Almendra me quiso recordar al tópico existente acerca de la violencia en las representaciones artísticas asiáticas literarias o cinematográficas. Exceso de violencia, de sangre y explicitud de hechos que se podían velar un poco.
Obviando el cliché de la violencia morbosa, a mí me rompió todos los esquemas.
Estuve todo el rato inmersa en la historia y no logro entender cómo una narración a través de un protagonista incapaz de decodificar sentimientos y emociones pudiera provocar tanto en mi interior.
La alexitimia condiciona la vida de la familia de Yunjae. La incapacidad de sentir de este adolescente hace que los demás se vuelquen a su alrededor y quieran mostrarle su mejor yo. Los esfuerzos por comprenderlo y por que él comprenda a los demás no solo proceden de sus familiares, habrá otras personas que se cruzarán en su camino y que lo marcarán. Lo curioso es que, si él sintiera miedo o rechazo, no se acercaría a más de uno de ellos. Pero como no es el caso, la historia se desarrolla de forma que uno, como lector, es capaz de llegar a comprender a una persona que padezca alexitimia. Porque, aunque no haya sentimientos ni emociones registrables, la historia de Almendra se basa por completo en la empatía.