Ella es hermosa. Bueno, tan hermosa como un volcán explotando. Ella es increíble de contemplar; pero ha que tener cuidado con cómo se la trata. En cualquier momento puede entrar en erupción. Ella se llama Beatriz. Es un alma libre, furiosa, preciosa, contenida. De gran temperamento y suave corazón. Es como un hermoso tigre enjaulado. Pero además de bella, también es peligrosa. Hay que saber tratarla y domar su impetuoso espíritu es tarea de valientes. Es alta y esbelta. De facciones angulosas y largo pelo rizado e indomable. Beatriz se refugia en el frío. Es una criatura de a sombra, hecha para la noche. Sus ojos profundos como pozos que engullen al que osa mirarla. Repito, es indómita y peligrosa. Pero tiene un alma rebosante de estrellas y luz. El balance perfecto.
Yo so su némesis. Soy su mar que, en momentos de explosión, enfrío su lava. Pero no me libro. Puedo llegar a ser más furiosa. Soy impredecible, indómita. Soy una marea, un tsunami, un mar en calma. Mi alma también es libre y hermosa. Peligrosa si me subestiman. Soy valiente y la locura corre por mis venas. Mis venas están en llamas y su lava se desliza por mi cuerpo. Yo soy Alicia. Soy menuda, con mi melena de león oscura y con dos ojos negros, espejos que reflejan el calor del sol. Mis rasgos son redondos, para nada afilados. Engañosos, pues debajo ocultan un poderoso arma. Soy una criatura de la luz, el sol no me quema la piel y el calor es el bálsamo que cura mis heridas.
Ambas somos de las pocas que quedan. Somos hijas de los elementos, destinadas a vivir en ellos y a controlarlos. Ella es la noche y yo soy el día. Somos el blanco y el negro, el sol y la luna. Somos la contradicción más hermosa de la historia. Somos imperfectas, la mitad de una naranja. Pero juntas, dejamos la debilidad. Somos más fuertes, buenas en los campos en los que la otra se debilita. Somos la naranja completa. Somos perfectas. Somos almas gemelas.