Allen Ginsberg – Aullido

Publicado el 17 marzo 2011 por Jordiguzman

Allen Ginsberg (1925-1997)

Esta obra poética, editada en 1956, fue un bombazo y un escándalo, de hecho se prohibió, iniciándose un proceso que fue celebre en los EEUU. Partes de Aullido, sino todo él, está escrito bajo la influencia del peyote y es un poco doméstico con referencias muy estadounidenses, su autor Allen Ginsberg (1925-1997) fue el perfecto enlace entre la cultura beat de los cincuenta y la hippie de los sesenta.

Aquí os muestro la primera parte – de las tres que tiene -  que he encontrado en el blog Homenaje a allen Ginsberg en donde además del texto completo también incluyen los poemas Un supermercado en California y América. La traducción y las notas son de Xoán Abeleira.

AULLIDO

Para Carl Salomon[3]

I

Yo vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un chute furioso,
hipsters [4] con cabeza de ángel ansiando la antigua co­nexión celestial a la estrellada dinamo de la maquinaria nocturna,
quienes pobres y harapientos y cadavéricos y colocados se reclinaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los pisos de agua fría que flotaban por entre las cimas de las ciudades meditando sobre el jazz,[5]

quienes expusieron sus cerebros al Cielo bajo el El[6] y vieron ángeles mahometanos tambaleándose en los tejados iluminados de las casas de alquiler,
quienes pasaron por las universidades con sus radiantes ojos imperturbables alucinados imaginando Arkansas y una tragedia de luz–tipo–Blake entre los eruditos de la guerra,[7]
quienes fueron expulsados de las academias por locos y por pu­blicar odas impúdicas en las ventanas de la calavera,
quienes se ovillaron de miedo en sus cuartos sin afeitar en ropa interior, quemando su dinero en la papelera y sintiendo el Te­rror a través de la pared,
quienes fueron arrestados con sus barbas púbicas al volver por Laredo con un cinturón de marihuana para New York,
quienes comieron fuego en hoteles pintados o bebieron tremen­tina en Paradise Alley, la muerte, o purgaron sus torsos noche tras noche con sueños, con drogas, con pe­sadillas que los despertaban aterrados, alcohol y polla y bailes sin fin,
incomparables calles ciegas de nube estremecedora y relámpago en la mente saltando hacia los polos extremos de Canadá y de Pater­son, iluminando entre medias todo el mundo inmóvil del Tiempo,
sensaciones de solidez de los salones a causa del peyote, albas de cementerio con un árbol verde en el patio trasero, borracheras de vino en­cima de los tejados, barrios de escaparates recorridos en coches robados por diversión bajo los efectos de la marihuana con luces de neón de tráfico pestañeantes, vibraciones de sol y de luna y de árbol en los atardeceres rugientes del inverno en Brooklyn, sucias[8] peroratas y amable luz reina de la mente,
quienes se encadenaron a los metros para recorrer el interminable trayecto desde Battery hasta el santo Bronx ciegos de anfetamina hasta que el ruido de las ruedas y de los niños les hizo caer tiritando con la boca desencajada y el cerebro debilitado completamente vapuleados despojados de todo brillo bajo la luz lúgubre del zoo,
quienes se hundieron toda la noche en la luz submarina de Blick­ford’s emergieron flotando y se sentaron en el desolado Fugazzi’s ante una cerveza rancia[9] hasta después del mediodía escuchando el crujido del funesto destino[10] en la gramola de hidrógeno,
quienes hablaron sin parar durante setenta horas yendo del parque a su agujero[11] al bar a Belle­vue al museo al puente de Brooklyn,
un batallón perdido de platónicos conversadores saltando desde las barandas desde las salidas de incendio desde las ventanas desde el Empire State desde la luna abajo,
charloteando gritando vomitando susurrando hechos y recuerdos y anécdotas y patadas en el ojo[12] y electrochoques en los hospitales y las cárceles las guerras,
cuyos intelectos vomitaron en retirada total durante siete días y siete noches con los ojos resplandecientes, carne de sinagoga[13] arrojada al pavimento,
quienes se desvanecieron en la New Jersey zen de ninguna parte dejando una estela de ambiguas postales del At1antic City Hall,[14] con un mono espantoso sufriendo sudores orientales y un crujir de huesos tangerinos y jaquecas chinas en el cuarto míseramente amueblado de Newark,[15]
quienes vagabundearon a media noche cruzando de un lado a otro las vías de la estación preguntándose adónde debían ir, y fueron, sin dejar atrás ningún corazón roto,
quienes encendieron cigarrillos en los furgones los furgones los furgones que traqueteaban a través de la nieve hacia las granjas solitarias en la noche del abuelo,
quienes estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía y cábala bop porque el cosmos vibraba instintivamente bajo sus pies en Kansas,
quienes vagaron solos por las calles de Idaho en busca de ángeles visionarios indios que fuesen ángeles visionarios indios,
quienes pensaron que no eran más que una pandilla de locos cuando Baltimore fulguraba en una éxtasis sobrenatural,
quienes subieron corriendo a unas limusinas con el Chino de Oklahoma arrastrados por el impulso de un aguacero invernal bajo la luz de los faroles de un pueblo de madrugada,
quienes vagaron famélicos y solos por todo Houston buscando jazz o sopa o sexo y siguieron al brillante español para conversar sobre América y la Eternidad, una tarea inútil, y embarcaron por tanto a África,
quienes desaparecieron en los volcanes de México sin dejar tras de sí nada salvo la sombra de sus pantalones vaqueros y la lava y la ceniza de la poesía esparcida en el lar de la chimenea Chicago,
quienes luego reaparecieron en la Costa Oeste para investigar al F.B.I. con barbas y pantalones cortos grandes ojos pacifistas tan atractivos con su piel bronceada distribuyendo folletos incomprensibles,
quienes perforaron los brazos con cigarrillos encendidos para protestar contra la niebla de tabaco narcótica del Capitalismo,
quienes repartieron panfletos súper comunistas en Union Square sollozando y desnudándose mientras las sirenas de Los Álamos los gemían abajo,[16] gemían Wall abajo, y el ferry de Staten Island también gemía,
quienes rompieron a llorar en los gimnasios blancos desnudos y temblando ante la maquinaria de otros esqueletos,
quienes mordieron en el cuello a los detectives y chillaron a gusto en los coches de policía por no cometer más crimen que el de su propia salvaje pederastia e intoxicación,
quienes aullaron de rodillas en el metro y fueron arrancados de los tejados agitando sus genitales y sus manuscritos,
quienes se dejaron dar por culo por los santos motoristas y gritaron de placer,
quienes mamaron y fueron mamados por eses serafines humanos, los marineros, caricias de amor atlántico y caribeño,
quienes follaron mañana y tarde en las rosaledas y en el césped de los parques públicos y en los cementerios esparciendo libremente su semen a quien fuese a quien viniese,
quienes hiparon sin fin haciendo por reír pero acabaron sollozando tras un tabique de un baño turco cuando el ángel rubio y desnudo los atravesó con su espada,
quienes perdieron a sus jóvenes amantes por culpa de las tres viejas arpías del destino, la arpía con un sólo ojo del dólar heterosexual la arpía con un sólo ojo que pestañea al salir del útero y la arpía con un sólo ojo que no hace más que sentarse en su trasero y tijeretear los dorados hilos intelectuales del telar del artesano,
quienes copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un novio un paquete de tabaco una vela hasta caerse de la cama, y luego continuaron por el suelo y el pasillo hasta acabar desmayados contra la pared teniendo una visión del coño y de la corrida final[17] y conteniendo la postrera eyaculación de la consciencia,
quienes endulzaron las rajas de un millón de muchachas temblando en el ocaso, y por la mañana tenían los ojos enrojecidos pero ya estaban preparados para endulzar la raja del alba, con las nalgas resplandeciendo bajo los graneros, desnudos a orillas del lago,
quienes fueron de putas por Colorado en una miríada de coches robados por una noche, N.C., héroe secreto de estos poemas, genio sexual y Adonis de Denver – alegrémonos con el recuerdo de sus innumerables jodiendas de chavalas en los solares vacíos y en los patios traseros de los restaurantes, en las desvencijadas filas de los cines, en la cima de las montañas en las cuevas o con escuálidas camareras en los familiares solitarios levantamientos de enaguas junto a la carretera y especialmente de sus secretos solipsismos en los baños de las gasolineras, y también en los callejones de su ciudad natal –,
quienes se desintegraron poco a poco en vastas y sórdidas películas, se sintieron transportados en sueños, despertaron en un súbito Manhattan, volvieron a levantarse tras la caída, salieron de los sótanos[18] con su resaca de cruel vino Tokay[19] y los horrores de los sueños de hierro de la Tercera Avenida y llegaron tambaleándose a las oficinas del paro,
quienes caminaron toda la noche con los zapatos cubiertos de sangre por entre los montones de nieve de los muelles aguardando a que una puerta se abriese en East River y diese a un cuarto lleno de humo de estufa y de opio,
quienes crearon grandes dramas suicidas en su piso en las riberas escabrosas del Hudson bajo el foco azul de época de guerra de la luna, y por tanto sus cabezas serán coronadas con laurel en el olvido,
quienes comieron el cordero asado de la imaginación o digirieron el cangrejo en el lecho limoso de los ríos del Bowery,
quienes lloraron al ver el romance de las calles con los carritos del súper llenos de cebollas y de mala música,
quienes se sentaron en cajas respirando la oscuridad debajo del puente, y otra vez volvieron a erguirse dispuestos a fabricar clavicordios en sus buhardillas,
quienes tosieron en el piso sexto de Harlem coronados de llamas bajo el cielo tuberculoso rodeados de cajas de teología naranjas,
quienes pasaron la noche escribiendo a toda prisa balanceándose y dando vueltas a elevados conjuros[20] que luego en el alba amarilla resultaron ser estrofas ininteligibles,
quienes cocinaron animales putrefactos pulmón patas corazón rabo borsht[21] y tortillas mejicanas soñando con el puro reino vegetal,
quienes se metieron bajo los camiones de la carne en busca de un huevo,
quienes tiraron sus relojes desde el tejado para votar por la Eternidad fuera del Tiempo, y entonces sobre sus cabezas cayó un diluvio de despertadores día tras día durante la década siguiente,
quienes se cortaron las venas tres veces sin conseguir matarse, desistieron del intento y se vieron forzados a abrir tiendas de antigüedades donde pensaron que estaban envejeciendo y lloraron,
quienes fueron quemados vivos con sus inocentes trajes de franela en la Avenida Madison entre estallidos de versos plúmbeos el chacoloteo ebrio de los acerados regimientos de la moda los chillidos de nitroglicerina de las hadas de la publicidad y el gas mostaza de los siniestros editores inteligentes, o fueron atropellados por los taxis borrachos de la Realidad Absoluta,
quienes se arrojaron desde el Puente de Brooklyn lo cual ocurrió realmente y se alejaron desconocidos y olvidados perdiéndose en la niebla fantasmal de los pasajes atestados de vaho de sopa y de camiones de bomberos de Chinatown, sin tan siquiera una cerveza gratis que llevarse a la boca,
quienes cantaron desesperados en sus ventanas, se precipitaron por una ventanilla del metro, se dejaron caer por la inmunda Passaic,[22] se unieron de un salto a los negros, vociferaron por toda la calle, bailaron sobre añicos de botellas de vino descalzos destrozaron discos de fonógrafo del melancólico jazz alemán de los años treinta apuraron todo el whisky y vomitaron queja tras queja en el retrete ensangrentado mientras los gemidos y el estruendo de las sirenas de vapor colosales resonaban en sus oídos,
quienes se lanzaron a toda hostia por las autopistas del pasado viajando cada uno de ellos al bólido–Gólgota puesto de vigilancia de soledad carcelaria o encarnación del jazz de Birmingham del otro,
quienes condujeron a campo traviesa durante setenta horas para descubrir si yo había tenido o tú habías tenido o él había tenido una visión para descubrir la Eternidad,
quienes se marcharon a Denver, murieron en Denver, volvieron a Denver y allí aguardaron en vano, que velaron a Denver se aislaron y elucubraron en Denver y al final se volvieron a marchar para descubrir el Tiempo, y ahora Denver se siente sola sin sus héroes,
quienes se arrodillaron en catedrales sin esperanza rezando por la salvación y por la luz y por el pecho de cada uno de los otros hasta que el sol iluminó por un instante sus cabellos,
quienes irrumpieron con sus mentes en la cárcel aguardando a imposibles criminales con cabezas doradas y el encanto de la realidad en sus corazones quienes cantaron dulces blues a Alcatraz,[23]
quienes se retiraron a México a cultivar una adicción,[24] o a las Montañas Rocosas para ofrecerse al tierno Buda o a Tánger a los muchachos o al Pacífico Sur a la negra locomotora o a Harvard a Narciso o a Woodlawn a las orgías[25] o a la tumba,
quienes exigieron que les juzgaran su grado de cordura acusando a la radio de hipnosis y el tribunal los dejó con su locura y sus manos y una sentencia pendiente,
quienes tiraron ensalada de patata a unos conferenciantes de la CCNY[26] que pretendían hablar sobre el Dadaísmo, y luego se presentaron en los escalones de granito del manicomio con la cabeza afeitada y un discurso de arlequín sobre el suicidio, pidiendo que les hicieran al instante una lobotomía,
y a quienes en vez de eso aplicaron el concreto vacío de la insulina Metrazol[27] descargas eléctricas hidroterapia psicoterapia terapia ocupacional ping pong y amnesia,
quienes protestando seriamente volcaron una sola simbólica mesa de ping pong y permanecieron un rato en estado catatónico,
volviendo años después calvos del todo salvo por una ligera peluca de sangre, y de lágrimas y dedos, al visible funesto destino del loco en los distritos[28] de las locas ciudades del Este,
en los salones pestilentes de Pilgrim State Rockland y Greystone, riñendo con los ecos del alma, meciéndose y revolviéndose a media noche en el banquillo de la soledad en los reinos dólmenes del amor, el sueño de la existencia una pesadilla, los cuerpos transformados en piedras tan pesadas como la luna,
con madre finalmente ******,[29] y el último fantástico libro arrojado por la ventana del piso de alquiler, y la última puerta cerrada justo a las cuatro de la mañana y como repetición de la jugada el último teléfono lanzado contra la pared y la última habitación con muebles vaciada hasta la última pieza de mobiliario mental, una rosa de papel amarillo retorcida en una percha de alambre del armario, e incluso eso imaginario, nada salvo un ápice de alucinación esperanzada –ah, Carl, mientras tú no estés a salvo yo no estaré a salvo, y ahora estás realmente en la absoluta sopa animal del tiempo –,
y quienes por tanto corrieron por las calles heladas obsesionados con un súbito destello de la alquimia del uso de la elipse el catálogo la unidad métrica y el plano vibratorio,
quienes soñaron e hicieron agujeros[30] encarnados en el Tiempo y el Espacio con imágenes yuxtapuestas, y pillaron al arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y juntaron el sustantivo y el guión de la consciencia brincando con la sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus
para recrear la sintaxis y el ritmo de la pobre prosa humana y quedar ante vosotros sin habla e inteligentes y temblando de vergüenza, mas negándose a confesar el alma para acoplarse al compás del pensamiento en su desnuda e infinita cabeza, [31]
el vagabundo[32] demente y el ángel beat en el Tiempo,[33] desconocidos, pero escribiendo aquí lo que debería quedar sin decir en el tiempo posterior a la muerte,
y se irguieron reencarnados en las fantasmagóricas vestiduras del jazz en la sombra del cuerno dorado de la banda[34] y con él interpretaron el sufrimiento de la mente desnuda de América por amor hasta transformarlo en un grito de saxofón elí elí lamma sabacthaní[35] que estremeció y derribó hasta la última radio de las ciudades
con el absoluto corazón del poema de la vida extirpado de sus cuerpos bueno para comer durante mil años. [36]

NOTAS:

[1] Louis Ginsberg (1895– 1976). Sus dos hijos, Eugene –también poeta– y Allen, editaron sus Collected Poems tras su fallecimiento. (N. del T., al igual que todas las siguientes.)
[2] La imagen, tremenda, de William Carlos Williams parece remitir al propio poema de Allen Ginsberg, viendo nuestra vida como el proceso digestivo de un dios tipo Moloch, que se limita a engullirnos y defecarnos…
[3] Howl for Carl Salomon (llamado en un principio simplemente Strophes) fue leído por primera vez en el célebre recital de la Six Gallery de San Francisco que cambiaría el curso de la literatura estadounidense. En él, además de Ginsberg, participaron Gary Snider, Philip Lamantia y Philip Whalen, aunque entre el público se hallaban, entre otros, Lawrence Ferlinghetti (que luego publicaría el libro), Jack Kerouac, Michael McClure y Kenneth Rexroth. En la entrada de la Wikipedia perteneciente a Ginsberg puede leerse un pequeño análisis de las partes del poema.
[4] Hipster: Fanático del jazz; persona in, muy puesta, a la moda, aunque en los años sesenta pasó a denominar también a los rebeldes que, como Ginsberg, se enfrentaron al Sistema.
[5] El verbo to contemplate tiene aquí, claramente, el sentido de “to think deeply about someone or something”, no de “contemplar, observar”.
[6] Ginsberg juega aquí con varios sentidos de este enigmático término que ningún traductor se molestó en buscar o en aclarar hasta ahora: El e Elí (en hebreo, ver nota 33) son dos de las muchas formas semejantes que existen en las antiguas lenguas semíticas para designar “el Dios Padre” de todos los dioses, “el Creador de la Tierra” (ver artículo en la Wikipedia inglesa). Por otra parte, El designa en inglés “la distancia angular por encima del horizonte (en especial de un cuerpo celeste)”, pero también era el nombre con el que, durante los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, se conocía el paso elevado del tren eléctrico que cruzaba la Tercera Avenida de Nueva York.
[7] En algunas de las lecturas que hizo Ginsberg, leyó este verso como ‹‹los eruditos del dinero y de la guerra››.
[8] Ashcan o Ash Can, “cubo de basura”, es un término que alude a una escuela artística de principios del XX, semejante a lo que hoy conocemos como “realismo sucio”.
[9] Blickford’s, Fugazzi’s: Dos bares–restaurantes de New York. Jack Kerouack fue quien introdujo a Ginsberg en el ambiente hipster del Fugazzi’s, basándose en el cual aquél concebiría su novela The Subterraneans.
[10] Destino funesto: Doom, a veces también entendido como el Día del Juicio Final.
[11] Pad –en argot “piso o habitación”– entraña cuando menos un juego de palabras en el caso de Ginsberg y sus amigos escritores, ya que el término también significa “taco de folios”.
[12] Segundo o artigo da Wikipedia dedicado ó poeta, “Ginsberg also made an intense study of haiku and the paintings of Paul Cézanne, from which he adapted a concept important to his work, which he called the “Eyeball Kick”. He noticed in viewing Cézanne’s paintings that when the eye moved from one color to a contrasting color, the eye would spasm, or “kick.” Likewise, he discovered that the contrast of two seeming opposites was a common feature in haiku. Ginsberg used this technique in his poetry, putting together two starkly dissimilar images: something weak with something strong, an artifact of high culture with an artifact of low culture, something holy with something unholy. The example Ginsberg most often used was “hydrogen jukebox” (which later became the title of an opera he wrote with Philip Glass). Another example is Ginsberg’s observation on Bob Dylan during Dylan’s hectic and intense 1966 electric-guitar tour, fuelled by a cocktail of amphetamines, opiates, alcohol, and psychedelics, as a “Dexedrine Clown”. The phrases “eyeball kick” and “hydrogen jukebox” both show up in “Howl”, as well as a direct quote from Cézanne: “Pater Omnipotens Aeterna Deus”. Por outra banda, no eido da ciencia ficción, “unha patada no ollo” (eyeball kick) designa “un detalle perfecto, revelador que por un intre crea una poderosa imaxe visual” (Rudy Rucker).
[13] Como en la frase hecha “carne de cañón”.
[14] Atlantic City Hall: Un auditorio, salón de convenciones y sala de conciertos de Atlanta.
[15] Newark: El pueblo de New Jersey donde nació Ginsberg.
[16] Imito el juego de palabras del autor: las sirenas se quejaban, gemían “hasta derrumbarlos”.
[17] En el original hay un juego homófono entre cunt y come. Al parecer, Aullido es a única obra en la que el término argótico jizzum (o jizz, jism…), sinónimo de come, “semen, corrida, eyaculación”, aparece escrito así, gyzym.
[18] Sótanos: Probablemente en alusión al Fugazzi’s.
[19] Tokay o Tokaji: No es un lugar sino un vino elaborado a partir de esa variedad de uva húngara.
[20] Juego de palabras creado a partir de la expresión rock and roll y de los sentidos de los verbos que la conforman. Por otro lado, el uso de la palabra incantation (hechizo, conjuro, invocación…), en alusión a su propia escritura e a la de sus compañeros, demuestra el concepto rimbaudiano, vidente, que Ginsberg tenía de la poesía.
[21] Aunque borsht es, principalmente, un tipo de sopa rusa hecha con raíz de remolacha, Ginsberg parece aludir aquí, más bien, a “cualquier tipo de sopa espesa, hecha con carne o pescado”. De ahí su alusión al ‹‹puro reino vegetal››.
[22] Passaic: Ciudad del noroeste de New Jersey, al sur de Paterson, a orillas de un río homónimo y altamente industrializada.
[23] Este verso parece un homenaje a uno de los héroes de Ginsberg: Jean Genet.
[24] Adicción: Uno de los sentidos del término habit (comúnmente “hábito”).
[25] Daisychain (lit. “guirnalda de margaritas”) alude, en el argot sexual, a “una orgía” de tres o más personas en cadena.
[26] City College of New York. Ginsberg alude a él en otros poemas.
[27] El pentylenetetrazol, una droga utilizada en las “terapias de choque” como estimulante circulatorio y respiratorio, aunque produce grandes convulsiones. El padre del “invento” fue un neurólogo y psiquiatra húngaro–estadounidense llamado Ladislas J. Meduna.
[28] Ward: Ginsberg juega con dos de los sentidos del término: distrito o barrio, y pabellón de un hospital o sanatorio.
[29] La madre de Ginsberg, Naomi Livergant (1896–1956), una muchacha brillante y comprometida políticamente, comenzó a padecer desde muy joven una enfermedad mental por culpa de la cual acabó sus días en un sanatorio psiquiátrico donde finalmente le practicaron una lobotomía.
[30] Gap significa tanto “agujero” como “intervalo o pausa”.
[31] Alusión a la práctica de la “escritura automática” superrealista, de la que el autor de este poema magistral bebió sin duda.
[32] Bum (palabra que vuelve aparecer en la “Nota a pie de página de Aullido”) significa tanto “vagabundo”, “holgazán” como, en argot, “culo”.
[33] Verso ambiguo y difícil de entender, pues puede interpretarse al menos de tres maneras distintas, sobre todo porque ignoramos si el término beat está empleado aquí como sustantivo, como adjetivo o como verbo (to beat in, “aprender a base de repetir algo muchas veces”). Otra posibilidad sería ‹‹El demente vagabundo y el angélico compás [ritmo, redoble]››. Como es sabido, la palabra daría luego nombre a toda esa generación de escritores beatnik. En nuestra interpretación, el vagabundo demente podría ser Carl Salomón, y el ángel beat, el propio Ginsberg (y/o viceversa).
[34] Horn: En un grupo de jazz, a horn puede ser cualquier instrumento de viento. Sin embargo, es obvio que Ginsberg está jugando con el símbolo clásico del “cuerno dorado”.
[35] Elí Elí lamma sabachtaní: Las palabras que Cristo dijo en la cruz: ‹‹Señor, Señor, ¿por qué me has abandonado?››
[36] O “buenos [los cuerpos] para comer durante mil años”, pues ambas interpretacións son posibles.

AULLIDO

Para Carl Salomon[3]

I

Yo vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un chute furioso,
hipsters [4] con cabeza de ángel ansiando la antigua co­nexión celestial a la estrellada dinamo de la maquinaria nocturna,
quienes pobres y harapientos y cadavéricos y colocados se reclinaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los pisos de agua fría que flotaban por entre las cimas de las ciudades meditando sobre el jazz,[5]

quienes expusieron sus cerebros al Cielo bajo el El[6] y vieron ángeles mahometanos tambaleándose en los tejados iluminados de las casas de alquiler,
quienes pasaron por las universidades con sus radiantes ojos imperturbables alucinados imaginando Arkansas y una tragedia de luz–tipo–Blake entre los eruditos de la guerra,[7]
quienes fueron expulsados de las academias por locos y por pu­blicar odas impúdicas en las ventanas de la calavera,
quienes se ovillaron de miedo en sus cuartos sin afeitar en ropa interior, quemando su dinero en la papelera y sintiendo el Te­rror a través de la pared,
quienes fueron arrestados con sus barbas púbicas al volver por Laredo con un cinturón de marihuana para New York,
quienes comieron fuego en hoteles pintados o bebieron tremen­tina en Paradise Alley, la muerte, o purgaron sus torsos noche tras noche con sueños, con drogas, con pe­sadillas que los despertaban aterrados, alcohol y polla y bailes sin fin,
incomparables calles ciegas de nube estremecedora y relámpago en la mente saltando hacia los polos extremos de Canadá y de Pater­son, iluminando entre medias todo el mundo inmóvil del Tiempo,
sensaciones de solidez de los salones a causa del peyote, albas de cementerio con un árbol verde en el patio trasero, borracheras de vino en­cima de los tejados, barrios de escaparates recorridos en coches robados por diversión bajo los efectos de la marihuana con luces de neón de tráfico pestañeantes, vibraciones de sol y de luna y de árbol en los atardeceres rugientes del inverno en Brooklyn, sucias[8] peroratas y amable luz reina de la mente,
quienes se encadenaron a los metros para recorrer el interminable trayecto desde Battery hasta el santo Bronx ciegos de anfetamina hasta que el ruido de las ruedas y de los niños les hizo caer tiritando con la boca desencajada y el cerebro debilitado completamente vapuleados despojados de todo brillo bajo la luz lúgubre del zoo,
quienes se hundieron toda la noche en la luz submarina de Blick­ford’s emergieron flotando y se sentaron en el desolado Fugazzi’s ante una cerveza rancia[9] hasta después del mediodía escuchando el crujido del funesto destino[10] en la gramola de hidrógeno,
quienes hablaron sin parar durante setenta horas yendo del parque a su agujero[11] al bar a Belle­vue al museo al puente de Brooklyn,
un batallón perdido de platónicos conversadores saltando desde las barandas desde las salidas de incendio desde las ventanas desde el Empire State desde la luna abajo,
charloteando gritando vomitando susurrando hechos y recuerdos y anécdotas y patadas en el ojo[12] y electrochoques en los hospitales y las cárceles las guerras,
cuyos intelectos vomitaron en retirada total durante siete días y siete noches con los ojos resplandecientes, carne de sinagoga[13] arrojada al pavimento,
quienes se desvanecieron en la New Jersey zen de ninguna parte dejando una estela de ambiguas postales del At1antic City Hall,[14] con un mono espantoso sufriendo sudores orientales y un crujir de huesos tangerinos y jaquecas chinas en el cuarto míseramente amueblado de Newark,[15]
quienes vagabundearon a media noche cruzando de un lado a otro las vías de la estación preguntándose adónde debían ir, y fueron, sin dejar atrás ningún corazón roto,
quienes encendieron cigarrillos en los furgones los furgones los furgones que traqueteaban a través de la nieve hacia las granjas solitarias en la noche del abuelo,
quienes estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía y cábala bop porque el cosmos vibraba instintivamente bajo sus pies en Kansas,
quienes vagaron solos por las calles de Idaho en busca de ángeles visionarios indios que fuesen ángeles visionarios indios,
quienes pensaron que no eran más que una pandilla de locos cuando Baltimore fulguraba en una éxtasis sobrenatural,
quienes subieron corriendo a unas limusinas con el Chino de Oklahoma arrastrados por el impulso de un aguacero invernal bajo la luz de los faroles de un pueblo de madrugada,
quienes vagaron famélicos y solos por todo Houston buscando jazz o sopa o sexo y siguieron al brillante español para conversar sobre América y la Eternidad, una tarea inútil, y embarcaron por tanto a África,
quienes desaparecieron en los volcanes de México sin dejar tras de sí nada salvo la sombra de sus pantalones vaqueros y la lava y la ceniza de la poesía esparcida en el lar de la chimenea Chicago,
quienes luego reaparecieron en la Costa Oeste para investigar al F.B.I. con barbas y pantalones cortos grandes ojos pacifistas tan atractivos con su piel bronceada distribuyendo folletos incomprensibles,
quienes perforaron los brazos con cigarrillos encendidos para protestar contra la niebla de tabaco narcótica del Capitalismo,
quienes repartieron panfletos súper comunistas en Union Square sollozando y desnudándose mientras las sirenas de Los Álamos los gemían abajo,[16] gemían Wall abajo, y el ferry de Staten Island también gemía,
quienes rompieron a llorar en los gimnasios blancos desnudos y temblando ante la maquinaria de otros esqueletos,
quienes mordieron en el cuello a los detectives y chillaron a gusto en los coches de policía por no cometer más crimen que el de su propia salvaje pederastia e intoxicación,
quienes aullaron de rodillas en el metro y fueron arrancados de los tejados agitando sus genitales y sus manuscritos,
quienes se dejaron dar por culo por los santos motoristas y gritaron de placer,
quienes mamaron y fueron mamados por eses serafines humanos, los marineros, caricias de amor atlántico y caribeño,
quienes follaron mañana y tarde en las rosaledas y en el césped de los parques públicos y en los cementerios esparciendo libremente su semen a quien fuese a quien viniese,
quienes hiparon sin fin haciendo por reír pero acabaron sollozando tras un tabique de un baño turco cuando el ángel rubio y desnudo los atravesó con su espada,
quienes perdieron a sus jóvenes amantes por culpa de las tres viejas arpías del destino, la arpía con un sólo ojo del dólar heterosexual la arpía con un sólo ojo que pestañea al salir del útero y la arpía con un sólo ojo que no hace más que sentarse en su trasero y tijeretear los dorados hilos intelectuales del telar del artesano,
quienes copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un novio un paquete de tabaco una vela hasta caerse de la cama, y luego continuaron por el suelo y el pasillo hasta acabar desmayados contra la pared teniendo una visión del coño y de la corrida final[17] y conteniendo la postrera eyaculación de la consciencia,
quienes endulzaron las rajas de un millón de muchachas temblando en el ocaso, y por la mañana tenían los ojos enrojecidos pero ya estaban preparados para endulzar la raja del alba, con las nalgas resplandeciendo bajo los graneros, desnudos a orillas del lago,
quienes fueron de putas por Colorado en una miríada de coches robados por una noche, N.C., héroe secreto de estos poemas, genio sexual y Adonis de Denver – alegrémonos con el recuerdo de sus innumerables jodiendas de chavalas en los solares vacíos y en los patios traseros de los restaurantes, en las desvencijadas filas de los cines, en la cima de las montañas en las cuevas o con escuálidas camareras en los familiares solitarios levantamientos de enaguas junto a la carretera y especialmente de sus secretos solipsismos en los baños de las gasolineras, y también en los callejones de su ciudad natal –,
quienes se desintegraron poco a poco en vastas y sórdidas películas, se sintieron transportados en sueños, despertaron en un súbito Manhattan, volvieron a levantarse tras la caída, salieron de los sótanos[18] con su resaca de cruel vino Tokay[19] y los horrores de los sueños de hierro de la Tercera Avenida y llegaron tambaleándose a las oficinas del paro,
quienes caminaron toda la noche con los zapatos cubiertos de sangre por entre los montones de nieve de los muelles aguardando a que una puerta se abriese en East River y diese a un cuarto lleno de humo de estufa y de opio,
quienes crearon grandes dramas suicidas en su piso en las riberas escabrosas del Hudson bajo el foco azul de época de guerra de la luna, y por tanto sus cabezas serán coronadas con laurel en el olvido,
quienes comieron el cordero asado de la imaginación o digirieron el cangrejo en el lecho limoso de los ríos del Bowery,
quienes lloraron al ver el romance de las calles con los carritos del súper llenos de cebollas y de mala música,
quienes se sentaron en cajas respirando la oscuridad debajo del puente, y otra vez volvieron a erguirse dispuestos a fabricar clavicordios en sus buhardillas,
quienes tosieron en el piso sexto de Harlem coronados de llamas bajo el cielo tuberculoso rodeados de cajas de teología naranjas,
quienes pasaron la noche escribiendo a toda prisa balanceándose y dando vueltas a elevados conjuros[20] que luego en el alba amarilla resultaron ser estrofas ininteligibles,
quienes cocinaron animales putrefactos pulmón patas corazón rabo borsht[21] y tortillas mejicanas soñando con el puro reino vegetal,
quienes se metieron bajo los camiones de la carne en busca de un huevo,
quienes tiraron sus relojes desde el tejado para votar por la Eternidad fuera del Tiempo, y entonces sobre sus cabezas cayó un diluvio de despertadores día tras día durante la década siguiente,
quienes se cortaron las venas tres veces sin conseguir matarse, desistieron del intento y se vieron forzados a abrir tiendas de antigüedades donde pensaron que estaban envejeciendo y lloraron,
quienes fueron quemados vivos con sus inocentes trajes de franela en la Avenida Madison entre estallidos de versos plúmbeos el chacoloteo ebrio de los acerados regimientos de la moda los chillidos de nitroglicerina de las hadas de la publicidad y el gas mostaza de los siniestros editores inteligentes, o fueron atropellados por los taxis borrachos de la Realidad Absoluta,
quienes se arrojaron desde el Puente de Brooklyn lo cual ocurrió realmente y se alejaron desconocidos y olvidados perdiéndose en la niebla fantasmal de los pasajes atestados de vaho de sopa y de camiones de bomberos de Chinatown, sin tan siquiera una cerveza gratis que llevarse a la boca,
quienes cantaron desesperados en sus ventanas, se precipitaron por una ventanilla del metro, se dejaron caer por la inmunda Passaic,[22] se unieron de un salto a los negros, vociferaron por toda la calle, bailaron sobre añicos de botellas de vino descalzos destrozaron discos de fonógrafo del melancólico jazz alemán de los años treinta apuraron todo el whisky y vomitaron queja tras queja en el retrete ensangrentado mientras los gemidos y el estruendo de las sirenas de vapor colosales resonaban en sus oídos,
quienes se lanzaron a toda hostia por las autopistas del pasado viajando cada uno de ellos al bólido–Gólgota puesto de vigilancia de soledad carcelaria o encarnación del jazz de Birmingham del otro,
quienes condujeron a campo traviesa durante setenta horas para descubrir si yo había tenido o tú habías tenido o él había tenido una visión para descubrir la Eternidad,
quienes se marcharon a Denver, murieron en Denver, volvieron a Denver y allí aguardaron en vano, que velaron a Denver se aislaron y elucubraron en Denver y al final se volvieron a marchar para descubrir el Tiempo, y ahora Denver se siente sola sin sus héroes,
quienes se arrodillaron en catedrales sin esperanza rezando por la salvación y por la luz y por el pecho de cada uno de los otros hasta que el sol iluminó por un instante sus cabellos,
quienes irrumpieron con sus mentes en la cárcel aguardando a imposibles criminales con cabezas doradas y el encanto de la realidad en sus corazones quienes cantaron dulces blues a Alcatraz,[23]
quienes se retiraron a México a cultivar una adicción,[24] o a las Montañas Rocosas para ofrecerse al tierno Buda o a Tánger a los muchachos o al Pacífico Sur a la negra locomotora o a Harvard a Narciso o a Woodlawn a las orgías[25] o a la tumba,
quienes exigieron que les juzgaran su grado de cordura acusando a la radio de hipnosis y el tribunal los dejó con su locura y sus manos y una sentencia pendiente,
quienes tiraron ensalada de patata a unos conferenciantes de la CCNY[26] que pretendían hablar sobre el Dadaísmo, y luego se presentaron en los escalones de granito del manicomio con la cabeza afeitada y un discurso de arlequín sobre el suicidio, pidiendo que les hicieran al instante una lobotomía,
y a quienes en vez de eso aplicaron el concreto vacío de la insulina Metrazol[27] descargas eléctricas hidroterapia psicoterapia terapia ocupacional ping pong y amnesia,
quienes protestando seriamente volcaron una sola simbólica mesa de ping pong y permanecieron un rato en estado catatónico,
volviendo años después calvos del todo salvo por una ligera peluca de sangre, y de lágrimas y dedos, al visible funesto destino del loco en los distritos[28] de las locas ciudades del Este,
en los salones pestilentes de Pilgrim State Rockland y Greystone, riñendo con los ecos del alma, meciéndose y revolviéndose a media noche en el banquillo de la soledad en los reinos dólmenes del amor, el sueño de la existencia una pesadilla, los cuerpos transformados en piedras tan pesadas como la luna,
con madre finalmente ******,[29] y el último fantástico libro arrojado por la ventana del piso de alquiler, y la última puerta cerrada justo a las cuatro de la mañana y como repetición de la jugada el último teléfono lanzado contra la pared y la última habitación con muebles vaciada hasta la última pieza de mobiliario mental, una rosa de papel amarillo retorcida en una percha de alambre del armario, e incluso eso imaginario, nada salvo un ápice de alucinación esperanzada –ah, Carl, mientras tú no estés a salvo yo no estaré a salvo, y ahora estás realmente en la absoluta sopa animal del tiempo –,
y quienes por tanto corrieron por las calles heladas obsesionados con un súbito destello de la alquimia del uso de la elipse el catálogo la unidad métrica y el plano vibratorio,
quienes soñaron e hicieron agujeros[30] encarnados en el Tiempo y el Espacio con imágenes yuxtapuestas, y pillaron al arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y juntaron el sustantivo y el guión de la consciencia brincando con la sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus
para recrear la sintaxis y el ritmo de la pobre prosa humana y quedar ante vosotros sin habla e inteligentes y temblando de vergüenza, mas negándose a confesar el alma para acoplarse al compás del pensamiento en su desnuda e infinita cabeza, [31]
el vagabundo[32] demente y el ángel beat en el Tiempo,[33] desconocidos, pero escribiendo aquí lo que debería quedar sin decir en el tiempo posterior a la muerte,
y se irguieron reencarnados en las fantasmagóricas vestiduras del jazz en la sombra del cuerno dorado de la banda[34] y con él interpretaron el sufrimiento de la mente desnuda de América por amor hasta transformarlo en un grito de saxofón elí elí lamma sabacthaní[35] que estremeció y derribó hasta la última radio de las ciudades
con el absoluto corazón del poema de la vida extirpado de sus cuerpos bueno para comer durante mil años. [36] II

¿Qué esfinge de cemento y aluminio les abrió a golpes los cráneos y les devoró los cerebros y la imaginación?
¡Moloch![37] ¡Soledad! ¡Inmundicia! ¡Fealdad! ¡Cubos de basura y dólares inalcanzables! ¡Niños gritando bajo las escaleras! ¡Jóvenes sollozando en los ejércitos! ¡Viejos llorando en los parques!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Pesadilla de Moloch! ¡Moloch el sin amor! ¡Moloch mental! ¡Moloch el severo juez del ser humano!
¡Moloch la prisión incomprensible! ¡Moloch la cárcel sin alma y con el símbolo de la calavera y las tibias grabado en ella! ¡Moloch el Congreso de las penas negras! ¡Mo­loch cuyos edificios son el Juicio Final! ¡Moloch la inmensa losa de la guerra! ¡Moloch los gobiernos atontados![38]
¡Moloch cuya mente es pura maquinaria! ¡Moloch cuya sangre es el dinero en curso! ¡Moloch cuyos dedos son diez ejércitos! ¡Moloch cuyo pecho es una dinamo caníbal! ¡Moloch cuyo oído es una tumba humeante!
¡Moloch cuyos ojos son mil ventanas ciegas! ¡Moloch cuyos rascacielos se alzan en las calles larguísimas como Jehovás interminables! ¡Moloch cuyas fábricas sueñan y croan en la niebla! ¡Moloch cuyas antenas y chimeneas industriales coronan todas las ciudades!
¡Moloch cuyo amor es petróleo y piedra sin fin! ¡Moloch cuya alma es electricidad y bancos! ¡Moloch cuya pobreza es el espectro del genio! ¡Moloch cuyo destino es una nube de hidrógeno asexuada! ¡Moloch cuyo nombre es la Mente![39]
¡Moloch donde me siento en absoluta soledad! Moloch donde sueño con Ángeles! ¡Enloqueciendo en Moloch! ¡Mamando pollas en Moloch! ¡Sin amor y sin hombre en Moloch!
¡Moloch que se infiltró muy pronto en mi alma! ¡Moloch donde a penas soy una conciencia sin cuerpo! ¡Moloch que me sacó aterrado de mi éxtasis natural! ¡Moloch a quien abandono! ¡Despertad en Moloch! ¡La luz fluyendo del cielo!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Pisos robots! ¡arrabales invisibles! ¡tesoros esqueléticos! ¡capitales ciegos y ciegas![40] ¡indus­trias diabólicas! ¡naciones espectrales! ¡manicomios inven­cibles! ¡cipotes de granito! ¡bombas monstruosas!
¡Ellos se deslomaron alzando a Moloch cara al Cielo! ¡Pavimentos, árboles, radios, toneladas! ¡levantando la ciudad cara al Cielo que existe y nos cubre por todas partes!

¡Visiones! ¡agüeros! ¡alucinaciones! ¡milagros! ¡éxtasis! ¡todo arrastrado por el río estadounidense!
¡Sueños! ¡adoraciones! ¡iluminaciones! ¡religiones! ¡toda esa carga de mierda sensitiva!
¡Intuiciones y avances! ¡por encima del río! ¡flipes[41] y crucifixiones! ¡llevados por la inundación! ¡Subidones! ¡Epifanías! ¡De­sesperaciones! ¡Gritos de animal y suicidios durante diez años! ¡Mentes! ¡Nuevos amores! ¡Loca generación! ¡despeñándose por los precipicios del Tiempo!
¡Auténtica risa santa en el río! ¡Ellos lo vieron todo! ¡Los ojos salvajes! ¡los alaridos santos! ¡Dijeron adiós! ¡Se tiraron desde el techo! ¡a la soledad! ¡despidiéndose con la mano! ¡llevan­do flores! ¡Al río! ¡a la calle![42]

III

¡Carl Solomon! Estoy contigo en Rockland[43]
donde tú estás más loco que yo
Estoy contigo en Rockland
donde debes de sentirte muy raro
Estoy contigo en Rockland
donde imitas la sombra de mi madre
Estoy contigo en Rockland
donde asesinaste a tus doce secretarias
Estoy contigo en Rockland
donde te ríes de este humor invisible
Estoy contigo en Rockland
donde ambos somos grandes escritores con la misma espantosa
máquina de escribir
Estoy contigo en Rockland
donde tu estado se ha vuelto tan grave que hablan de él
hasta en la radio
Estoy contigo en Rockland
donde las facultades del cráneo ya no admiten los gusanos
de los sentidos
Estoy contigo en Rockland
donde bebes el té de los pechos de las solteras de Utica
Estoy contigo en Rockland
donde bromeas con retruécanos acerca de los cuerpos de tus enfermeras
esas harpías del Bronx
Estoy contigo en Rockland
donde gritas embutido en una camisa de fuerza que estás perdiendo la partida
del actual y verdadero ping pong del abismo
Estoy contigo en Rockland
donde aporreas el piano catatónico diciendo el alma es inocente e inmortal
jamás debería morir fuera de Dios[44] en un manicomio armado
Estoy contigo en Rockland
donde ni cincuenta electrochoques más conseguirán devolver tu alma a su cuerpo desde su peregrinaje a una cruz en el vacío
Estoy contigo en Rockland
donde acusas a tus médicos de locura y planeas la revolución socialista hebrea contra el Gólgota nacional fascista
Estoy contigo en Rockland
donde resquebrajarás los cielos de Long Island y resucitarás a tu viviente Jesús humano de la tumba sobrehumana
Estoy contigo en Rockland
donde veinticinco mil camaradas locos cantan a coro las últimas estrofas de la Internacional
Estoy contigo en Rockland
donde abrazamos y besamos a los Estados Unidos bajo las sábanas de nuestras camas los Estados Unidos que tosen toda la noche y no nos dejan dormir
Estoy contigo en Rockland
donde despertamos del coma electrificados oyendo rugir los aeroplanos de nuestras almas por encima del techo han venido a lanzar bombas angélicas el hospital se ilumina las paredes imaginarias se desploman Oh escuálidas legiones salid corriendo Oh conmoción de piedad hecha de barras y estrellas la guerra eterna ha llegado Oh victoria olvida tu ropa interior por fin somos libres
Estoy contigo en Rockland
en mis sueños te veo caminar pingando, empapado tras un viaje por mar, por la autopista que cruza el país llorando hasta la puerta de mi casa de campo en la noche occidental