La primera parte sirvió para homenajear los 150 años y hacer "desfilar" el Debussy delicado del Prélude à l'après-midi d'un faune (Preludio a la siesta de un fauno) y Le mer, trois esquisses symphoniques pour orchestre (El mar, tres bocetos sinfónicos para orquesta), auténticos figurines sinfónicos que sirven para bailar y también de cocktail, detalles de calidad exquisita cual Chanel nº5 en el solo inicial de flauta extensible a trompas y oboe para cortar unas telas de colorido oriental que debemos escuchar desde lejos para apreciar los distintos brillos. Y un Mar Cantábrico que baña también nuestra tierra resultó tal como lo pensase el compositor: ese Desde el amanecer en un mar contemplado desde tierra, una evocación de color paulatino desde la penumbra al resplandor del mediodía, los Juegos de olas otoñales rompiendo en pedreros cercanos al Faro Vidio, hasta un invernal Diálogo del viento y el mar plenamente "animado y tumultuoso", toda la gama de colores grisáceos rotos por los resplandores de tormentas siendo la orquesta un galeón y el surcoreano almirante al timón capaz de surcar estas aguas procelosas con una maestría digna de estudio sin apenas notar el mar de fondo.
La copa de champán, francés por supuesto: ¡qué obertura de la Carmen de Bizet nos regalaron los "radiofónicos franceses" con Myung-Whun Chung de maestro de ceremonias inigualable!.
Si los grandes creadores de moda son del país vecino, el desfile sinfónico de Haute Couture brilló para convertir Oviedo en el París español. Que no baje el listón porque el Prêt-à-porter no sienta igual de bien, aunque resulte más barato...