía más que cualquier cosa de este mundo, más que una estrella, más que la cosa más hermosa jamás dicha o escrita o cantada por el ser humano, y eso tu familia seguramente lo sabía pero nosotros no, y si existe Dios entonces seguro que para Él también eras importante, y a lo mejor sólo Él podía ver la luz inmensa que te refulgía en el pecho. Ay, mierda, no quiero hablar de estas cosas, no sé si es el miedo a ser malintepretado, o simplemente que tengo la sensación de que recurro a mi idea de Dios, o dios o qué se yo simplemente como una forma de escaparme de la angustia, y a lo mejor ni si quiera debería estar intentándolo…
A lo mejor esto te parece un poco raro, y si no fuera porque esto lo va a leer muy poquita gente, hasta me daría un poco de repelús que dijeran “qué frivolidad”, ya ves tú que cosa tan terrible, ser malinterpretado, como si lo peor que a uno le pudiera pasar fuera no ser bien entendido o que dijeran “menuda pornografía sentimentaloide, que escriba un diario y nos deje en paz”. Pero te juro que esta vez no se trata de exhibicionismo, Aylan, nunca fue mi idea convertir este blog (es un sitio donde escribes de música o de lo que tú quieras, y la gente lo lee, y si quiere puede decir lo que piensa) en un confesionario donde airear lo que pienso de las cosas, pero a veces ocurren algunas que son tam importantes que no puedo evitarlo, y es como si me saliera sólo, y me pasa como ahora, que escribo todo de corrido y sin pararme a mirar lo que he escrito, porque quiero que sea justo así, como si pudiera decírtelo a la cara, como si pudiera mirarte a los ojos (ni siquiera sé de qué color son tus ojos, y en cambio podría dibujar de memoria el contorno de tus piernas dobladas) y decirte: “Mira, Aylan, me siento así”, sólo para que tú pudieras hacer como hace casi todo el mundo y decirme después “no te preocupes, no pasa nada”.
Me he vuelto a ir por la ramas: decía que a lo mejor esto es un poco inapropiado, pero como este es un sitio que trata de lo que más me importae en esta vida (hablo de cosas, no de personas), quería dedicar una canción a tu memoria. Lo peor de todo es que ni siquiera sabía cúal poner, fíjate qué cosa más absurda, porque acabar con una canción tristísima de esas de pianito y voz quebrada me parecía una cosa ridícula y como de cortinilla de Telecinco o algo peor, y tampoco es cuestión de ponerme a buscar una canción de un artista sirio que a lo mejor tú conocías, pero yo no. Quiero decir: a lo mejor si supiera un tema o un cantante que te gustaban, eso hubiera sido lo suyo, pero no tengo ni idea, la verdad, y prefiero equivocarme con una canción que por lo menos signifique algo para mí. Y no es que esta sea mi favorita de todos los tiempos ni nada de eso, y probablemente tú te mereces “God Only Knows” o cualquiera de esas canciones que encabezan las listas de las más hermosas del mundo, pero resulta que esta era la canción favorita de mi hija pequeña cuando tenía tu edad, la edad que tú tenías antesdeayer, o hace una semana, ni sé… Se llama “All Over The World“, y la cantan Pet Shop Boys, que aquí nos parecen muy importantes, pero en realidad no lo son, Aylan: importante es lo tuyo, eso es importante. Es una canción muy alegre, y aunque algun idiota dirá que qué cosa más obscena dedicar esta canción a un niño muerto, para mí tiene todo el sentido. No quiero que la tuya sea triste, no quiero. Lo he pensado y quiero que la tuya sea la misma canción que me pedía mi hija desde el asiento trasero del coche (“papá, ponme la canción de las trompetas”), y así estábamos todo el día, con mis hijos que sólo querían que les pusiera “All Over The World” o las más chulas de Hot Chip, y yo me sentía super contento de que oyeran estas cosas en lugar de andar pidiéndome los Cantajuegos, qué cosa más idiota, pero qué le vamos a hacer si soy así.
Ha habido un momento en qué he pensado “voy a escribir un post sin canción”, porque a lo mejor quedaba bien eso de -no lo he hecho nunca en los tres años que llevo escribiendo sobre canciones- dejar al final un silencio atronador, que es un poco la marca de la casa: convencer a la gente de que escribo bien recurriendo a un final efectista, y si te he decir la verdad, creo que sí que es verdad que escribo algo mejor que otros, pero no me parece que lo haga bien, no al menos como a mí me gustaría. Ojalá pudiera, escribirte unas líneas tan bien perfectas como las de “El Arpa de Hierba” o “El Gran Gatsby” o los cuentos de Salinge,r o el libro de Summell que me compré porque lo había recomendado Kiko Amat, y resultó que era muy violentoe pero estaba muy bien. Pero qué estoy haciendo, Aylan, qué hago hablándote de libros que ya no vas a poder leer, cómo se me ocurre.Mejor vuelvo al principio del párrafo, cuando decía lo de dejar la entrada sin música: hubiera sido adecuado, pero no quiero dejarte también sin eso, Aylan, ya lo has perdido todo, así que qué más da si esto pasa a ser tuyo. De modo que me quedo con la idea de la canción de Pet Shop Boys, que es muy bonita, y además se llama (te traduzco del inglés) “En Todo El Mundo” o “Por Todo El Mundo”, no sé qué está mejor. Y la letra dice “Esta es una canción / sobre chicos y chicas/ puedes escucharla / por todo el mundo”, y no sé si me entran aún más ganas de llorar al escucharlo, porque entonces me da por pensar que en este mundo las mismas canciones pueden ser escuchadas por los millones de personas que lo habitamos, todos distintos, porque la música no tiene fronteras, y hoy en día lo mismo puedse escuchar los cánticos de unos indios que viven en una reserva de Colorado (no sé si hay reservas indias en Colorado, es un ejemplo) que la música de unos chicos muy jóvenes que no han grabado nunca un disco pero suben sus canciones a Soundcloud, o la música que se hace en tu país, Siria, seguro que hay buenos artistas en Siria, pero no conozco nada. (Sólo a Omar Souleyman, que es muy divertido, pero ahora mismo ni siquiera estoy seguro de si es sirio o no). Y fíjate tú qué indecencia, las canciones pueden viajar, pero las personas no, y a lo mejor si tú hubieras sido un cantante famoso no hubieras tenido que subirte a una balsa, o a lo mejor si hubieras sobrevivido a un accidente, pero fueras ese cantante famoso, todo el mundo hablaría de ello en los periódicos, en plan “el héroe de la tragedia”, y no como pasa ahora, que es justo al revés: estás muerto, enterrado bajo la tierra o en una cámara frigórifica a la que apenas llega el sonido de los llantos, y todo el mundo habla de tí sólo por eso.
Por favor, no dejes que nos olvidemos de que exististe. No me lo tengas en cuenta (ahora sí que he tenido la sensación, por un momento, de estar hablando solo) cuando dentro de dos días, o tres, vuelva a escribir de tonterías y me vuelva a estas canciones que son la cosa que más me hace disfrutar en este mundo, yt escriba cosas como “vámonos con lo nuevo de tal y cual”, haciendo justamente eso que tanto crítico de “y después de esta tragedia, vamos con una noticia divertida”. Te dije que era un hombre normal, creo que una buena persona, yo también me equivoco, y me contradigo, y miento a los demás respecto a cómo soy en realidad porque no quiero que vean que soy exactamente como ellos. Perdonadme tú y tu madre y tu hermanito Galip, perdonadme todos los Aylan del mundo, perdonadnos a los pocos que vivimos bien y aún nos quejamos de nuestros paros y nuestras crisis y nuestros problemas de rico, porque somos, simple y llanamente, un hatajo de miserables. Perdóname tú, y que el cielo (ya te digo que yo creo que existe, y ahora mismo necesito creer que existe, porque los niños como tú no pueden acabar bocabajo en una playa y ya está; tiene que haber un cielo, o un paraíso de Alá, o un Juguetilandia para los niños ateos donde tú y todos los que son como tú sois compensados de toda la mierda que os hemos ofrecido en este mundo); que el cielo, decía, que el cielo nos perdone, porque yo, ahora mismo, no soy capaz de hacerlo.
غفر
Publicado en: Greatest HitsEtiquetado: 2009, Aylan, Parlophone, Pet Shop Boys, Pop, YesEnlace permanente1 comentario