- He aquí, convenientemente sintetizadas, algunas de las interesantes respuestas que una revista francesa publicaba en 1927.
Conviene hojear, de vez en cuando, los periódicos franceses. Siempre hay en ellos algo sugestivo, algo aleccionador. Sugestión que, claro está, nace, a veces, de temas frívolos en que, por razón de su misma levedad inconsciente, no suelen reparar los graves periódicos españoles...
Un ejemplo: el baile, el baile novísimo, el baile negreído, el baile "modern style" -que diría "Azorín"... Este banal tema del baile ha motivado ahora una encuesta en "La Revue francaise". "La Revue" ha interrogado, acerca del baile negro, a unas cuantas figuras representativas del París actual. Toda la lira de París. Desde un arzobispo hasta un abogado... Y todos los interrogados —con una sola excepción, la del novelista Roland Dorgeles— han coincidido en el ataque violento contra las danzas de última hora. He aquí convenientemente sintetizadas, algunas de las respuestas que "La Revue" ha publicado:
- Monseñor Baudrillart
- Paul Bourget
- Rolan Dorgeles
- Abel Hermant
- Camile Mauclair
- Helena Miropolsky
Este es, en fin, el fruto de la encuesta de "La Revue". En realidad, puede decirse que el pecado del baile no es del baile en sí, sino de la época que lo acepta, que lo impone, que gusta de sus estremecimientos. Cada época impone un baile: el minué, la pavana, el rigodón, el vals, la habanera, el "chotis", el tango, el "fox", el "shimmy", el "chárleston", el "banckbottom"....
A una época —la de Napoleón— le dio por esparcer el vals, y vals hubo en todas aquellas tierras donde los soldadotes de Bonaparte pusieron sus belicosas plantas. Y a esta época de hoy le ha dado por torcer las piernas a la hora de la danza. Una costumbre como otra cualquiera...
¿Degradación erótica? No. Esta es cuestión aparte. Desde luego, degradación estética. Mal gusto. El provervial mal gusto de Yankilandia, que nos ha enviado a las "chicas-chicos" y a los negros aficionados al "chárleston". Un vals es mucho más bonito que un "balckbottom".
Hay en el lánguido baile antiguo, una capacidad de belleza que no alienta —ni muchísimo menos— en las epilépticas diversiones de los negritos. No hablemos, además, de la moralidad. Tenemos un empacho de inmoralidad. Demasiados descotes, demasiados brazos desnudos, demasiadas faldas cortas. Si se nos ofrecen, si se nos muestran en la prodigalidad de su hermosura, ¿cómo vamos a sentir la apetencia de besarlas, de enamorarlas? Conviene un poco de seriedad en la vida moderna. Gravedad sin hipocresías. Entiéndase bien. Y hay que ir, ante todo, contra esta fiebre del baile negro. Sí, cuando bailamos con una mujer, la tenemos tan cerca y tan desnuda, ¿qué novedad, que incentivo vamos a esperar de ella?
Bien están los bailes... Todo aquello de que los jóvenes danzarines "al infierno van saltando" era un mal ripio del padre Clarete. Bien están los bailes. Pero con método, con serenidad. Que el baile, en fin de cuentas, es una magnífica, una deliciosa obra de arte...
José Luis Salado
Diario Palentino11 de Mayo de 1927