Algún rezagado pasea sus huesos camino a casa, sintiéndola cada vez más lejos, como alma en pena, mientras los ciclistas de domingo han adelantado su pedaleo para acercarse a la playa. La arena está ya limpia y no queda rastro de las 20 tonelads de residuos que, sólo en Barcelona, la habían ido cubriendo durante la noche. Los días festivos tienen algo mágico: nos igualan. No hay que ir a trabajar ni a no trabajar. El parado sale a la calle en horario laboral sin que le miren como a un parado. Los japoneses no se atreven, no pueden soportar la vergüenza. Y salimos a la calle y caminamos despacio, como almas en pena también, sin dar explicaciones. Sólo porque hoy es fiesta. Y nos sentimos algo más aliviados, aun siendo almas en pena.