Almazuela (Fronteras desdibujadas II) nuevo libro de Nery Santos Gómez

Publicado el 04 agosto 2023 por Nerysantosgomez

Almazuela nace como una segunda parte de “Fronteras desdibujadas”, y fue bautizado en la feria del libro de Madrid de 2023. Este libro me ha regalado muchas sonrisas y buenos momentos. ¡Como quisiera corresponderlos! Si leyéndolo te trae alguna emoción, me sentiré feliz de haberlo escrito. 

La dedicatoria:

A mis padres, Lula Castro de Santos, española, y Heriberto Santos Martin, cubano de padres españoles. Inmigrantes que desdibujaron fronteras mientras se acercaban a puerto venezolano. Cosiendo y bordando ella y él llevando la dulzura y el alimento de la caña de azúcar al país, fueron hilando y endulzando nuestro destino.

DEL PORQUÉ DEL TÍTULO [Nota de la autora] 

Porque no me gustan las fronteras, ni entre ciencia y letras, ni entre humanidad y naturaleza, ni entre memoria y ensayo, ni entre nosotros y ellos. Lo interesante es borrar los límites. Unir los retazos. Hacer saltar por los aires categorías que todos tenemos dentro. Crear una colcha que nos cobije con distintos géneros literarios unidos. Porque soy hilandera, hija de costurera, y remiendo e hilvano, bordo y tejo, pero con palabras. «Quien escribe teje», ‘texto’ proviene del latín textum, que significa ‘tejido’. Con los hilos de las palabras vamos Diciendo, con los hilos del tiempo vamos Viviendo. «Los textos son como nosotros, tejidos que andan», dice Eduardo Galeano. Este libro tiene la intención de formar una colcha de retazos. Pequeñas entregas que van cosiéndose. Un patchwork, o almazuela, es un método de costura que consiste en unir piezas de diferentes características, colores y tejidos diversos hasta conseguir una nueva pieza. En esta especie de «almazuela literaria» se reúnen diversos géneros literarios como el cuento y la prosa poética, ensayo, pensamientos y poemas que se enlazan para crear la obra. ‘Almazuela’ es un término derivado del vocablo árabe amusalla, que es un pequeño tapiz o alfombrilla que usaban los musulmanes para sus plegarias. Con la reconquista cristiana aquellos tapices abandonados se utilizaron para coserlos en mantas y cobertores para las camas, que en el siglo xv se denominaban almozalas en Castilla. Finalmente aquellas labores artesanales, que comenzaron por la pobreza de medios reutilizando retazos de tela, derivaron hasta denominarse almazuelas. Por otra parte y estando en Venezuela, me encontraba pergeñando el contenido del libro cuando el título me llegó en una investigación. La idea de que tapices que habían sido usados para la plegaria se unieran para velar sueños y protegernos del frío me gustaba. En ese momento me llamó mi hijo Pedro Gabriel y le dije: «Mi nuevo libro se llamará Almazuela», él me contestó: «Qué hermoso, mamá, con el alma en Venezuela». Pues sí, pensé. Salí a la ventana y vi una de esas montañas merideñas con diferentes cultivos. Parecía que un cobertor de parches la arropaba. La imagen hacía crecer mi corazón del tamaño de esa montaña. Por casualidad e interpretándolo como una señal, en mi cama me esperaba un edredón de retazos o parches diversos y coloridos. Me metí debajo de la manta con una sonrisa, pues el título del libro me arropaba como espero que estas historias te abracen y te cubran. Nery 

____________________

Debo agradecer a  Francisco Gutiérrez Carbajo: Catedrático de Literatura Española, académico de número de la Academia de las Artes Escénicas de España, académico por Madrid de la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona y  director de la Colección teatral Candilejas de Pigmalión entre muchos otros títulos y libros publicados, por el erudito estudio introductorio que ha hecho a “Almazuela, fronteras desdibujadas”. Son más de 14 páginas en donde, aunque se dedica a Almazuela, reluce su vida dedicada al estudio de la literatura, filosofía, teatro y demás artes y ciencias por sus citas y conocimientos. Agradezco infinitamente su tiempo que es escaso y contado con tanto proyecto y ocupación de envergadura que tiene. 

He tenido la suerte de escuchar hablar al Doctor Francisco Gutierrez Carbajo durante conferencias en diversas partes del mundo y siempre me asombra la amplitud y alcance de sus conocimientos. El homenaje de más de tres días que le acaban de hacer en Madrid con más de 70 profesionales exaltándolo, es solo una muestra de quién es Paco, como cariñosamente me atrevo a llamarlo a pesar de sus altos títulos.  Me sentí sonrojada mientras leía este prólogo, por ver mi nombre asociado a tanta maravilla que nombra. No me queda más que dar infinitas gracias.  

Extractos del estudio introductorio hecho por Francisco Gutiérrez Carbajo:

“La venezolano-estadounidense Nery Santos es una de las escritoras más singulares del panorama cultural internacional. Licenciada en Relaciones Industriales (Universidad Andrés Bello, Caracas, 1989) y máster en Creación Literaria (Universidad del Sagrado Corazón, Puerto Rico, 2016), obtuvo el título de writing consultant del Borinquen Writing Project y formó parte de la junta directiva de la Cofradía de Escritores de Puerto Rico (2013-2014). Es miembro de número de la Academia Colombiana de Letras y Filosofía, ganadora de numerosos premios literarios y autora de una extensa y excelente producción. Solo mencionaré dos volúmenes, verdaderos ejemplos de la solidaridad de Nery, ya que no se limita a publicar su obra, sino que recoge y difunde la de los demás: Cuarentena literaria. Poemas e historias que escaparon al encierro (2020), una recopilación de poemas y relatos escritos por cuarenta autores de diez países y tres continentes, y Frankfurt: territorio literario, una antología de cuarenta y cinco escritores de cinco continentes, con prólogo de Ricardo Martínez Vásquez, embajador de España en Alemania y pórtico del editor, Basilio Rodríguez Cañada. Su inmenso trabajo de recogida, coordinación y revisión de los trabajos, va precedido por una brillante introducción, donde haciéndome eco de la cita que inserta de Goethe, todas sus palabras son sensatas”. 

“Nery es buena, en el sentido machadiano de la palabra: es sabia, bella y generosa. Es de las pocas personas que en esta sociedad cosificada desprende la energía del rayo, produce una poderosa atracción y tiene una gracia especial que atrae la voluntad. Son las dos acepciones que le aplica al imán la Real Academia Española. En mí, que mi timidez y mi fobia social me conducen al alejamiento y al despegue, la persona y la obra de Nery ejercen la función terapéutica de ahuyentar mis miedos y atraer toda mi atención. Por eso comparto con ella, entre otras cosas buenas, el amor por la vida, el rechazo del dogmatismo y la concepción del hecho literario como algo abierto, solidario y generoso. Nuestra visión del género, de la frontera y del límite es casi idéntica. Mucho antes de que Todorov afirmara que la teoría de los géneros literarios estaba ya obsoleta, Unamuno los definía desde una perspectiva artesana, que es la que sigue Nery Santos y subrayo yo. Es el significado que le asigna el diccionario de la RAE en su acepción 5. m. Tela o tejido, y, en este contexto, nuestra autora explica que el término almazuela debió de significar el reciclaje de telas. Comparto igualmente con ella sus propuestas sobre las fronteras y los límites, tanto desde el punto de vista literario, como desde el temporal y geográfico. Se trata de un marco radicalmente distinto del que dibujaban los textos de mi infancia al señalar los límites de mi país: «España limita al norte con el mar Cantábrico y los Montes Pirineos, que la separan de Francia…». No creo necesario subrayar el valor epistémico del término separar. Frente a estos límites o confines, en mi vida universitaria”.

“No se trata de un texto cerrado, con límites, sino transfronterizo, intercultural, que traspasa lo espacial. La teoría, la hermenéutica y la pragmática literaria, para situar una obra, suelen atender a un decurso temporal externo, que tampoco abarca toda la complejidad que tienen las almazuelas en la literatura de Nery Santos. La autora nos habla muy sabiamente en la composición Soñar juntos de «un tiempo sin tiempo». Platón en el Cratilo, recurriendo a una metáfora, como suele ser habitual en él, definió el tiempo presente como el filo de un cuchillo; cuando hablamos, las primeras palabras pertenecen ya al pasado y las que vamos a enunciar al futuro.”

Hall plantea ya el problema del sueño y los recuerdos, del tiempo ido y recuperado, que tan bellamente nos recrea Nery: «Mi recuerdo se alimenta de mis sueños. /A veces se pelea con ellos y estos les dicen que no fue así. Pero los sueños son solo sueños, me digo (…) Vano intento del astro rey de revivir el día cuando sus rayos eran intensos. /El ocaso es solo el recuerdo del sol otrora resplandeciente». La noción del sueño en la vigilia tiene conexiones con el ensueño de Aristóteles y puede ser enfocado, desde la teoría de las representaciones, como hará Henri Lefebvre…»

_____________

Les copio una prosa poética y un cuento del libro con la esperanza de que lo disfruten, para que me sigan leyendo:

Mi romance con ellas 

Jugaban conmigo desde que era una niña. ¡Eran tan divertidas! Me tendía en el pasto para que me regalaran su espectáculo, entonces ellas hacían malabarismos y contorsiones convirtiéndose en conejos de colas abultadas, barcos de algodón, gigantes de barbas canosas, reyes con coronas de espuma y princesas de largos cabellos blancos. Juguetonas esperaban que encontrara su forma y luego la borraban para crear una nueva. Cuando murió mi madre me acompañaron al campo santo. Estaban tan tristes como yo. Se vistieron de gris y proyectaron sus aturdidas sombras sobre nuestras ropas negras. Hasta me acompañaron en el llanto con suaves gotas tristes. Cuando deposité las flores que traía, ellas mojaron la tierra del sepulcro como último regalo para ella. Cuando me enfadé, en plena adolescencia, acompañaron el brío de mis raudas hormonas. Se tornaron negras y peleonas. Mientras yo cerraba con fuerza la puerta de mi cuarto, ellas chocaban entre sí, produciendo estruendo y truenos. Cuando grité por los amores frustrados, ellas también soltaron rayos y mientras lloraba de impotencia el dolor de mis huesos en crecimiento, ellas se derramaban sobre el alféizar de mi ventana. ¡Son tan celosas! Una tarde de verano estaba yo bañándome de sol. Sus rayos me calentaban dejando una marca dorada en mi piel. Hasta que ellas se interpusieron, haciéndolo desaparecer. Sabía del poder del sol. Pensé que ante un gigante como él, nadie podía meterse. Pero lo eclipsaron, domándolo de tal modo que se escondió tímido detrás de ellas. Me dejaron toda la tarde en una semipenumbra, con mi traje de baño nuevo y mi bronceador en una fracasada espera. Coronaban la punta de los cerros. Me invitaban a subir. Una vez arriba, me envolvían con su manto transparente, frío y húmedo. No me dejaban ver la ciudad allá abajo. Solo a ellas, que se escondían con su aura de misterio detrás de los pinos. Cuando despertaba muy temprano en la mañana y me asomaba a mi ventana, sonreía porque sabía que habían dormido toda la noche afuera de mi ventana cuidándome. Se marchaban rápido como fantasmas asustados con el ajetreo del día. Pero dejaban su presencia: en las hojas de las matas del jardín, húmedas de su perfume, y en los pétalos de las rosas convertidas en unas pequeñas gotas de regalo. Eran tan pretenciosas que cuando fui a visitar aquel enorme lago, supe que lo usaban de espejo para lucir sus enormes trajes de espuma y sus rizos de nieve. Supe después que bebían de ese mismo lago, sedientas siempre hasta llenarse de él. Demasiado golosas. Y cuando ya no podían más, reventaban en lluvia. Desparramándose sobre los campos de polvorientos y agrietados surcos que las esperaban ansiosos. Me he olvidado de ellas. Aquí estoy, sumergida en pantallas de números y letras. Sé que han tratado de llamarme con gruesas gotas repicando contra los vidrios de la ventana y hasta dejándome copos escarchados en las ramas de los árboles. Pero yo las ignoro. Tengo que trabajar. Están tristes y cenicientas. Han abandonado mi cielo. Se fueron barridas por el viento a otros ojos que las quieran mirar mientras hacen formas divertidas. 

—————

La bailarina gorda 

«Qué linda la bailarina gordita», eso era lo que escuchaba en sus presentaciones de ballet siendo una pequeña niña… Estudió año tras año el baile. Pero no pasaba de ser «la bailarina gordita». «Parece una bolita rosada rebotando en el escenario» fue lo más cruel que llegó a sus oídos, entre otros comentarios. Trató de rebajar, pero ni dietas, ni el ejercicio de baile diario entallaban esa cintura cuadrada y ese vientre redondo y llamativo. Brazos y piernas que conseguían el ritmo perfecto se veían a estallar al lado de sus sílfides compañeras. Se le negó la entrada a las compañías de ballet a las que aplicó. Y ya no la escogían en las audiciones. Fue a médicos que le dijeron que era genético y hereditario, otros que era la tiroides o que era su metabolismo lento. Tomó pastillas y pasó hambre, pero el espejo la seguía comparando con las pinturas de Botero. Así que de tanto renunciar a la comida y acosar a su esqueleto para que se despojara de su abrigo de grasa, llegó el día en que se cansó. Dejó de tratar de cambiar su morfología. Suspendió la lucha por bajar de peso que duraba ya toda su vida, pero no dejó de bailar. Si ninguna compañía la aceptaba crearía la suya. Así fue que montó su propia coreografía, que hablaba de la aceptación. La llamaron de los noticieros, donde explicaba su odisea, y se hizo muy famosa. La gente la iba a ver porque bailaba hermosamente dentro de un cuerpo que no era el tradicional y le aplaudían a rabiar. Llegó a ser la primera bailarina de su compañía. Se sintió querida y aceptada y amó el ser como era. Entonces tuvo un problema que se agravaba cada día. Estaba perdiendo peso. Mucho peso.

Por último quería contarles como fue la escogencia de la portada, desde las primeras sugeridas hasta llegar a la definitiva. Yo tenía pensada una uchuva (que es una fruta exótica tambien llamada en Ingles goldenberry), pero la cobija de parches, que le dio el título al libro, se imponía. Así que al final nos quedamos con esta portada que muestra a una mujer leyendo, que desde mi mirada representa a mi madre, con la almazuela de campos atras y la uchuva en la contraportada. Gracias a Basilio Rodríguez Cañada, a Raquel Delgado Blanco, a Veronica Villaverde y a David Gonzalez del grupo editorial Sial Pigmalión por la paciencia, correccion, edición del libro y ayuda con todos los detalles. Y al actor Carlos Abbatemarco por sus lecturas y recomendaciones. Aquí muestro otras portadas consideradas hasta llegar a la definitiva y algunas fotos de la firma del libro, en la feria del libro de Madrid. En una de ellas con el profesor Justo Bolekia Boleka.