En los áridos paisajes de La Guajira, Colombia, Georgina, una mujer transgénero wayúu en el tercer acto de su vida, sabe que su tiempo se acaba y quiere cambiar su existencia. Sin nada que perder, sale al encuentro de sus hermanos, que no hablan español y sobreviven a duras penas al margen del opaco sistema burocrático colombiano. Entre heridas abiertas, recuerdos y distancias geográficas y afectivas insondables, Georgina y los suyos acuerdan que ya es suficiente.
Un alma solitaria y maravillosa nos enseña la profunda conexión que hay entre nosotros y nuestros nombres.
Para la protagonista no es suficiente que las personas sepan y la llamen por el nombre que ha elegido: Georgina.
Nuestra protagonista necesita que su nombre quede registrado en un papel oficial, pues las palabras se las lleva el viento. Este sueño hace que ande un largo camino complicado y lleno de espinas, donde la empatía y comprensión brillan por su ausencia (burocráticamente hablando).
Una historia árida como el desierto, pero tan emocionante como ver un oasis al final del camino.
Un documental que con solo las imágenes que nos regala Mónica Taboada-Tapia y acompañadas con los silencios que lo rodean es cautivador.
Es triste conocer a Georgina casi al final de su camino, pero es una maravilla escuchar su voz y que nos cuente retazos de su vida.
No ahonda demasiado en lo malo, pero cuando lo hace nos atraviesa como un rayo.
Georgina es un espíritu solitario que amó y fue amada, pero también con pocas palabras somos conscientes de lo dura que ha sido su vida y con todas tus fuerzas, quieres que la den su cédula de identidad.
Para entender el lugar de procedencia de Georgina, nos vamos a ir de viaje sin salir de la sala de cine a La Guajira y conoceremos al pueblo Wayúu, la étnica indígena más grande de Colombia y Venezuela.
Alma del desierto me ha hecho partícipe y me ha mostrado las dificultades que tiene este pueblo para poder obtener --una cédula y acceder a derechos fundamentales y ayudas del estado.
La propia familia de Georgina relata como antes era más fácil poder votar o tener ayudas, en cambio, ahora la situación se ha recrudecido, por lo que los problemas de salud pueden generar complicaciones y están ahí.
Por eso, conocer a la familia de Georgina lo que sienten, su vida y sus problemas te da una visión más global de la vida de esta gran mujer.
Un road trip emocionante que termina en un camino sin retorno, donde los sueños se pueden desvanecer y creo que si no llega a ser por Mónica Taboada-Tapia y este documental, Georgina hubiese dejado de luchar. Aunque ella es insistente en conseguir su propósito, pero la directora y su cámara ayuda a que se vea luz al final del camino.
Esta producción es una crítica al sistema burocrático de Colombia, pero es una pequeña luz para muchas personas trans, marcando un camino hacia un futuro mejor y más justo.
Un documental que me ha conmovido profundamente. Me gusta conocer historias reales de otros lugares y sentirme más conectado con el mundo.