La verdad es que no sabía si hablar o comentar esto o no. Y es que con el riesgo de parecer majadero, había preferido dejar pasar mis pensamientos con respecto al más reciente film del director de cine chileno Miguel Litin, y que tuve la oportunidad de ver el pasado 27 de marzo 2015: Allende en su laberinto.
Sin embargo, dejando de lado los reparos a parecer redundante a la hora de hablar de Salvador Allende –por enésima vez– he decidido hacer lo que siento y decir lo que pienso.
La figura de Allende
No sé muy bien cómo será percibida la figura de Salvador Allende fuera de las fronteras de Chile (si algún lector o lectora de estas líneas que no viva en Chile me lo puede decir, se lo agradecería) pero al menos aquí, su figura ha sido manchada con la tesis de un presidente irresponsable y que termina suicidándose en el palacio de gobierno. La derecha chilena –un verdadero brazo armado, político y terrorista del capital foráneo– por los últimos 42 años se ha encargado de borrar su obra y nombre de nuestra historia, responsabilizándolo incluso a él del golpe militar del 73 y de los posteriores 17 años de terror que vivió el país. Y no contenta con eso, se ha encargado también de estigmatizar a sus seguidores, admiradores o simpatizantes.
Comprendiendo este marco en el cual se mueve la sociedad chilena, y que ha sido esculpida por los golpistas y opresores que JAMÁS fueron –ni serán– juzgados, es fácil intuir que Chile es un pueblo partido y divido por la mitad. Pues bien, dentro de este marco no son pocos los artistas que desde sus propias visiones han retratado lo que la escuela omite de manera escandalosa y que la derecha esconde cuando se trata de abordar la verdad histórica de lo acontecido en Chile el año 1973: el golpe militar instigado fue por la CIA y ejecutado por la oligarquía chilena junto con las fuerzas militares.
La película
Uno de esos guardianes de la memoria es el director Miguel Litin, quien asumiendo como suya la tarea de generar debate y rescatar a los héroes despreciados por la derecha chilena, ha decidido retratar en su más reciente film las 7 horas acontecidas desde el arribo del Presidente a la casa de gobierno (La Moneda) la mañana del 11 de septiembre de 1973 hasta sus últimos momentos.
La película trascurre entre escenas que muestran al presidente compartiendo con sus más cercanos, jugando una partida de ajedrez, manteniendo la calma mientras los misiles impactan el edificio, hasta que el fuego y el humo se vuelven los protagonistas de la infamia acaecida. Se escucha su inmortal discurso en Radio Magallanes, y también, las podridas en odio palabras del tirano Pinochet cuando manda a asesinar al Presidente. Mas el Presidente resiste y dispara hombro a hombro contra la insurrección burguesa que sitia el palacio y que apunta sus cañones no solo contra el Presidente, sino que contra todo el Pueblo chileno.
Finalmente el Presidente cae muerto.
¿Herido por sus balas o por balas ajenas? Eso le corresponde al buen observador de la película juzgarlo.
Ahora bien, para los que no están familiarizados con la “verdad oficial”, según los datos de la autopsia realizada por “expertos”, Salvador Allende se suicidó, y en su cráneo se encontraron dos impactos de bala… DOS. A buen entendedor, pocas palabras.
La experiencia en el cine
Explicaba hace un momento que Chile es un país partido en dos, y que la figura de Allende, tremendamente arraigada en el Pueblo, no así en quienes controlan el poder político, económico y de los medios de comunicación, por lo general no es mencionada, es más, es ocultada de manera flagrante, razón por la cual asistir a ver un film que habla de él siempre genera algo de curiosidad, pues nunca se sabe cómo puede reaccionar el público. Pues bien, primero, cuando iba a asistir a la película pensé que no iría mucha gente. Craso error, había más gente de la que pensaba. Segundo, pensaba que la gente no sería respetuosa con su figura, o que terminaría despreciando o protestando contra lo que expone la película. Nuevamente me equivoqué. La gente fue muy respetuosa y de verdad se generó una conexión especial entre la película y los espectadores (no era poca la gente emocionada). Y tercero, sucedió algo que jamás había visto en las pocas veces que he ido al cine. La reacción de la gente una vez terminada la película. Toda la gente permaneció en silencio por cerca de un minuto o un poco menos. Nadie se movía. Era como que todo el mundo estaba en algún estado de shock, aunque prefiero pensar que estaban pensando en la tremenda injusticia histórica acaecida sobre un pueblo humilde como el que eligió a Salvador Allende y que de la noche a la mañana despertó rodeado de militares, desapariciones y torturas. Prefiero pensar que estaban todos conmovidos con la valentía, entereza y sabiduría del Compañero Presidente en momentos en que el laberinto en el que quedó atrapado no le ofrecía salida alguna. O tal vez, todos guardamos un intuitivo minuto de silencio por el Presidente Mártir.
Allende por siempre
He vuelto a hablar de Allende, porque así lo amerita la estatura de su obra y legado. He vuelto a hablar de él, y lo haré mil veces más, pues sus ideas transformadoras cómo nos hacen falta en el actual estado neoliberal que nos oprime, no solo en Chile, sino que en toda Hispanoamérica.
Miguel Litin, en una reciente entrevista dijo que su generación le debía mucho a Allende, por haberlo dejado solo en La Moneda, y que por eso, en parte, a través de esta película intentaba saldar esa deuda, y de paso, acercarlo a las nuevas generaciones. Y yo creo que lo ha hecho de manera magistral. Sea que Allende haya estado o no en un laberinto, al menos ahora, no estará solo mientras sigamos nombrándolo, abrazando sus ideas transformadoras y haciéndolas nuestras.
Por Pablo Mirlo/ pablomirlo.wordpress.com