Vindicador no era tanto un villano como un agente del gobierno en una misión que no dejaba de tener sentido, puesto que Lobezno era, técnicamente, un desertor. Como curiosidad cabe citar que el personaje había nacido originalmente años atrás para servir como contrapartida canadiense del Capitán América. En 1971, momento en el que las aventuras del héroe vengador estaban siendo dirigidas por Steve Englehart, éste pensó llevarlo a Canadá y enfrentarlo con su homólogo en ese país. Un joven John Byrne fue quien esbozó el aspecto del personaje basado en una idea de sus días universitarios, demasiado parecido, según sus propias palabras, al Ángel de los X-Men diseñado por Neal Adams. Dibujó también varias páginas de la historia que, finalmente, nunca llegó a ver la luz.
Era una idea que llevaba algún tiempo en el aire, algo que había sido dejado pendiente desde que cuatro años antes, cuando Len Wein presentó la nueva alineación de los X-Men en el “Giant Size X-Men” nº 1 (1975), Lobezno abandonara bruscamente el ejército canadiense desoyendo las advertencias de uno de sus oficiales. Parecía lógico que en un momento u otro se retomase ese hilo y Vindicador, creación de Chris Claremont y John Byrne, entonces a cargo de la colección, sirvió a ese propósito. En los números 120 y 121 de “Uncanny X-Men” (abril 1979) se revelaba que éste era en realidad el líder de un supergrupo canadiense: Alpha Flight.
Alpha Flight no fue entonces mas que “el villano del mes”, sin vocación de continuidad y cuyo único propósito era el de servir de dignos enemigos a los mutantes americanos. Ello queda claro por el esquematismo de sus miembros: además de Vindicador, Shaman era una contrapartida de Tormenta, Sasquatch aportaba el elemento físico, Ave Nevada la “cuota femenina” y los gemelos francófonos Estrella del Norte y Aurora dejaban bien establecido con su “exótico” acento su origen canadiense.
Pero había algo en aquellos vecinos del norte, quizá su vistoso diseño, quizá sus poderes, que llamó la atención de los lectores. Empezaron a escribir a la editorial pidiendo una nueva aparición y ésta respondió incluyendo a algunos de sus miembros en números aislados de otras colecciones. Sasquatch apareció en un Annual de Hulk escrito por Roger Stern; Estrella del Norte y Aurora asomaron dibujados por Steve Ditko en la colección de “El Hombre Máquina”; Sasquatch primero y luego el grupo al completo se unieron a La Cosa en los números 83 y 84 de “Marvel Two-in-One”, Vindicador, Shaman y Ave Nevada volvieron a participar en “Uncanny X-Men” (139-140, noviembre y diciembre 1980); y todos ellos participaron en el “Contest of Champions” (1982).
Esas apariciones como estrellas invitadas no hicieron sino confirmar el interés de los lectores, a lo que se sumó, a comienzos de los ochenta, la colosal fiebre por los mutantes y en especial Lobezno. Cualquier cosa remotamente relacionada con los X-Men recibía su miniserie, número especial o colección. Jim Shooter, entonces Editor en Jefe de Marvel, anunció en el curso de la convención de San Diego de 1982 que aquel mismo año John Byrne se encargaría de un proyecto relacionado con el grupo. Todo el mundo asumió que, dada la carga de trabajo que tenía Byrne en aquel momento (guión y dibujo de Los Cuatro Fantásticos y guiones de La Cosa) se trataría de algún proyecto puntual, como una novela gráfica o una miniserie. Pero no, Alpha Flight aterrizó a lo grande, con su propia serie regular.
El primer número (marzo 1983) fue un especial de 38 páginas cuya leyenda de portada trataba de conectar con la aureola de los exitosos mutantes: “Exploding From the Pages of the X-Men!”. La ilustración mostraba a los miembros de Alpha Flight abriéndose paso entre un nutrido grupo de otros héroes de la casa, insistiendo en que sólo ellos podrían encargarse de una amenaza no revelada. No es que esa ilustración de portada fuera totalmente nueva, pero había algo en su tono desenfadado que presagiaba el factor diferencial que exhibiría la colección.
Así, ya el comienzo es inusual, pues éste no es sino el final de Alpha
Será su esposa, Heather Hudson, una joven de apariencia normal pero con un carácter indomable, la que se niega a dejar morir el sueño, y cuando una terrible amenaza surge en el norte del país, el ser místico conocido como Tundra, activa el protocolo de emergencia y llama a los héroes para que acudan a enfrentarse con ella. Al término del número, con Tundra derrotada gracias a la acción conjunta de todos ellos, se dan cuenta de que su existencia como grupo puede ser necesaria en casos como el que acaban de vivir, por lo que deciden permanecer juntos de forma no oficial y actuar al margen de las autoridades.
Hacía ya tiempo que Byrne se había desvinculado de los mutantes y se hallaba concentrado en revitalizar los Cuatro Fantásticos. A pesar de que “Alpha Flight” había nacido al albur del éxito mutante, Byrne no quiso relacionarlo con ellos más de lo estrictamente necesario. Y lo consiguió. Byrne sorprendió a los lectores –a algunos los enfureció- introduciendo inesperados giros argumentales y rompiendo algunas de las reglas no escritas del género.
Los cómics de supergrupos suelen ajustarse a estereotipos. Por ejemplo, los Cuatro Fantásticos son una familia; los Vengadores, un club exclusivo; los X-Men, un grupo de amigos asediados por el mundo exterior; los Nuevos Mutantes, jóvenes estudiantes… Probablemente los más iconoclastas fueran los Defensores, el primer “no-grupo” de superhéroes, cuyos miembros iban y venían sin tener ellos mismos conciencia de pertenecer a un equipo regular. Dependiendo de lo identificado que el lector se sienta con el arquetipo, más o menos disfrutará con las aventuras del grupo en cuestión.
Alpha Flight tenía una estructura diferente a la de los cómics de supergrupos de la época. En primer lugar, rechazó el esquema tópico según el cual cada mes el equipo había de luchar unido contra la amenaza de turno. Y es que aunque nominalmente eran un conjunto de superhumanos, rara vez actuaban juntos más de dos o tres de sus miembros. Había razones de peso para ello: todos vivían dispersos a lo largo y ancho del enorme Canadá y el gobierno ya no pagaba sus facturas, varios de ellos ni siquiera se soportaban y, para colmo, todos sufrían en mayor o menor medida complejos, enfermedades y trastornos que iban desde la esquizofrenia a la adicción, desde la homosexualidad oculta a la inseguridad. Entre sus miembros se encontraban científicos frustrados jugando a los superhéroes, monstruos irradiados de rayos gamma, semidiosas, depredadores alienígenas, gemelos con severos trastornos de personalidad y enanos peludos.
La alineación inicial estaba dirigida por Guardian (James McDonald Hudson), personaje por el que Byrne no parecía sentir demasiado afecto, inventor del traje que le dota de poderes magnéticos, pero inseguro en su papel de heroico y sobrevenido protector del país. En cambio, su esposa Heather es decidida y apasionada, si bien cuando el manto del liderazgo recae sobre ella, su ausencia de poderes la sumirá en el mismo dilema que su marido.
Shaman (Michael Twoyoungmen) es el hechicero del grupo; como el Doctor Extraño, es un médico reconvertido en experto en artes místicas aunque no es ni de lejos tan poderoso como aquél; símbolo de la fusión entre modernidad y tradición, entre ciencia y magia, Shaman es maduro, sabio, sereno y digno de confianza, pero vive atormentado por la muerte de su mujer y la desintegración de su vida familiar años atrás.
Ave Nevada (Ann McKenzie) es hija de un hombre y una diosa, designada por los protectores místicos de Canadá para salvaguardar esas tierras del regreso de las Grandes Bestias que una vez la dominaron; es una mujer de gran sabiduría en virtud de su origen, pero su cuerpo adulto –capaz de adoptar la forma y capacidades de cualquier animal ártico- esconde a alguien cuya experiencia en el mundo humano se reduce a seis años.
Estrella del Norte (Jean-Paul Beaubier) es de Quebec y, por tanto, franco-parlante. Ha utilizado secretamente sus poderes de supervelocidad para convertirse en estrella deportiva y no es eso lo único que quiere ocultar. A lo largo de los episodios Byrne deja las suficientes pistas al lector avispado como para informarle de que tuvo un pasado tormentoso en el que participó en grupos terroristas de corte independentista y un presente con una orientación sexual “no convencional”.
En los ochenta Marvel hubiera censurado ipso facto la presentación de un superhéroe gay, pero Jim Shooter, a la sazón Editor en Jefe, y el Comics Code Authority dejaron pasar este planteamiento demasiado sutil para un muchacho pero obvio para un adulto. Estrella es orgulloso, egoísta, soberbio y antipático y no siente motivación alguna por pertenecer al equipo más allá de permanecer en contacto con su hermana gemela, Aurora, de la que pasó casi toda su vida separado e incluso ignorante de su existencia hasta que Hudson los reunió.
Aurora (Jeanne-Marie Beaubier) es, como su hermano, franco-parlante. Educada en un estricto y reaccionario colegio privado católico, se vio obligada a reprimir sus poderes de vuelo y velocidad, desarrollando como consecuencia una aguda esquizofrenia: Jeanne-Marie Beaubier es remilgada, estirada y de mente obtusa, mientras que su personalidad de Aurora es efusiva, sexualmente exuberante y aventurera.
Puck (Eugene Judd) es un personaje típicamente canadiense –al que denota su acento y sus “Eh?” al final de las frases- que demostraría ser uno de los pilares del equipo gracias a su valor y corazón de oro. Y ello a pesar de sus trabas físicas (es un enano) y su ausencia de poderes (agilidad, fuerza y técnicas de lucha fruto del adiestramiento). Su enanismo, sin embargo, no es una característica de nacimiento y el autor nos deja claro que su actual condición esconde un secreto bastante siniestro.
Marrina, por su parte, es una joven anfibia de piel amarilla y grandes ojos inhumanos que fue recogida del mar y criada por una familia de pescadores de Newfoundland. De suave carácter y bondadoso corazón, se convertía en heroína a su pesar y cargaba a sus espaldas el peso de un aciago origen que pondrá en peligro a sus compañeros.
En estos inicios de la colección, Byrne se ajustó a lo ya conocido, reciclando ciertos clichés de los X-Men. La inseguridad de Guardián remite a la de Cíclope, por ejemplo; Puck era el camorrista de pasado misterioso que recordaba a Lobezno; y el personaje de Ave Nevada tenía la majestuosidad, serenidad y latente poder de Tormenta. Pero el autor no tardó en desmarcarse de esos esquemas para iniciar una serie de argumentos que desconcertaron a los lectores jugando con sus expectativas.
Marrina se une al equipo en el primer número, pero ya en el segundo destripa a uno de sus compañeros y huye a los mares árticos. En los números 3 y 4 descubre para su horror que en realidad no es una mutante, sino una alienígena programada para matar, miembro de una especie diseminada por el universo para colonizar otros planetas exterminando a sus especies dominantes. No confiando ya en sí misma, se marcha con Namor y se convierte en su amante. Desde luego, no era este el tipo de desarrollo que los lectores estaban acostumbrados a esperar en un cómic de supergrupos. Pero la cosa aún “empeoró” más.
Si bien Tundra, la amenaza del primer número, era una
El nº 5 está dedicado en exclusiva a Puck, convaleciente de sus heridas tras el ataque de Marrina en el número 2. Se trata de un episodio de corte policíaco en el que el pequeño héroe descubre y desmantela una red de tráfico de drogas en el hospital en el que se halla internado. Al margen de dos viñetas en las que aparece Shaman en atuendo civil, no hay intervención alguna del resto del grupo, lo que de seguro desconcertó a muchos lectores. Byrne pretendía utilizar la cabecera Alpha Flight para explorar uno a uno a los personajes que lo componían.
Así, el número 6 es el turno de Ave Nevada, cuyo protagonismo sólo se ve interrumpido por dos páginas en las que Byrne inicia el subargumento que llevará hasta el trágico número 12. Aquel episodio apareció publicado en lo que se llamó “Mes del Editor Asistente”, una ocurrencia promocional de Marvel: afirmando que todos los editores se hallaban ausentes en alguna convención y que las colecciones quedaban en manos de sus ayudantes, a los autores se les pidió que se sintieran libres de la supervisión del Editor y que realizaran lo más extravagante o divertido que se les pasara por la cabeza –dentro de un orden, claro-.
Algunos títulos no incluyeron más diferencias que una mera llamada en la portada; otros se entregaron a la pura excentricidad. Byrne dedicó aquel número a Ave Nevada, que lucha contra otra de las Grandes Bestias, Kolomaq, un villano de trámite y escaso interés. Sin embargo, durante cinco páginas, Byrne utilizó la excusa de una tormenta de nieve para dejar las viñetas en blanco, habitadas tan solo por las onomatopeyas y los diálogos. Como era de esperar, semejante ocurrencia despertó cierta irritación entre los lectores con menos sentido del humor.
Los números 7 y 8 exploraban la relación entre los gemelos Jean Paul y Jean-Marie Beaubier y el turbulento pasado del primero en Quebec. La muerte de Raymond, un antiguo amante de Jean Paul (aunque en el texto no se dice expresamente sino que solo se sugiere) llevará a los hermanos a aliarse con la misteriosa Némesis contra Mortal Ernest, un individuo que ejerce de “Padrino” local y cuyo toque resulta letal.
Los dos siguientes números, 10 y 11, se centran en Sasquatch, enfrentado al Super-Skrull, tradicional enemigo de los Cuatro Fantásticos, en el marco de una estación polar. Se trata de una historia homenaje-plagio del famoso relato de John W.Campbell, “¿Quién anda ahí?” (1938), luego adaptado al cine en tres ocasiones como “El Enigma de Otro Mundo” y “La Cosa”. Lo que es destacable de este número es, en primer lugar, el tratamiento que se hace de un villano a menudo maltratado por otros autores y que Byrne retrata aquí como una criatura realmente peligrosa, asesina y despiadada; y, en segundo lugar, se empieza a apuntar que la rabia de Sasquatch pueda tener consecuencias en el futuro.
De esta manera, utilizando la libertad de la que gozaba como “autor estrella” y la ausencia de una trayectoria previa que condicionara a los personajes, Byrne se tomó tiempo para presentarlos uno a uno, completando los pasados de todos ellos –excepto Puck, cuyo origen constituiría uno de los misterios a aclarar en la serie- mediante varias historias de complemento que acompañarían a las narraciones principales de este primer año de la colección.
Y por si el giro de Marrina al comienzo de la serie no hubiera sido suficientemente chocante, en el nº 12 muere el líder, Guardián, dejando al grupo todavía más desmembrado de lo que ya estaba. Los responsables eran antiguos “pupilos” de Beta y Gamma Flight, los equipos de entrenamiento gubernamentales en los que recalaban los superhumanos antes de unirse a Alpha y de los que salieron Marrina y Puck. El cerebro de la operación era Jerry Jaxon, un ejecutivo petroquímico cuya vida quedó arruinada después de que Hudson abandonara su empresa llevándose consigo el maravilloso traje que había inventado.
Puede que Byrne matara al personaje porque no le tenía demasiado afecto, pero aún así la historia resultó tener un gran impacto emocional, puesto que fue Heather la que, al distraer a su marido en un momento crucial, provocó involuntariamente su muerte. Ello le dio a Byrne la oportunidad de convertir a la joven en un personaje aún más relevante, sumiéndola en un trauma primero y obligándola a superarlo para hacerse aún más fuerte después.
El número 13 nos presenta, para el funeral de Hudson, el regreso de quien fue la razón primera de la existencia de Alpha Flight: Lobezno; un número en el que once de sus páginas son totalmente mudas y en las que Byrne demuestra el por qué se le consideraba el mejor narrador del mundo de los superhéroes. Es también un episodio de transición, en el que Heather, apoyada por Puck y Shaman, tendrá que encarar una nueva etapa en su vida.
Los números 14 al 16 son una trepidante sucesión de acontecimientos y subtramas que Byrne maneja con maestría sin que en ningún momento exista sensación de atropello o confusión narrativa. Así, podemos ver el empeoramiento del estado mental de Aurora; la presentación de Elizabeth, hija de Shaman; la aceptación de Ave Nevada de su lado humano a través de su reconocimiento de los sentimientos que alberga hacia Douglas Thompson, un policía montado con el que trabaja en su identidad secreta; y la presentación de Bochs y Jeffries, futuros miembros clave de Alpha Flight; todo ello contado alrededor de la historia principal, que comienza con Puck y Heather involucrados en la investigación de una serie de asesinatos en la orilla del lago Ontario y que acabará desembocando en una nueva y desagradable revelación para Marrina, la intervención de Namor y otro enfrentamiento de resolución inconclusa con el Amo.
Los números 18 y 19 servirán de auténtica presentación para Elizabeth Twoyoungmen, hija de Shaman, que ahora descubre sus poderes y su herencia mística. Ambos, junto a Puck y Ave Nevada, viajan al pasado para conjurar la amenaza de una de las Grandes Bestias, cada vez más cerca de romper la barrera dimensional que las separa de nuestro mundo. Es un retorno al lado más “místico” de la colección al tiempo que la poco satisfactoria toma de contacto de Heather con su papel de nueva líder del equipo.
Estrella del Norte había rehusado continuar militando en el grupo por su enemistad con Walter Langkowski y los problemas con su hermana Jean-Marie. Estos últimos son los que protagonizan los dos siguientes números, 20 y 21, en el entorno de una remota isla en la costa occidental donde el primero posee una mansión familiar que creen desierta. Podemos ver a una exuberante Aurora que, aun con nuevos poderes, no puede sobreponerse del todo a sus problemas psíquicos. También se revelan los sentimientos que Puck alberga hacia Heather en una intimista y brillante escena en la que Shaman aconseja al pequeño luchador y en la que Byrne demuestra que no sólo es capaz de narrar con pericia las escenas de acción, sino aquellas en las que “sólo” aparecen seres humanos normales charlando y compartiendo sus sentimientos.
El número 22 es otro episodio de transición, una aventura sin demasiada relevancia que servirá de antesala para otro de los clímax de la serie. Una trastornada Aurora se reúne con su hermano Jean Paul que, como había hecho en los números 7 y 8, la lleva a conocer otra parte de su pasado, esta vez un circo dirigido por una amiga en problemas a causa de la grotesca Perla Rosa y sus monstruosos colegas. Byrne aportará más pistas sobre el pasado terrorista de Jean Paul además de introducir otros subargumentos que eventualmente conducirán a la reaparición de Guardián y la incorporación de un nuevo miembro: Box.
Los números 23 y 24 –este último un especial con más páginas que conmemoraba el segundo año de vida de la colección- constituyeron un punto de inflexión para el grupo. Sasquatch sucumbía por fin a su verdadera naturaleza: la de Tanaraq, una de las Grandes Bestias de la mitología canadiense, ansiosas por pasar a nuestra realidad y destruir a la especie humana. Para vencerlo, Ave Nevada se veía obligada a arrancarle el corazón, asesinando su cuerpo. Pero su alma permanecía atrapada en la dimensión de las Bestias, y hasta allá se trasladará Alpha Flight, por fin actuando como un equipo. Su éxito será parcial, puesto que aunque no consiguen fusionar el espíritu de Walter Langkowski con su cuerpo físico, sí evitan su desaparición definitiva introduciéndole en el armazón robótico de Box.
De sobresalto en sobresalto. El número 25 nos cuenta la reaparición de Guardián, quien explica su supervivencia a través de una inverosímil historia –aunque bellamente planteada por Byrne- que, sin embargo, sus compañeros asumen sin rechistar.
En este punto, diciembre de 1985, los seguidores del grupo canadiense vieron aumentada su ración mensual gracias a una serie limitada de dos números en la que Alpha Flight unía fuerzas con los X-Men en una aventura en la que debían tomar difíciles decisiones sobre sus propias vidas y el destino del mundo a causa del plan urdido por un maquiavélico Loki en busca de redención. El proyecto estuvo plagado de retrasos desde el comienzo. La idea había partido de Jim Shooter, quien encargó su coordinación a los editores respectivos de los personajes, a la sazón Ann Nocenti y Denny O´Neil. La intención de reunir al antaño equipo estrella Claremont/Byrne acabó fracasando cuando éste anunció que dejaba Alpha Flight para ocuparse de Hulk y que el exceso de trabajo resultante le impediría ocuparse de más páginas mensuales.
Así, lo que iba a ser una miniserie se recondujo hacia un solo Especial. Y aún había de buscarse un dibujante. Ann Nocenti llamó por teléfono a Paul Smith, artista conocido por su lentitud que había deslumbrado a público y crítica durante su etapa como dibujante de X-Men. Había acabado harto de mutantes y rechazó el ofrecimiento. Pero he aquí que –según él mismo contó- aquella tarde vio en un escaparate el último modelo de motocicleta que había lanzado BMW…y se enamoró. Regresó corriendo a su casa, llamó a Ann Nocenti y le dijo que no sólo aceptaba el encargo sino que haría dos números dobles en lugar de uno solo.
Todos estos retrasos hicieron que, aunque inicialmente se había previsto que “X-Men/Alpha Flight” saliera a la venta en la primavera de 1985, no lo hiciera hasta el invierno y para entonces había elementos nuevos en la colección de Alpha Flight que ya no casaban con la historia planteada en la miniserie: Sasquatch ya no figuraba entre sus filas y Guardián acababa de reaparecer.
A la hora de elegir al villano de la historia, Claremont no sólo prescindió de los ya aparecidos en Alpha Flight sino de los que él mismo solía manejar en los X-Men. Se decantó nada menos que por Loki, el malvado dios asgardiano que por entonces volvía a tener una presencia importante en el universo Marvel gracias a los episodios que Walter Simonson estaba escribiendo y dibujando para “Thor”. Sin embargo, Claremont da una vuelta de tuerca al perfil del villano: quiere ser perdonado por sus pasadas faltas y, para redimirse, ofrece a los humanos un regalo: poder hacer realidad aquello que imaginan. Sin embargo, ese don, otorgado al principio a un reducido grupo de elegidos que viajaban por un paraje desolado de Canadá, conlleva un precio.
“X-Men/Alpha Flight” es una historia interesante y con reflexiones más densas de lo que solía ser habitual en las aventuras superheróicas. ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por mejorar el mundo? ¿Sacrificaríamos a inocentes, incluso seres queridos, por el bien de la mayoría? ¿Merece la pena abrazar la prosperidad material si ello supone extinguir nuestra capacidad para soñar y crear? El guión de Claremont (que acababa con una inverosímil reconciliación de los héroes amargamente enfrentados por sus ideas tan solo unas páginas antes) venía ilustrado por un Paul Smith de trazo elegante que sabe –dentro de su tendencia a estilizar en exceso la figura humana- dotar a cada personaje de su propia personalidad gráfica muy en la línea de lo que Walter Simonson estaba haciendo para “Thor”. Las prisas –o el desinterés- con las que finalizó el trabajo se notan especialmente hacia el final, cuando su trabajo en figuras y fondos empieza a tornarse descuidado.
Con todo, fue una miniserie interesante que, además, supuso el comienzo de un “ciclo asgardiano” para los mutantes, ya que Claremont, viendo el potencial de un villano habitualmente desaprovechado como era Loki y de un entorno tan sugerente como Asgard, lo convirtió en el centro de una serie de peripecias para los X-Men y los Nuevos Mutantes que se prolongarían en el “New Mutants Special” 1 y el “X-Men Annual” nº 9, dibujados maravillosamente por un Arthur Adams en su mejor momento.
De vuelta a la colección regular de Alpha Flight, las cosas iban a complicarse -¡cómo no!- para el grupo titular con la reaparición de Omega Flight en los números 26 y 27 y la revelación “sorpresa” de que Guardián no era sino un robot construido por Jerry Jaxon que duplicaba los poderes del traje de Hudson. Tras un duro enfrentamiento en el que a punto están de ser derrotados, Alpha sale victorioso, aunque no sin sufrir una víctima: Talismán, extraviada en la bolsa mística de su padre después de que éste falle al intentar salvarla.
El final de la etapa de Byrne (nº 28, noviembre de 1985) coincidió con el desarrollo de la nefasta “Secret Wars II”, una ocurrencia de Jim Shooter a la que tuvo que plegarse toda la plantilla de creadores de Marvel. El Todopoderoso fue haciendo acto de presencia en todas las colecciones de la casa de forma harto postiza e innecesaria y ni siquiera el ensalzado Byrne pudo escaparse de aquello. El crossover con el evento tuvo lugar entre los números 27 y 28 y en él Byrne aprovechaba para que el funesto personaje rescatara a Talismán de la dimensión mística en la que había quedado atrapada. Sin embargo, la relación con su padre, Shaman, parecía haber quedado irremediablemente dañada y ella decide, de forma drástica, abandonar el equipo.
Pero aquel número 28 no fue solo un crossover con “Secret Wars”, sino también con “Hulk”, a cuya colección se marchó Byrne tras dos años y medio al frente de “Alpha Flight”. ¿Qué pasó?
Con todas sus excentricidades, “Alpha Flight” no llegó a ser verdaderamente revolucionario. Su espíritu y diálogos mantenían ese aire grandilocuente y algo kitsch propio de los superhéroes. Sin embargo, el “Alpha Flight” de John Byrne ha sobrevivido bien al paso del tiempo y continúa siendo una de las lecturas más entretenidas de la Marvel de los ochenta. Tiene acción, suspense, buenos personajes, giros inesperados y mucha diversión.
Pero muchos fans no lo interpretaron así en aquel momento. La acogida del primer número de la colección había sido magnífica, contabilizando unas ventas de 500.000 ejemplares. Pero el grueso de los aficionados, desgraciadamente, exigían una lectura más convencional y no acogieron con entusiasmo el posterior enfoque de Byrne. Éste había tratado de hacer un cómic de supergrupo diferente, y lo que querían los fans era un cómic en el que se narraran las aventuras de un equipo cohesionado, la antítesis de lo que Byrne pretendía. De hecho, sus planes pasaban por ir todavía más allá, privando a los héroes de sus poderes y orientando el titulo hacia la aventura fantacientífica.
Pero era demasiado tarde para eso. Más adelante, Byrne afirmaría que nunca se lo pasó bien realizando “Alpha Flight” y que cuando los presentó en los “X-Men” no se le había pasado por la cabeza que pudieran protagonizar su propio título. Según él, se pasó los veintiocho números que permaneció al frente de la colección tratando de dar profundidad a unos personajes creados de la nada y sin temple alguno. A ello se añadió la desilusión que sintió al ver que su propuesta no era acogida favorablemente por los lectores.
Así que, tras 28 números, Byrne se marchó y todas sus pinceladas de
La transición se realizó mediante un cruce entre ambas colecciones en aquel número 28. Desde la destrucción de su cuerpo físico, el espíritu de Langkowski estaba atrapado en la estructura metálica de Box. Buscando un nuevo cuerpo al que trasladarle, Alpha Flight atrae accidentalmente a su plano de realidad a Hulk, que llevaba ya años deambulando por la dimensión de la Encrucijada. El espíritu de Langkowski se pierde al fracasar su intento de controlar a Hulk y éste comienza a destrozar Vancouver. El grupo se une para luchar contra el monstruo, recuperando su espíritu de equipo y decidiendo, por fin, permanecer juntos en lo sucesivo.
En la mejor tradición Marvel, Byrne había sabido ir introduciendo mesuradamente en la aventura principal sucesivos hilos narrativos secundarios que llevarían a ulteriores aventuras, pero siempre sin causar demasiado embrollo, y cerrándolos siempre. Ello animaba a seguir adelante con la lectura de una obra ágil y dinámica, con el grado justo de complejidad. Además, supo mantener una permanente evolución. El lector nunca sabía qué esperar a continuación. Los personajes morían, dimitían, visitaban viejos amigos, reñían, hacían las paces, comían juntos, enfermaban…
El estilo de dibujo que Byrne utilizó en “Alpha Flight” no tiene las finas y precisas líneas de su trabajo en los “X-Men” o la solidez de sus Cuatro Fantásticos, y la frecuente ausencia de fondos y el recurso habitual a fotografías retocadas denota el exceso de trabajo que entonces sufría el autor. Pero aún así, estamos hablando de su época dorada y su maestría en la técnica narrativa junto a la originalidad de los argumentos compensa sobradamente el descuido ocasional del grafismo.
Uno de los motivos por los que Byrne fue considerado uno de los mejores historietistas del momento fue que siempre orientó su dibujo hacia la claridad narrativa, consiguiendo fundir texto y arte de la mejor forma posible con el fin de contar la historia de que se tratara. El género superheróico solía caer en defectos de bulto, como la redundancia: cartuchos de texto explicando lo que el lector ya podía ver por sí mismo en el dibujo. Aunque Byrne no ahorra palabras en sus cómics, consigue evitar mayormente esas trampas, utilizando los textos para completar aspectos que ese dibujo en concreto no puede transmitir.
Además, sabía colocar a sus personajes en la posición adecuada dentro de la viñeta, narrar con fluidez, prescindir de efectismos y dejar siempre la acción meridianamente clara. Y eso, dentro de una industria donde abunda la mediocridad, ya es mucho. A partir del número 15 contará con la ayuda de los entintadores Bob Wiacek y Keith Williams que perfilarán mejor su dibujo, añadirán densidad y realzarán la elegancia del trazo.
Todos los personajes tenían no sólo un cuerpo y un rostro diferenciados, sino gestos, formas de andar o de volar propios de cada cual. Byrne supo utilizar las sutilezas del lenguaje gestual y facial para transmitir emociones de una forma elegante y eficaz, como el cambio que se operaba en Jeanne Marie – Aurora cada vez que pasaba de una personalidad a otra. Todo esto se diría algo básico en el ámbito de la narración dibujada, pero lo cierto es que se puede disfrutar en menos ocasiones de las que debería y, desde luego, no con el acierto con el que Byrne lo realizaba en aquella etapa de su carrera.
Pero ahora era el momento de pasar página y encarar una nueva etapa en la vida de los héroes canadienses.
Byrne no trasladó a Mantlo ninguna de sus ideas sobre el desarrollo que había previsto para los personajes. No hizo ninguna falta, porque Mantlo no hubiera hecho caso de ninguna de ellas. Es más, inmediatamente, ignoro si por su cuenta o siguiendo indicaciones del editor Carl Potts, se dedicó a desmontar todo aquello sobre lo que se había apoyado Alpha Flight hasta el momento. En su primer número ya aparece un representante del gobierno y amigo del fenecido Hudson, para anunciar que las autoridades han decidido restablecer el estatus oficial del grupo y dotarles de fondos ilimitados y libertad absoluta. Súbitamente, sin indicación previa al respecto, se habían convertido en Los Vengadores canadienses.
Aún más, el grupo pasaba a operar de forma conjunta ignorando sus vidas privadas, e incluso se les dotaba de una base de operaciones (una mansión en una isla de la costa occidental) y una nave similar al Quinjet de los Vengadores.
A continuación, Mantlo pasó a cerrar –con no mucha gracia, todo sea dicho- algunas de las líneas que Byrne había dejado apuntadas en su etapa: aclaraba la lealtad y pasado de Transmutador, cerraba el asunto de Mortal Ernest y revelaba la identidad de Némesis, solventaba el origen de Puck…
Lo que no hizo Mantlo es librar a sus personajes de la pátina de desgracia y trauma que les acompañaban. Shaman, a raíz de la pérdida de su hija, pierde la confianza en sus poderes y, por tanto, el control sobre las energías místicas; Estrella del Norte y Aurora descubren que, debido a los experimentos realizados por Langkowski sobre la segunda, sus poderes quedan anulados si se tocan; Ave Nevada queda embarazada y pierde a su hija…
Mike Mignola no ha sido nunca un dibujante que se haya sentido cómodo con los superhéroes y eso se nota en su dibujo. Y ello es aún más cierto en esta primeriza etapa de su carrera, en la que, según él mismo declaró: “no tenía ni idea de lo que estaba haciendo”. Efectivamente, el que años más tarde sería el mundialmente famoso creador de “Hellboy”, era ahora un recién llegado cuyo mejor crédito era una miniserie de “Rocket Racoon” a la que nadie prestó atención. Sus portadas estaban compuestas con garra y cierta magia, pero el interior, empeorado por el tan veterano como poco adecuado Gerry Talaoc, resultaba torpe y abigarrado. A Mignola le sucederían el canadiense Dave Ross, Jon Bogdanove y Jim Lee, todos ellos igualmente mediocres…
El volumen uno pervivió hasta 1994, totalizando 130 números, pero de todos ellos, los realmente relevantes son los primeros veintiocho firmados por John Byrne. Resulta curioso –y justo- que tras tres décadas, y aunque las ventas de Alpha Flight mejoraron tras la marcha de Byrne, sea el trabajo de éste, poco valorado entonces, el que siga recordándose con agrado.
Artículo original de Un universo de Ciencia Ficción